d i e z

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D i e z

El dolor punzante de mi cabeza hace que quiera levantarme de la cama. Ahora mismo, beber como lo hice ayer me parece una idea terrible. ¿Quién inventó la maldita resaca?

Aún no he abierto mis ojos, pues el cansancio me lo impide, pero cuando lo hago me arrepiento al instante. La tenue luz que llega desde la ventana me impide ver todo con claridad.

Intento moverme, pero el dolor de cabeza me lo pone muy difícil. El dolor de cabeza y la persona que se encuentra recostada a mi lado.

No me había percatado de que un gran y robusto brazo envolvía mis caderas hasta este momento.  Intento descubrir de quién es este brazo, pero tiene cubierta su cabeza con la almohada. Si, una posición un poco incómoda para dormir.

Me revuelvo un poco más, hasta que por fin consigo quitar la mano de la persona de mi cintura.

Cuando estoy ya completamente libre me inclino sobre el individuo, quitándole así la almohada que cubre su cara. Una sonrisa se dibuja en la mía al saber de quién se trata. Pero tan rápido como soy capaz de reaccionar me doy cuenta de una cosa.

¡David Lafuente ha dormido conmigo! 

No sé como ha pasado, y tampoco es que me importe mucho.

Apenas puedo recordar nada de anoche, ya que algo llamada resaca me lo impide. Lo único de lo que estoy segura es que entre nosotros no ha pasado nada, ya que tanto él como yo estamos totalmente vestidos con la ropa de ayer.

 

*Noche Anterior*

Observo con atención a la persona que la botella ha señalado. Esto tiene que ser definitivamente una broma. Y una de muy mal gusto.

El chico me observa a mí de la misma manera, casi con repulsión. Los demás permanecen callados, apenas se oyen los murmuros por parte de algunos.

Si estuviera en otra situación, en la que no estuviera tan borracha como creo estar ahora, hubiera dicho cualquier cosa para intentar repeler el beso del chico a cualquier costa.

Pero ese no es el caso. He perdido totalmente la coherencia, la decencia y el sentido común, así que me acerco al chico rubio y le doy un beso.

Un beso que comienza siendo un piquito, y que termina con el suave movimiento de sus carnosos labios sobre los míos.

Como ya he dicho, he perdido totalmente la coherencia, así que le sigo el beso. Ya no es movimiento de sus labios sobre los míos, ahora es el dulce juego que tanto sus labios como los míos realizan.

Como si de un tortazo se tratara, la coherencia me da en toda la cara, y es  entonces cuando me separo del chico.

No me puedo creer que esto acabe de pasar. ¡Acabo de besar a Carlos! Y lo peor de todo… ¡Me gustó!

El chico está ahí, estático, mirándome como si no hubiera un mañana. Yo, sin embargo soy incapaz de mirarle a él. Miro a todas las personas que nos rodean. Todos, absolutamente todos tienen una expresión confusa y sorprendida.

Y es que… ver a dos personas que se supone que se odian besarse no es muy normal que digamos.

Por acto reflejo dirijo mi mirada a la única persona a la que no había mirado; David.

Su cabeza esta cabizbaja, y cuando alza su mirada y sus ojos conectan con los míos veo el dolor que siente. ¿Por qué? ¿Por qué está dolido?

Siempre estás ahí → [c.m] aurynDonde viven las historias. Descúbrelo ahora