👧Muñeca! 👧

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Qué gran día, ¿no? El halloween vuelve a todos los lugares un continente de disfraces. Que gran oportunidad para pedir dulces e ir de fiesta, aunque sean solo pequeños convivios de los pueblos. Como en Santa Cecilia.

Los niños iban acompañados de alguno que otro adulto para pedir toda clase de calaverita, en especial Miguel con su disfraz de calavera mariachi y Rosa con un disfraz de muñeca rota; el maquillaje en sus ojos resaltaba por completo en ella. Parecía todo un jueguete de porcelana de tamaño real.

—Vamos Miguel, nos van a ganar los chocolates gratis si no te apresuras!— le gritó Rosa de lejos al ver como su primo se tardaba en seguirle el paso por andar contando todos los dulces que le dieron.

—Ya voy... es que quiero saber si al menos me dieron calaveritas en ése lanzamiento de dulces donde pasamos.

—Seguro si te dieron, ahora vamos, seguro ya nos ganaron— le tomó de la mano y ambos fueron al abarrotes La sinfonía para que les atendieran.

—Buenas tardes, señora.

—Aaaaaaww, Rosita y Miguel, buenas tardes.  Imagino que vienen por dulces, con esos disfraces tan chulos.  Dejen ver que les consigo.— Después de esperar un rato, los primos Rivera fueron recibidos por la señora de la tienda con muchas paletas y chocolates en las manos.

Tomó un puñado y le dio primero a Miguel, luego le dió a Rosa otro puñado y los despidió con una sonrisa.

—Muchas gracias!!—Agradecieron los dos niños.

Al cabo de casi una hora de caminar por todo el pueblo, Miguel se quedó a hablar con sus amigos y Rosa aprovechó para caminar un rato más, cerca del perímetro para no descuidar al moreno.

Cuando de repente escuchó una música bastante curiosa que le llamó la atención, de repente ya estaba explorando aquel sitio: Una pequeña fiesta en la plaza del Mariachi.

Todos las parejas disfrazadas en su mayoría de catrines, preparándose para la siguiente canción. Apenas Rosa se dio cuenta y había sido atraída a los brazos de un chico, vestido de mariachi azúl y una máscara de calavera. Lo que más llamaba la atención eran sus dorados ojos.

—Ho-hola... ¿te conozco?— preguntó la morena, pero no recibió respuesta más que una mirada alegre y seductora.  No podía corroborarlo, menos por aquella máscara.

El desconocido tomó a la niña de la cintura y le dio un par de vueltas, notando el sonrojo que le provocaba, soltó una risilla.

—¿Qué pasa? — de nueva cuenta sus dudas no fueron contestadas, mas el baile entre ellos seguía dulce y lento, como un sueño.

La había dirigido al centro de la pista sin tomar muy en cuenta sus dulces. De pronto el chico misterioso habló al fin.
—Eres toda una muñeca— y tomó una de sus manos y la entrelazó con la suya.

Rosita por su parte tragó saliva con disimulo mientras los pocos pero enormes encantos del desconocido la atrapaban, sin mencionar el sonrojo que invadía en sus mejillas.

—No sabes quien soy todavía?

La niña negó con su cabeza mientras los pasos de baile seguían y seguían.

—Te daré una pista. — le tomó de la barbilla con suavidad para que lo mirara fijamente. Fue entonces que la niña recordó haber visto esos ojos como el oro en algún momento, pero... ¿dónde?
La única respuesta que vino a su mente fue Marco de la Cruz. Ese chico engreído que solía pasar por encima de todos en la escuela. Su talento era admirable, de acuerdo; pero era demasiado coqueto con las otras chicas. Y aunque Rosa no lo confesara, le daba ciertos celos verlo rodeado de interesadas.

Entonces... el chico de la máscara era Marco? NO, imposible. Se estaba comportando muy bien con ella, pero a diferencia del de la Cruz, éste se comportaba con una bondad real. Fue sorpresiva su aparición, pero no quitaba que su mirada y sus pasos de baile eran románticos y únicos.

Al acabar todo, el chica soltó las delicadas manos de la niña y finalmente se quitó la máscara. Rosa no se la podía creer. Era... Marco. Marco en persona.

—Soprendida?— la niña asintió con la cabeza con los ojos muy abiertos.

—Lamento no ser quien esperabas— dijo algo apenado, al ver la expresión soprendida de la chiquilla. Estaba algo avergonzado, creyendo que no era lo que Rosa pensó que era.

—Descuida. Fue mucho mejor.— y sonrió con un rubor en sus mejillas mientras apretaba su bolsa de dulces, sin darse cuenta que el mariachi le robó una calaverita de azúcar.

Ante eso, el joven sonrió levemente y le dio un beso en la frente a "su" muñeca. Después se puso la máscara de nuevo y se fue no sin antes decirle.

—No cuentes de esto a nadie. Arruinaría mi reputación. —y se marchó a paso lento.

Rosa infló un cachete. Realmente ése era Marco. Sólo observó el centenar de dulces que había en su bolsa y se marchó, enamorada por el beso.

Marco, por su parte, se escondió en una pared para después quitarse la máscara, revelando un rostro sonrojado y alegre por bailar con la chica que le gustaba. Aquella calavera de azúcar que tenía en la mano lo confirmaba todo.

Estaba convencido de que, si seguía esforzándose, pronto lograría tener en sus brazos a la muñeca de sus sueños.

...

Nos revimos! Que han pasado 84 años, a la bestia.

Ese "Privilegio" (MarcoxRosa One-shots)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora