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Estamos en la habitación, quién diría quién diría que el muy santo a la cama de su mujer me llevaría.

Se acerca mi en silencio, me sonríe y me arranca la blusa mientras yo desabrocho sus pantalones.
Finalmente ambos desnudos me coloca en la posición del perrito, y mete su diminuto pene, ojalá y yo pueda sentir algo o tendré que fingir mis gemidos.

Siento su respiración agitada y yo normal, bueno; fingiré mis gemidos.

Cada vez más finjo estar excitada, él me nalguea, por lo menos eso si lo siento.

Subo encima de él, me muevo bruscamente y pudo sentir alguito.

Me toma muy fuerte de la cintura y gime como loco, no se si es que se está viniendo o le está dando un ataque al corazón.

Finalmente se viene, su celular suena  y sólo lo escuchó decir, corre, vete.

Me vestí lo más rápido que pude y salí por la maldita ventana.

La asesina de maestros #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora