Capítulo 5.- Lección

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A la mañana siguiente, Tony estaba desayunando un tazón de cereal cuando tocaron a la puerta

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A la mañana siguiente, Tony estaba desayunando un tazón de cereal cuando tocaron a la puerta.

Mauro salió de su habitación bien arreglado, el desgraciado se veía muy bien y el olor de su perfume, impregnaba de forma deliciosa toda la sala de estar.

Al escuchar el timbre, con rapidez el hombre atendió el llamado y abrió la puerta.

Desde la entrada de la cocina, Tony se había hacercado a ver a escondidas quien había llegado. Era una chica rubia enorme, tan alta como Mauro y pechugona, tanto que se veía que era más plástica que una barbie de una juguetería. Tenía cierto parecido físico a Belisa y solo pensar en ella y en todas los momentos malos que pasó a su lado le revolvían el estómago haciéndole un nudo.

Ella ni siquiera había saludado al chef y ya se estaban besuqueando en la puerta de entrada.

—Iug, creo que voy a vomitar mi cereal —Tony se alejó un poco y se apresuró a terminar su desayuno. No era por salir huyendo, pero era muy obvio que esos dos iban a tener sexo.

Se sacaría los ojos antes de ver eso, así que mejor se apuró a terminar, lavó su plato y a paso apresurado se dispuso a ir a su habitación por su teléfono para salir a dar una vuelta y no estar allí de metiche. Caminar le haría bien para seguir conociendo esta ciudad después de todo.

Iba dando unos pasos fuera de la cocina cuando chocó contra Mauro.

—¡Ay! Salvaje, me dolió —se quejó Tony tallando su hombro pues al ser el otro más grande, el pequeño castaño rebotó contra la esquina de la entrada de la cocina y se golpeó con el marco de la misma.

—Largo pulga. Hoy estoy ocupado y no tengo tiempo de lidiar contigo.

—Ya me iba de todas formas —Tony rodó los ojos— tengo cosas más interesantes que hacer y no te incluyen.

—Pobre de ti que andes de metiche. Te quiero encerrado en tu habitación y no sales hasta que vayamos a ir al trabajo.

Esa orden y el tono mandón que el otro usó, solo hizo hervir la sangre en sus venas.

—A mi ningún idiota como tú me da ordenes. Hiciste un trato con mis amigos para que te pagara una renta así que te guste o no, tengo derechos. Eso quiere decir que si se me pega mi gana pasearme por la sala de estar a estas horas de la mañana, estoy en todo mi derecho de hacerlo. Que tú participes en orgías o seas fanático de tener encuentros del tercer mundo en la sala no es asunto mío. Por mí, hasta te puedes subastar en un mercado.

Dejando al otro con la boca abierta, Tony pasó de largo contoneando sus caderas.

—Atrévete a hacer algo pulga y haré que la pagues caro. No estoy jugando, estás advertido —después de arrojar su amenaza, Mauro se regresó a la sala de estar.

Tony, chocolate y picanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora