The Rose and the Dagger

1. El Hechizo

España se encuentra de fiesta. Cualquier persona podría notarlo, incluso por su clima agradable, fresco y limpio. Por primera vez, los pueblos recibían a dos herederos el mismo día. Dos crías. De dos reinos. Tan merecedores de una celebración a lo grande.

Las betas, quienes eran las sirvientas, viajaban de aquí para allá por el Reino. Preparando todo para una celebración a lo grande. Todo el pueblo estaba invitado. Cabe decir que España estaba muy unida, los Reyes eran buenos amigos y ellas, sus esposas, las reinas, buenas amigas. Quienes se pusieron muy felices cuando supieron que estaban embarazadas.

Los caballeros limpiando su armadura y tomando posición en hileras, para recibir al nuevo heredero del trono. Un Príncipe, y próximo Rey. Una gran ceremonia se festejaría en su nombre. Ambos reinos de fiesta.

Robín Styles se encontraba con su preciosa omega, Anne Styles, sosteniéndole la mano, y dándole apoyo mientras la partera mandaba a las sirvientas por vasijas y sábanas nuevas. Del mismo modo que en el Reino de los Tomlinson. Con Dan Tomlinson, el Rey, a lado de su mujer, Johanna Tomlinson.

Curiosamente ambas mujeres se encontraron dando a luz exactamente a la vez, no tanto en referencia al día, sino también en su hora. Suceso extremadamente raro, pero asimismo, bonito e irreal. Ninguna de las familias supo del hecho al que se debía, no hasta que una hechicera, del pueblo, del Reino Tomlinson se envalentonó para aparecerse en el Reino antes de la hora dictada a la celebración.

―Señor ―habla temblorosa hacia el alfa que hacía la guardia ―, ¿podría avisar al Rey que estoy aquí por un motivo muy importante?

La mujer claramente padecía de temor. Suponía que estaba en una cuerda floja, de un lado tendría un agradecimiento y del otro la guillotina por tacharla de mentirosa. Pero ella bien sabía que era real. Ella lo vio con sus propios ojos, ella en sus cartas sabía que algo estaba mal desde meses atrás. Miraba esas nubes en los Reinos y ahora el resultado era aterrador. Esa bruja hechicera, esa princesa desdichada que ambos Reyes rechazaron y que ahora cobraba venganza. Por suerte esa omega está muerta, luego de un daño quizá irreparable. Ella siempre supo que esa princesa era mala. Siempre supo que el Reino de ese territorio estaba manchado, tenía maldad. Esa princesa Egipcia que no pudo adueñarse de ningún Reino porque a pesar de tanta maldad y poder, estaba sola, y poco a poco se debilitaba, moría.

―La Reina está dando a luz. No podría recibirla en este momento ―anunció el caballero que hacia la guardia del portón principal.

―Es importante. Se trata de su cría, debe hacérselo saber, por favor. Estoy dispuesta a esperar el tiempo necesario, pero él debe saber la información que tengo.

El alfa, la miró receloso, dejándola pasar al gran patio. Le ordenó que esperara y que ya volvía con una respuesta del Rey. Y así lo hizo, la guío hasta el castillo, llevándola por numerosos pasillos de concreto hasta que divisó al final del pasillo frente a una gran puerta a su Rey que la miraba con desconfianza.

―Señor ―se inclinó en una reverencia ―, soy la hechicera del pueblo, me he visto en la necesidad de molestarlo debido a que en mis cartas se predijo un hechizo en su reino, sobre su bebé ―el Rey endureció su rostro por lo que ella se apresuró a continuar ―, y ese hechizo fue lanzado por la princesa Ahlijah.

― ¿Está segura de eso? ―el Rey dudoso de la terrible revelación.

La omega asintió, cabizbaja e insegura de temor. Pero tenía que decirlo cuanto antes.

―El hechizo ha caído sobre su heredero ―repitió ―, y sobre el heredero del Reino Styles. Me temo decirle que hice lo posible por romper el hechizo, pero la magia utilizada es poderosa. Antes de morir, depositó todo su poder en ello.