002. (Resubido)

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Creo que hablamos y reímos toda la noche, le mostré mis cuadros y prometió ser mi primera chica francesa, era encantadora, su manera de sonreír, de caminar. A cada segundo que pasaba sabía que la quería en mi vida.

Estábamos en mi habitación, ella mirando los cuatros y yo sacando un bastidor, siempre me dejó en claro que le encantaba que fuera pintor, pero debía ser algo más si estaba con ella, lo que me recordó a las exigencias de mis padres. Estaba comenzando mi último semestre de medicina básica —cuatro años estudiando algo que en realidad no me interesaba del todo y aún faltaba mi especialización las cuales sumaban más años a la carrera— cuando en realidad quería estar pintando y si tenía suerte escribir un libro, pero papá y mamá dejaron en claro que eso no querían para mí, mi hermano me apoyaba en lo que deseara pero no podía ante el poder de persuasión de papá, y aunque los entendía por querer lo mejor en mi vida, sentía que me apresaban en una jaula sin puertas ni ventanas, moldeando mi vida a su modo y antojo.

Consiguieron lo que querían.

—Es muy lindo este lugar, es como mágico...—me dijo mientras miraba las paredes de mi cuarto, llena de cuatros esperando secar para continuar pintando.

—Si, lo sé...— contesté sonriendo.

Se detuvo a mirar uno de mis cuadros favoritos, dónde estaba Tenten con su ropa de trabajo y una copa de vino blanco en la mano, y sentada con las piernas cruzadas en la encimera de la cocina.

—Ella ¿no es la sirvienta? —Dijo con una sonrisa confundida, me miró frunciendo el ceño con las manos cruzadas.

—Si...—No quería sonar descortés con ella, pero no me gustaba que la tratará así—, no es solo la sirvienta, somos amigos.

—Allá en casa las chachas solo son chachas...—Dijo de forma irónica, caminando despacio hacia delante.

—No me gusta que le digas así, ella tiene nombre.

—Está bien, trataré mejor a tu servidumbre— Vociferó queriendo darme en el gusto—, solo que es algo raro.

Descubrí luego de mucho tiempo que Ino era como mi madre —no en personalidad, sino en sesgos y actitudes que jamás fueron de mi agrado— tenían tantas cosas en común, hasta esa manía por despreciar a personas que no tenían su mismo estatus social.
Así como ella se adaptó a mí, mis amistades y mi forma de ver el mundo, yo tuve que adaptarme a ella y aquellas manías que aún me desagradan, ambos intentábamos hacer que el otro cambiara de perspectiva, ella estaba empeñada en asegurar que el fin justifica los medios, y aunque desde mi punto de vista esa idea era agresiva, tenía una opinión neutral al respecto, supongo que se debía a que jamás esas cosas me afectaron. Mi relación con la señorita Yamanaka fue cada día volviéndose como una vela aromática alrededor de mi vida. Verla, escucharla, tocarla —cuando no estábamos discrepando— era simplemente mágico, como si ella me fuera el paraíso y yo un fiel devoto.

En cambio, cada día mi hermano se alejaba más de nosotros, de nuestra familia. A veces se tardaba días en dar señales de vida, y cuando llegaba a casa se encerraba en su habitación por horas, y no había nadie que lo sacará de ahí, hablábamos poco, comenzó a ser distante con mamá e intentaba hablar con papá cada vez que se encontraban, e ignoraba a Tenten.

Por lo que al final me enteré, estaba comenzando a investigar un par de cosas respecto a lo que pasaba en el país, respecto a los que llamaban traidores, a los enfrentamientos entre civiles y oficiales del gobierno. Respecto a su mejor amigo— quien hacía unos cuantos meses antes de la muerte de su madre había desaparecido—. Nunca me llegó a contar lo que había detrás de todas aquellas carpetas que estaban archivadas en su habitación y estudio, solo me dijo la verdad de lo que paso con Kankuro, y me hizo prometer que jamás se lo contaría a Tenten.



Para Cuando Me Olvides [En Edición] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora