10. Discusión.

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Llevando puesta su malla clara, camisa de seda rosa y perfectamente fajada, haciendo juego con sus botines y esa capa de tela gruesa, que últimamente había comenzado a usar, de color sangre. Mostrando cuan poderoso puede llegar a ser, y llevando en su mano ese látigo, que si bien no es necesario al montar, lo lleva de costumbre, es cuando entra a la mansión para despojarse sobre una silla y beber agua. Las sirvientas saludan con una reverencia y una a una comienzan a salir de la cocina, ya sea por mero respeto o para brindarle privacidad.

Las mira con curiosidad y sonriéndole a esas que hace apenas un mes atrás no podía mirar a los ojos porque sentía pena de sí mismo. Y claro, aún la siente, pero más que eso, también se siente comprendido. Pues él bien sabe que ellas ya se han enterado de la situación en la que se encuentra, pues apenas una semana atrás fue cuando discutió fuertemente con Harry, ese que se ha hecho llamar su esposo por largos meses pero no ha tenido suficiente capacidad para enfrentar la realidad.

La persona a la que pudo finalmente enfrentar cara a cara sin desmoronarse, esa noche en la que Zayn le dijo de una vez por todas que debía seguir su vida y luchar por su felicidad. Esa misma noche que sintió la diferencia con la que Zayn lo mira a como lo mira Harry. Ese momento en que tomó coraje de hacer comprender a Harry que la cicatriz que posee se está desvaneciendo.

Luego de beberse el agua, deposita el vaso de barro sobre la mesa de madera gruesa. El látigo sigue en su mano, y se cuestiona en si volver hasta el establo para dejarlo en su lugar o simplemente esperar a que una de las betas lo recoja de su habitación. Se decide por la segunda.

Le pesan los pies, pues gran parte del día lo pasó afuera. Una parte del tiempo junto a Zayn, y la otra la dedicó a pasear por el pueblo. Sonrió a quienes podía, y ellos respondían cortésmente. En realidad, en esos momentos olvidaba jerarquías, porque después de todo son personas que intentan jugársela para servirle, y él mal no les podía pagar.

Incluso en una de las tantas veces que salió de paseo con Zayn, éste le dijo que cualquiera que lo viera a distancia podría confundirlo con un inminente alfa. A lo que él sonoramente se echó a reír.

―Louis ―lo llama una voz a sus espaldas.

De inmediato conoce esa voz. Grave, tosca, rasposa. Se detiene en seco, dejando de jugar con el látigo en su mano. Alzando el mentón, pero aún sin girarse. Esperando a que el otro hable.

― ¿De dónde vienes? ―inquiere con poder reflejado en su voz. Demandando una explicación.

Louis inevitablemente sonríe con ironía, aún sin que este pueda mirarlo. Porque encuentra estúpida su pregunta, pero aún más su comportamiento de un momento a otro.

No le importa.

―Salí a tomar aire ―con la mirada al frente. Vuelve a su andar porque ha terminado de hablar, ha resuelto la duda de su esposo.

Sin embargo, el príncipe de ojos verdes vuelve a hablar.

― ¿Todo el día?

―El sofoco que trae la soledad lleva su tiempo debido de cura, Príncipe. Ahora si me permite, debo ir a descansar.

― ¿No tomarás la cena está noche?

―Me temo que no. Oh, y el Príncipe Zayn tampoco.

Harry queda solo en el pasillo, mirando cómo el príncipe se aleja sin siquiera mirar sobre su hombro. Por primera vez siente un tirón en su estómago, y no le está gustando nada.

Zayn tiene razón. Justo apenas hace menos de una hora discutió con él. Todo acerca de Louis. Y por primera vez también se meditó su comportamiento. Por primera vez quiso intentarlo, porque por primera vez alguien le hizo sentir culpabilidad de sus actos. Después de mucho tiempo comprendió que lo que hizo no estuvo bien. Meterse con alguien que no es su esposo, era tremendamente mal moralmente; así que meterla en la misma habitación que comparte con él era sobrepasar límites. Era ser un cabrón.

The Rose and the DaggerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora