No quiero verte más

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Capítulo XII

El abogado espero afuera de ese lugar poco después de terminada la audiencia, pues necesitaba hablar con su cuñada.

En cuanto aquella salió del juzgado no dudó en abordarla.

—Kikyo—

—Sesshomaru, ¿qué haces aquí?— Le preguntó un tanto confundida.

—Quiero saber de ella, ¿cómo está?—

—¿Cómo crees que iba a estar? ¡Mató para defenderse! Me contó que viste lo que estaba pasando. Pero yo me pregunto ¿porque la abandonaste y no la ayudaste? ¡Me has decepcionado!— La morena estaba muy molesta con él.

—Admito que fue mi error, no pensé que estuviera en esa situación, tuve miedo de...—

—¿Miedo? ¿Tú? ¡No me hagas reír!—

—Sé que no me comporté a la altura pero al verla con él, tuve que contenerme y salir de allí. Si no, otra sería la historia y quizás ella no estuviera con vida tampoco...—

—¿Qué?— La joven abogada no daba crédito a lo que escuchaba.

—Yo la amo— Sí, no era fácil explicar sus sentimientos ni a ella ni a nadie.

—Si la amaras, hubieras hablado conmigo de su situación y te habrías enterado de lo que ella tuvo que pasar.— Abrió su maletín y le entregó un folio.

—¿Que es esto?—

—El audio que presenté en la corte no fue ni por asomo lo peor que pude encontrar en el móvil de Kagome. Hubo más Sesshomaru...— Lo vio reprobadoramente y se fue sin despedirse.

La observó alejarse sin atinar a decirle nada.

Sostuvo unos instantes lo que le diera y comenzó a leer todo lo que aquel hombre despreciable fue capaz de hacer.

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—Es muy probable que te devuelvan tu libertad, animo— Sus argumentos eran sinceros y mientras hablaba le quitaba las esposas para dejarla en la celda de nueva cuenta. Kagome observó al hombre de cabello negro y ojos de color azul con agradecimiento.

—No sé si pueda ser así, Kōga...— Quiso continuar pero fue interrumpida.

—Oficial, tiene una llamada—

—Bien, Kagome, descansa, mañana nos vemos— Ella sonrió y lo despidió con un ligero movimiento de mano.

Se dio la vuelta y suspiró con cansancio.

Observó los detalles de su próxima morada, en el dado caso de que no saliera nunca de ahí, se tenía que acostumbrar ¿no?

El lugar era demasiado pequeño, demasiado.

¡No me sueltes!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora