¿Te vas?

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Capítulo XIX

Los días siguieron su curso, en los cuales la felicidad reinaba en la casa de Kagome y Sesshomaru. Habían hablado de la boda, de una nueva oficina para el abogado, de adoptar un perro, entre otras muchas cuestiones pero la morena no le había dicho lo más importante.

Esa mañana de Octubre, Kagome lo vio ir y venir por toda la habitación mientras guardaba los últimos artículos en la maleta. Sonrió mientras no le quitaba los ojos de encima, a lo que él muy pronto se dio cuenta.

—¿Ocurre algo?— Cuestionó intrigado. Ella negó varias veces y se acercó hacia su persona.

—¿Porque tienes que irte?— Interrogó la joven con mucha aflicción, mientras le ayudaba a ajustarse la corbata.

—Sólo será una semana, ¿te gustaría venir conmigo entonces?—

—¿Yo?—

—Sí, tú... Verás, Inuyasha y Kikyo iban a venir pero se han dado cuenta de que están esperando un bebé... Así que... ¿Qué dices?— Ella se sintió feliz por su amiga, y aunque también le tenía la misma noticia a su prometido, decidió que lo mejor sería esperar. Tenía una cita en los próximos días para el primer ultrasonido, así que pensó que para su regreso le daría la buena nueva.

—Tal vez, debería quedarme en casa, no me he sentido muy bien. Además, esas reuniones de abogados son muy aburridas y solo sería un estorbo...— Le hizo saber con decisión.

—¿Sabes qué te voy a extrañar?— Le dijo mientras la envolvía entre sus brazos.

—Yo te extrañare más—

—Siento mucho que haya sido tan imprevisto este viaje, pero te compensaré cuando vuelva...— Besó la punta de su nariz y cogió su equipaje para salir por la puerta.

—¡Te amo!— La escuchó decir y de inmediato regresó sobre sus pasos para abrazarla una vez más y besarla apasionadamente. Luego de esto, ella le acompañó hasta la acera que estaba frente a la casa.

Se quedo de pie mientras lo veía guardar sus pertenencias en el maletero del taxi. Luego lo abordó y cerrando la puerta le hizo una señal de despedida con la mano. La joven mujer sintió una extraña opresión en el pecho mientras contemplaba como aquel vehículo se alejaba con rumbo al aeropuerto.

Se quedó breves instantes observando con melancolía como desaparecía ese automóvil de su vista.

Volvió al interior de la vivienda y suspiró, no tenía más de diez minutos que se había ido y ya lo extrañaba.

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—Puede pasar señorita Satō— Dejó las revistas sobre la mesa e ingresó al consultorio después de que le llamara la enfermera.

Observó con nerviosismo aquella habitación pintada de color blanco. El hombre de mediana edad le pidió que tomara asiento después de saludarla, a lo que ella obedeció con diligencia.

—Pues bien, hemos revisado sus estudios y no hay nada que impida el que usted pueda tener hijos—

—¿De verdad?— Se puso tan feliz que dio un pequeño aplauso.

¡No me sueltes!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora