Capítulo 3.- Trabajo

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A la mañana siguiente, el chico se despertó muy temprano y se alistó para presentarse a su primera jornada laboral

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A la mañana siguiente, el chico se despertó muy temprano y se alistó para presentarse a su primera jornada laboral.

Fue caminando hasta su destino, guiándose por los datos de la dirección en su teléfono celular.

Si el pesado de Mauro creía que por lo ocurrido el día anterior le iba a dar el gusto de renunciar, le demostraría que estaba muy equivocado. Le daría la cara, aunque al final lo hechara a la calle e hiciera el ridículo.

Entró al edificio y de inmediato todas las miradas de las personas allí, quedaron sobre él.

Caminó sin hablar con nadie, entró dando pasos seguros como si conociera aquel lugar. Quedó fascinado, se notaba por fuera que era un lugar muy fino y al entrar lo confirmó al ver la enorme cocina ubicada en la parte del fondo.

Había otros trabajadores allí. Lo observaron entrar, pero antes de poder saludarlos, notó como todos aquellos empleados formaban una pequeña fila vertical, todos miraban detrás de él. Sin darse cuenta, Mauro recién acababa de llegar también.

El Chef caminó con la superioridad que lo caracterizaba y se detuvo hasta llegar detrás de una mesa larga color plateado, una mesa que estaba vacía. De pie detrás de ella, el hombre tenía la atención de todos los trabajadores.

Se inclinó un poco al frente, la mesa era un poco alta, apoyó en ella las manos y comenzó a hablar.

—Hoy se integra a nuestro equipo de trabajo, el señor Antonio aquí presente.

Las personas allí voltearon a mirarlo.

—Tony —aclaró— no me gusta que me llamen Antonio.

Sus nuevos compañeros le sonrieron con amabilidad y calidez, pero Mauro tenía su gesto de desagrado de siempre.

—Bien. El señor Tony forma parte de nuestro equipo. Durante estos días evaluaré sus aptitudes y luego voy a definir su actividad correspondiente.

Tony infló sus mejillas y sopló un poco del aire contenido.

—Por hoy, el señor Tony y el señor Wilson recibirán las verduras. Acomoden todas las cajas en la bodega y señor Tony, quiero esa bodega reluciente, los vegetales bien distribuidos en sus respectivos contenedores, ¿entendió?

—Sip.

—Sí —recalcó— en mi cocina, se habla con propiedad. Cuando yo le de una instrucción usted me responderá: "Sí, Chef". Espero ser lo suficientemente claro.

—Sí, Chef.

Tony enterró las uñas en la palma de su mano. Su jefe no se la iba a poner nada fácil.

—Bien. Inicien todos con sus respectivas actividades.

—Entendido, Chef —respondieron todos los empleados al unísono. Todos, menos Tony.

Tony, chocolate y picanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora