Adrenaline ❜ ┊ jaeyong

2. Paciente 17-2.

Despertarse a las seis de la mañana no podía tener nada bueno si no fuera porque Jaehyun siempre había disfrutado de aprender nuevas cosas e interiorizar nuevos conocimientos, y más si eran basadas en la práctica y no la teoría. A pesar de ello, le molestaba que la inteligencia se midiera prácticamente por la memoria y no por la capacidad de razonar de las personas.

Aún así, Jaehyun mantuvo las ojeras dos días después de haber empezado las prácticas. Como tenía una hora de viaje en tren, sólo le hacía falta escoger un buen asiento, apoyarse contra el cabezal o la pared y dormir en pequeños períodos que siempre eran cortados por culpa de esas personas que de buena mañana hablaban y hablaban por los descosidos. ¿Quién demonios tenía toda esa energía para hablar tanto a esas horas de la mañana?

Logró despertar justo una parada antes que la suya, y con ojos somnolientos bajó a los cinco minutos y a paso lento, acompañado de unos once bostezos que intentó retener justo al llegar a las puertas del hospital.

Casi sintió morirse al ver tanta gente esperando por los ascensores, y tan pronto como analizó que tardaría más tiempo en esperar uno de estos, suspiró resignado y con dolor en su expresión, mirando las escaleras como si de un demonio se tratara. Reposó sus dos mochilas en una silla de espera para sacar su camisa de cuadros y otra chaqueta que sólo usaba por la madrugada y noche. Era plena primavera, y cuando salía el sol calentaba un poco más el ambiente hasta temperaturas más bien cálidas. Se estaba deshaciendo de su ropa porque estaba claro que subir dieciséis plantas iba a hacerlo sudar. Ayer le ocurrió lo mismo y casi se maldijo al no llevar desodorante, incluso pensó en llevar una pequeña toalla como emergencia.

Su respiración ya era jadeante al llegar en la quinta planta, y mientras tanto decidía tomar un pequeño descanso para recuperar su aliento, se topó con el celador de su planta; Suwoong. Su cabello azulado destacaba por dónde iba, y era muy fácil reconocerlo.

—¡Jaehyun! ¿A dónde vas? —preguntó confundido, con una bolsa de banco de sangre en la mano. La estaba llevando al laboratorio, seguramente.

—Pues, a la planta...

—¿Qué dices? ¿Vas a subir tanto andando? ¡Estás loco! —sus ojos se mostraban abiertos y redondeados, estudiando el rostro cansado del menor—. Mejor que te diga los secretos del hospital. Ven, acércate.

Suwoong era un chico encantador y muy amigable, además de cariñoso. Rodeó con confianza los hombros del chico castaño y se acercó a su rostro para susurrarle, como si estuviera confesándole un secreto.

—Nada más entrar, en los pasillos que bifurcan hacia los laterales, hay unos ascensores que suben sólo hasta la planta diez, y no todos los usan, por eso suelen estar menos llenos. Luego, hay unos ascensores que van desde el menos cinco al menos uno, y suben directamente hasta la planta diez. Esos lo solemos usar todos, el truco es bajar hasta las plantas más bajas y desde ahí subir hasta arriba del todo. Y luego siempre hay un par de ascensores en cada grupo que es sólo para sanitarios. Aprovecho que te he encontrado para raptarte y llevarte arriba, que después de dejar este banco de sangre tengo que volver a la planta.

Jaehyun lo miró como si hubiera conocido a un ángel en persona. Se encontraba tan agradecido que lloriqueó abrazándose a él impulsivamente. Era su salvación, no quería llegar a planta con el sudor adornando su frente y mojando su espalda.

—Muchas gracias, Suwoong. No creo que hubiera sobrevivido cinco días a la semana subir dieciséis pisos. —rió mostrando una cálida sonrisa, y Suwoong se lo llevó hasta uno de esos ascensores que funcionaban con la tarjeta sanitaria o una llave.

Aprovechó para llevarlo al laboratorio, y se fijó en las miles de máquinas y mesas llenas de microscopios, tubos de analítica, cultivos bacteriológicos... Todo se veía muy tecnológico y mágico.