Capítulo 6.- Chocolate y Picante

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Después de dar un paseo por la ciudad, Tony se sintió nostálgico

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Después de dar un paseo por la ciudad, Tony se sintió nostálgico.

—¡Estúpidas maripositas ingratas!

Caminaba hablando por la calle consigo mismo, recordando el sabor de los labios de Mauro en su boca.

—Tanto que las he esperado y vienen a salir con ese idiota —hizo un puchero tierno— ¿por qué no pueden salir cuando estoy con Wilson? ¿Por qué me tiene que gustar ese orangután cavernícola?

El chico llegó a una laguna y comenzó a hablar con su reflejo en el agua.

—Te lo prohibo, Tony Divo Asombroso —tocó su rostro mientras hacía sus pataletas y se puso los dedos sobre los párpados— estos bellos y lindos ojitos no van a mirar de otra forma a ese bruto, salvaje, idiota, amargado.

Hizo un puchero y pataleó el suelo de nuevo sin dejar de ver su reflejo.

—Ese, ese adonis, pariente de los dioses egipcios, macho alfa musculoso, buenísimo mango petacón....

Una pareja que iba pasando rió al escucharlo hablar solo.

—¡¿Qué? —Se señaló así mismo— Estoy teniendo una charla intrapersonal desmotivacional conmigo mismo, ¿acaso ustedes nunca han tenido una? —Hizo un ademán para que se fueran— Shu, shu, largo, que interrumpen mi paz interior.

La pareja siguió riendo pero se fueron. Tony tomó su teléfono y vio la hora.

—¡Ya es tarde! ¡El neurótico me va a matar!  —Tony salió corriendo hacia su trabajo.

El Chef llegó, como siempre puntual a su jornada laboral. Eran al rededor de 20 personas que trabajaban en la cocina. Dio su discurso de siempre, desde la larga mesa alta en la esquina. Desde allí daba sus indicaciones todos los días. Ya casi había dado a todos su actividad del día cuando Tony llegó corriendo y casi cae al suelo al detenerse bruscamente.

—Nos honra con su presencia, señor Tony —dijo el Chef con extremo sarcasmo.

—¡Ay muchas gracias! —Sonrió el otro emocionado— Lo bueno es que ya llegué.

—¡No era literal, señor Antonio! —El chef gritó, tenía en su rostro una expresión de lo más enojada e incluso, dio un golpe a la mesa que hizo a Tony dar un respingo— Que sea la primera y la última vez que llega tarde a mi cocina.

—Ay ¡Qué caracter! —Refunfuñó el castaño entre dientes y apresuró su paso hasta llegar con Wilson.

—¿Tiene algo que decirme, señor Antonio?

—Mucho —dijo mirándolo a los ojos— pero no lo diré porque soy muy educado.

Mauro le regaló una mirada de odio.

—A usted lo quiero limpiando todos los utensilios del día de hoy. Al final de la jornada quiero la cocina reluciente ¿entendió, señor Antonio?

Tony, chocolate y picanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora