CAPITULO 2:
«EL LIBRO DE LOS MISTERIOS HA SIDO ENCONTRADO, PERO AHORA DEBE SER DEVUELTO.»
IAN BOYNTON:
Miré la lunática frente a mí.
—¿Quieres parar de una vez?—Pregunté sonando más brusco de lo que pretendía.
Está bien, le creía. Era difícil no hacerlo cuando nos habíamos enfrentado juntos a un basilisco. No estaba en mi mundo, posiblemente tampoco en el suyo, así que ninguno sabía en donde demonios estábamos. Ninguna pista de a donde fuimos a parar. Perdidos entre dimensiones tal vez. El caso era que no podía regresar a casa y eso me tenía asustado. Tenía veinte años, por supuesto, mi propio departamento y una vida, pero eso no significaba que podía darme el lujo de desaparecer sin más. Mi hermana mayor seguro estaba buscándome por todos lados y Dennis estaría realmente preocupado. Él era un chico bastante exagerado y dramático, y me conocía.
Yo nunca desaparecía. Era demasiado flojo para eso.
Estarían nerviosos y pensando en cien formas de matarme al encontrarme. Además cabía la posibilidad de que no regresara jamás, lo cuál era aún peor. Yo era el único familiar de mi hermana mayor y el único amigo de Dennis. Quería verlos. Los necesitaba.
—Tengo que revisarte Ian, el basilisco tiene veneno mortal. Si te mordió, rasguñó o algo parecido estonces—miró su reloj antes de mirarme a mí con toda la tranquilidad del mundo—. Entonces morirás en unos minutos.
Me alarmé.
Desde que había conocido a esta lunática ya había estado al borde de la muerte dos veces, con esta tres. Y algo me decía que tendría que llevar la cuenta muy a menudo.
—¡Si es que este chico es pura adrenalina!—dijo Thomas—. Dime, amigo, ¿qué desayunas por las mañanas? Solo había visto a una persona así de valiente y es a esta chica de aquí—señaló a la lunática —. Jay–Jay, tú y yo necesitamos hacer cosas así o voy a morir de aburrimiento. Nuestros maravillosos cuerpos fueron hechos por los dioses para esta clases de cosas hermano mío, nacimos para ser fantásticos y pelear contra cosas igualmente fantásticas.
—Totalmente de acuerdo Tom–tom—dijo Jay—. Quiero matar a un monstruo. Sería una buena forma de comenzar el verano. Imagina nada más la adrenalina y la acción.
Par de chiflados.
—¿Seguro que estás bien, Ian?—preguntó Trudy con Theodore el gallo entre los brazos.
Desde que Theodore había vencido al basilisco había sido venerado por todos nosotros cómo si fuera algún animal sagrado en extinción con poderes curativos. Al parecer el basilisco le tenía terror al canto de un gallo, lo cuál resultaba bastante irónico, que algo tan grande y monstruoso le tuviera tanto pánico a algo tan pequeño e indefenso cómo los era un gallo, o más específicamente; su canto.
Y es que a pesar de que la lunática se hubiese encargado de explicar el porqué de la huida improvisada del basilisco ante el canto de Theodore el gallo nosotros seguíamos sin poder aceptar del todo el hecho.
O ese gallo tenía poderes mágicos o nosotros éramos muy débiles.
O dos de dos.
—Debiste correr cuando te lo ordené —dijo Stela mirándome, mientras echaba más alcohol a mis heridas con el solo propósito de que me doliera —. O quizá no salir ya que estamos.
Me quedé callado. Tenía ganas de contestarle pero sabía que de hecho ella llevaba algo de razón. Si no hubiese salido en esa rara tormenta entonces el basilisco no nos hubiese atacado.
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IAN BOYNTON
PrzygodoweEmpezaré esta historia revelando mi nombre, es lo más educado de mi parte presentarme: Stela Arion. Así me llamo. Voy a contarles una historia, una aventura digna de ser contada. La historia de cómo unos ordinarios humanos se toparon con un mundo ex...