✉Carta.✉

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Durante casi todo el mes, el famoso cantante Marco de la Cruz estaba enfermo: Le dolía la cabeza, tenía un brazo y una pierna enyesados, una de sus costillas estaba algo rota; pero estaba, sobretodo, enfermo de coraje.

Coraje sobre aquellos tres intrusos callejeros que le estuvieron haciendo un sinfín de bromas pesadas. ¿Haters? ¿Gente necesitada de atención? Nadie sabe. Lo que sí, es que sus estúpidas bromas habían arruinando su noviazgo con Micaela y por poco, su reputación.

¿Es todo lo que te importa?

Fuera, por la ventana, el sol se oculta entre las casitas de las afueras de Santa Cecilia. Se abren paso las estrellas y la belleza de la noche. Suspiro hondo.

En todo este tiempo no ha recibido ni un solo mensaje de apoyo de sus fans, sus padres a duras penas pueden verlo por el trabajo. Ni siquiera Micaela le ha venido a visitar. Bueno, al cabo no desea verla ni en pintura.

No ahora.

Se abre la puerta de su cuarto, de allí entra el mayordomo con una bandeja de medicamentos y un sobre impecable que los acompaña. Marco suspira enojado por tener que tomar las dichosas medicinas, pero no puede enojarse con el hombre que estuvo con él la mayoría del tiempo.

—Señor de la Cruz. Es hora de sus medicinas.

—Gracias, Stan. Me tenías con el pendiente.— respondió desganado otra vez.

El anciano sabía perfectamente que no era su intención molestarlo, pero la falta de algo de cariño lo desmotivaba en todas direcciones.
—No se ponga en esas actitudes, jovencito. Ya sabe que le falta poco para recuperarse.

—Lo sé. Es que... no puedo creer que mis amigos no me enviaran siquiera un mensaje de apoyo ¡NI siquiera Micaela ha venido a visitarme!— reprochó Marco. En verdad estaba muy dolido por saber que la mayoría de personas que lo rodeaban eran solo convenecieros.

Stan sonrió sereno y tomó las gotas farmacéuticas de la bandeja, dando señal de que ya era hora de su medicina. Pidió al músico que abriera la boca, dejando ver su mandíbula y garganta.

Una gota: Marco tiritó un poco por el frío y sensibilidad que evocaba esa sustancia que, aparte, era amarga, mucho.

Dos gotas: Apretó las sábanas de su colchón para soportar el horrendo sabor que se quedaría en su boca un buen rato.

Después siguieron 2 o 3 cápsulas y una pastilla.

Cuando el mal sabor de boca se pasó un poco, Marco volvió a suspirar desganado. Ahora solo le quedaba esperar hasta la hora de dormir, despertar y repetir el curso hasta que el doctor le notificara una mejoría.

O tal vez no.

—Le enviaron esto, joven de la Cruz— inició el sirviente dándole la carta al más o menos inválido.

—Ya sabes qué responder cuando son cartas de empresas musicales.

—Se la envío una jovencita, señor.

Que buena onda, pensó.

Quizá al fin Micaela se dignó en acordarse de que tenía novio, aún.

Aunque hubiera preferido el mensaje de texto, conociéndola.

Con su mano disponible tomó el sobre y acarició el sello en forma de nota musical color azabache. Era bellísima, sencilla pero elegante a la vez.
—¿Quién me lo envió?— indagó a Stan revisando el sobre desde afuera.

—La joven se llamaba Rosa, Rosa Rivera. Imagino que se conocen desde hace mucho, porque estaba un poco apenada al momento de entregar la carta.

Rosa Rivera...

¿Así que de ella venían ése sello lleno de pulcritud y ése "Marco" en cursiva en frente del sobre?

Estaba en cierto sentido muy ansioso por leer lo que contenía dentro, pero por el otro era algo difícil de creer.
¿Cómo era posible que, la niña a la que había dejado como si nada tras convertirse en una celebridad, ahora era la única que le acompañaba en letra y puño en los tiempos difíciles?

Y ahora por ése tan hermoso gesto, su corazón se arriesgaba en desquebrajarse a causa del tan grave error que cometió en el pasado y que ahora venía a encararlo.

Stan se retiró, dándole las buenas noches; luego de darse cuenta que la atención del moreno ahora enfocaba al sobre.

Ahora sólo eran la lamparita de su mesita de noche, la carta y Marco.

Con trabajos abrió el sobre con su única mano saludable, ayudándose de sus dientes cuidando de no quebrar la hoja. Después de mucho tratar desdoblarla por fin leyó aquel mensaje de consuelo:

Hola Marco, ¿Qué tal estás? ¿Mejoraste un poco?

Escucha, que estos días quizá han sido muy difíciles para tí. Pero estoy muy segura de que volverás al escenario pronto y cantarás como si nada hubiera pasado. Tus amigos estarán apoyándote y Micaela mandándote besos por el aire. Sólo debes tener fe en que todo cambiará y sobretodo tener fe en tí, Marco.
Tal vez esta carta no es de gran ayuda, pero sabes que tendrás mi apoyo en cualquier situación en la que estés, porque a fin de cuentas, me dará mucho gusto el verte triunfar ante todo lo que se te cruce en la vida.
Mejórate pronto, Marco. Sé que puedes hacerlo.

Con cariño,
Rosa ❤

Y fue sin dudas el mejor obsequio de apoyo que le habían dado hasta el momento. Respiró hondo mientras algunas lágrimas salían de sus ojos sin ningún motivo. Tal vez era por el alivio de que no le deseara la muerte o la culpa de saber que había perdido a alguien muy valioso para su vida. Lo que sí sabemos, es que esta carta había mejorado mucho su día a día de ahora en adelante. Y qué coincidencia que después de leerla, el doctor le diera buenas noticias respecto a su salud al día siguiente.

La carta había curado su sed de cariño y estaba dispuesto a conseguir más de ella. Y con estar dispuesto a conseguir más, nos referimos a que estaba dispuesto a dejar todo atrás e intentar algo con Rosita. La carta le bastaba, pero no por mucho. Ahora quería sus abrazos, sus atenciones, sus gestos de ternura y espíritu aventurero que sólo ella tendría. Quería ver su pelo largo y castaño, sus ojos chocolate escondidos tras los lentes y sus labios suaves y tiernos que a simple vista parecían algodón de azúcar.

Ahora debía pensar si debía cortar con la odiosa Micaela por teléfono o de frente.

...

Ese "Privilegio" (MarcoxRosa One-shots)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora