La oscuridad del Infierno, y la de la noche privada de todo planeta bajo unmezquino cielo, entenebrecido por las nubes hasta lo sumo, no echarían sobre mivista un velo tan denso como aquel humo que allí nos envolvió; siendo tal lasensación de su punzante aspereza, que no podían los ojos permanecer abiertos;por lo cual, mi sabio y fiel acompañante se acercó a mí, ofreciéndome su hombro.Como va el ciego detrás de su lazarillo para no extraviarse, ni tropezar en algoque le ofenda o acaso le origine la muerte, así caminaba yo a través de aquel airefresco y acre, atento a la voz de mi Guía, que únicamente iba diciendo: Cuida deno separarte de mí. Oía yo voces, cada una de las cuales parecía rogar a fin deobtener paz y misericordia del Cordero de Dios, que quita los pecados. Elprincipio de su oración era solamente Agnus Dei; todos pronunciaban estaspalabras a un mismo tiempo y con tan igual tono, que parecía existir entre ellosuna perfecta concordia.
- Maestro -dije-, ¿son espíritus esos que oigo? - Lo has acertado -contestó-, van desatando el nudo de la ira.- ¿Quién eres tú, que hiendes nuestro humo, y hablas de nosotros como sicontaras aún el tiempo por calendas?De esta suerte habló una voz, por lo cual el Maestro me dijo:- Responde, y pregúntale si por aquí se va arriba.Entonces dije yo:- ¡Oh criatura, que te purificas para volver a presentarte hermosa ante Aquélque te hizo! Oirás cosas maravillosas si quieres seguirme.- Te seguiré cuanto me está permitido -me contestó-; y si el humo impideque nos veamos, el oído nos aproximará a falta de la vista.Empecé, pues, de esta manera:- Me dirijo hacia arriba con la forma que la muerte desvanece, y he llegadohasta aqui a través de las penas del Infierno. Y si Dios me ha acogido en sugracia de tal modo, que quiere que yo vea su corte por un medio tan distinto de lousual, no me ocultes quién fuiste antes de morir, sino dímelo; dime también si voybien por aquí hacia la subida, y tus palabras nos servirán de guía.- Fui lombardo, y me llamé Marco; conocí el mundo; y amé aquella virtudhacia la cual nadie dirige hoy su mira. Para llegar a lo alto, sigue en derechura pordonde vas.Así respondió, añadiendo después:- Te suplico que ruegues por mí cuando estés arriba.A lo que le contesté:- Por mi fe te prometo que haré lo que me pides, pero me veo envuelto enuna duda, que no me es dado aclarar. Primeramente era sencilla, más ahora seha duplicado con tus palabras, que unidas a las que he oído en otra parte, me certifican un mismo hecho. El mundo está, pues, exhausto de toda virtud, comome indicas, y sembrado y cubierto de maldad, pero te ruego que me digas lacausa, de modo que yo pueda verla y mostrarla a los demás, pues unos la hacendepender del cielo, y otros de aquí abajo.Antes de contestar exhaló un profundo suspiro, que terminó en un ¡Ay!doloroso, y después dijo:- Hermano, el mundo es ciego, y se conoce que tú vienes de él. Vosotros losvivos hacéis estribar toda causa en el cielo, como si él imprimiera por necesidadsu movimiento a todas las cosas. Si así fuese, quedaría destruido en vosotros ellibre albedrío, y no sería justo que se retribuyera el bien con goces y alegrías, y elmal con llanto y luto. El cielo inicia vuestros movimientos; no quiero decir todos;pero, aunque asi lo dijese, os ha dado luz para distinguir el bien y el mal. Os hadado también el libre albedrío, que aun cuando se fatigue luchando en losprimeros combates con el cielo, después lo vence todo, si persevera en el buenpropósito. A mayor fuerza y a naturaleza mejor estáis sometidos, sin dejar de serlibres; y ella crea vuestro espíritu, que no está bajo el dominio del cielo. Así pues,si el mundo se aparta del verdadero camino, vuestra es la culpa; que en vosotrosdebe buscarse, y ahora te lo probaré con toda veracidad. Sale el alma de manosde su Creador, que la acaricia antes de que exista, semejante al niño que entre elllanto y la risa balbucen; y es entonces una simplecilla, que nada sabe, ysolamente movida por el instinto de la felicidad, se inclina gustosa hacia lo que lacontenta Y regocija. Desde luego siente placer en los bienes más mezquinos,pero en esto se engaña, y corre tras ellos, si no tiene guía o freno que tuerza suinclinación. Por eso es necesario establecer leyes que sirvan de freno, y tener unrey que sepa discernir al menos la torre de la verdadera ciudad. Las leyesexisten, pero, ¿quién se cuida de sU cumplimiento? Nadie, porque el pastor queprecede a las almas puede rumiar, pero no tiene la pezuña hendida; por lo cual,viendo todo el rebaño a su pastor cebarse únicamente en aquellos bienes de queél es tan codicioso, se apacienta de lo mismo y no pide más. Bien puedes ver, por esto, que en el mal gobierno estriba la causa de que el mundo sea culpable, y noen que vuestra naturaleza esté corrompida. Roma, que hizo bueno al mundo,solía tener dos soles, que hacían ver uno y otro camino, el del mundo y el deDios. Uno de los dos soles ha obscurecido al otro, y la espada se ha unido albáculo pastoral; así juntos, por fuerza deben ir las cosas de mala manera; porqueestando unidos, no se temen mutuamente. Si no me prestas crédito, pon mientesen la espiga; pues toda hierba se conoce por su semilla. En el país que bañan elPo y el Adigio solía encontrase valor y cortesía, antes de que Federico tuviesecontiendas. Hoy, todo aquel que dejara de acercarse a aquellas provincias porvergüenza de hablar con hombres probos, puede pasar por ellas, seguro de queno hallará ninguno. Bien es verdad que aun existen allí tres ancianos, en quienesla edad antigua reprende a la moderna, y les parece que Dios tarda en lIamarlosa mejor vida; son éstos Conrado de Palazzo, el buen Gerardo, y Guido de Castel,a quien mejor le llaman al estilo francés el lombarda sencillo. En el día la Iglesiade Roma, para confundir en sí dos gobiernos, cae en el lodo ensuciándose a símisma y a su carga.- ¡Oh Marco mío! -dije yo-; razonas bien; y ahora comprendo por qué fueronexcluidos de heredar los hijos de Leví. Pero, ¿qué Gerardo es ése a quien tienespor un sabio, ese resto de una raza extinguida, que es un reproche para estesiglo salvaje?- O tus palabras me engañan, o me tientan -respondióme-; porque, a pesarde hablarme en toscano, parece que no sepas nada del buen Gerardo. Yo no leconozco ningún sobrenombre, a no ser que lo tome de su hija Gaya. Dios sea convosotros, que no puedo seguiros más. Mira el albor que ya clarea, brillando através del humo; me es preciso partir antes de que aparezca el Ángel que estáallí.Así dijo, y no quiso escuchar más.
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LA DIVINA COMEDIA
Classics"Dante Alighieri quiso decir lo que nunca ha sido dicho de mujer alguna: la expresión de un amor que transciende las dimensiones físicas de este mundo y se convierte en pura espiritualidad" Dante Alighieri (1265-1321), padre de la lengua italiana, i...