Capitulo 5 Entre Rumores y Reconciliación

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Habían pasado cinco meses desde que comenzamos las clases y Mike se había convertido en lo mejor que me había sucedido. Él era mi niño y yo era su pequeña. Un día, los rumores comenzaron a circular por el aula como un vendaval de palabras crueles y malintencionadas. Las chicas se acercaban a mí, susurros llenos de veneno que se enredaban en mis oídos: "Lilly, no sabes lo que hace en su clase", "Lilly, siempre se deja tocar por esa chica", "Lilly, él te engaña", "Lilly, él te usa", "Lilly, lo vi besándose con esa chica", "Lilly, esa chica le tocó allí". Los murmullos se esparcían a mi alrededor como si fueran un eco persistente en mi mente. Estaba cansada de todas las dudas y los rumores que no paraban. Sentía la presión crecer en mi pecho, un nudo de ansiedad que amenazaba con ahogarme.

Decidí confiar en mis amigas más cercanas, aquellas en las que depositaba mi confianza inquebrantable, y escuchar todos los detalles. Sus palabras resonaban en mis oídos, mezclándose con mi propia voz interior, tratando de filtrar la verdad de la mentira, de encontrar respuestas en medio del caos emocional que se agitaba dentro de mí.

El timbre del almuerzo sonó y, sin explicación alguna, caminé hacia Mike. Al principio, su rostro se iluminó con una sonrisa al verme, pero rápidamente se transformó en confusión cuando coloqué todos los regalos que me había dado sobre  sus brasos. Mi voz temblaba mientras pronunciaba esas dos palabras que cambiarían nuestro destino: "Terminamos". Sentí un nudo en la garganta y las lágrimas comenzaron a empañar mi visión. Mi corazón se rompía en mil pedazos, una mezcla abrumadora de tristeza y decepción. El mundo a mi alrededor parecía desvanecerse, las voces se convertían en susurros distantes mientras todo se volvía borroso y oscuro.

Sin poder contener mi dolor, salí caminando rápidamente hacia el baño, las lágrimas corriendo por mis mejillas como un río desbocado. Sentía mi cuerpo temblar con cada sollozo, mi respiración entrecortada mientras intentaba tomar aire en medio del torbellino emocional que me arrastraba. Me lavé la cara, pero las lágrimas no cesaban. El olor a jabón y agua mezclado con el amargo sabor del desamor llenaba el aire, Mike no se movía de afuera, seguía sentado y seguía llamándome para hablar. Yo todavía no podía respirar, no entendía por qué me había hecho eso. El timbre sonó y él ya no estaba allí. Regresé a clase, todos se veían preocupados. Dos horas pasaron mis compañeras de clase, preocupadas por mi estado, me mandaron a llamar. Salí de ese refugio momentáneo y me encontré con la profesora, cuyos ojos reflejaban comprensión y empatía. Junto a ella, Mike estaba sentado, con las manos cubriendo su rostro y emitiendo sonidos angustiados. El dolor en su expresión era palpable, sus lágrimas se unían a las mías en un mar de tristeza compartida. Mi corazón se apretó en el pecho al presenciar su sufrimiento.

La profesora nos habló, tratando de aclarar los malentendidos y los rumores que habían provocado nuestra separación. Me explicó que Mike negaba todas las acusaciones, que todo era producto de la malicia y la envidia de otros. Sus palabras resonaron en mi alma, una chispa de esperanza en medio de la oscuridad. Sentí la necesidad de abrazarlo, de decirle que todo estaría bien, que lo amaba con cada fibra de mi ser y que nunca lo dejaría ir.

Pero no fue el momento adecuado para expresar todo eso. La profesora le pidió que se lavara la cara, como si el agua pudiera calmar el dolor que lo atormentaba. Me recomendó que lo pensara, que considerara la verdadera esencia de nuestra relación, alejada de los rumores y la maldad. Vuelta a la realidad, regresé a las clases con el corazón todavía convulso, intentando asimilar todo lo sucedido.

Pasaron los días y Mike seguía insistiendo en hablar conmigo. Nuestras miradas se encontraban de vez en cuando, como imanes que se atraían a pesar de la incertidumbre que nos rodeaba. Aunque el miedo y la desconfianza se mantenían en mis pensamientos, el amor que sentía por él se aferraba a mi corazón. Era como si cada latido fuera un recordatorio de lo que habíamos compartido, de la conexión que nos unía.

Un día, mientras estábamos sentados juntos por una actividad en clase, sentí su mano rozar la mía. El roce fue sutil pero eléctrico, un escalofrío que recorrió todo mi cuerpo. Al levantar la mirada, vi el brillo de sus ojos, cargados de arrepentimiento y anhelo. Con un gesto tímido, abrió la palma de su mano y ahí estaba, el anillo que un día simbolizó nuestro amor. Extendí mi mano temblorosa y él colocó el anillo en mi dedo, como una promesa de que nunca más nos separaríamos. En ese momento, decidí dejar los rumores a lado y luchar por lo que teníamos. Juré que no lo dejaría ir y que nuestra historia de amor sería más fuerte que cualquier rumor o adversidad.



                                  ~*~

Bueno bueno ya edite un poco la historia pero va a ser mas corta:( los amo!!!


Enamorada de mi mejor amigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora