Capítulo IV

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- Ella estará bien Victoria, solo dale tiempo- dice mi abuelo con una sonrisa de lado que más parece una mueca.

- ¿Por qué no despierta? ¿Y si nunca lo hace?- mi voz aún es ronca, aprieto más la mano de mi mamá queriendo que con ese simple gesto se despierte y me regañe porque le duele la mano, pero no es así, sigue con la mascarilla de oxígeno en su boca e inmóvil, igual a como la vi hace dos semanas.

- No digas esas cosas, se optimista- tiene razón, no debería de decir ese tipo de cosas pero no digo nada, mi abuelo resopla y yo solo me quedo mirando el rostro demacrado de mi madre que está sanando- Princesa ven conmigo vamos a tu cuarto, necesitas descansar, has hecho mucho esfuerzos el día de hoy- toma mi silla de ruedas, me lleva a mi habitación y me acuesta en mi cama.

- Que duermas bien, decanza- me da un beso en la frente y cuando está a punto de atravesar la puerta lo llamo.

-¿Si?

- Te amo abuelo, gracias por todo.

Me mira un poco extrañado, me regala una sonrisa magnífica- Yo también te amo hija, que descanses.

- Tu también- le regreso la sonrisa y desaparece por el pasillo.

Ha pasado otro mes y dos semanas, he mejorado mucho, ya puedo hablar y no dar simples balbuceos, además de eso ya puedo caminar más estable, aunque no puedo hablar de mis padres de la misma forma. Mi padre ni siquiera logro llegar al hospital vivo y mi mamá... Ha estado en coma dos meses y no hay señales de que despierte pronto, de pensar en todo esto me dan ganas de hecharme a llorar  sin control como lo hice las primeras semanas que estuve despierta. Pero me prometí a mí misma que sería fuerte por mí familia, nunca he sido del tipo que necesitan que la consuelen, y ya pasó mi tiempo de revolcarse en el lago de autocompasión por la situacion, tengo que ser fuerte, es lo que mi madre querría. Mi abuelo y abuela han sido mis pilares, es hora de que les vaya devolviendo lo mucho que me han dado, después de todo ellos tienen sus propias preocupaciones como padres.

Cada vez que intento dormir las imágenes del accidente aparecen frente a mí, ahora vivo a base de somníferos, pero hoy he decidido que no tomaré, quiero intentar dormir sin esas cosas aunque falle otra vez, me pongo a pensar en lo que ha pasado y pasará. No he tenido noticias del instituto, supongo que ya deben de haberse enterado de mi condición, el único amigo que me ha venido a visitar es Erick aunque se comporta de una manera extraña, más reservado que antes, le pregunté si los de mi clase sabían que estoy aquí a lo que me respondió que todo se había mantenido entre mis familiares, algunos empleados de mi padre y las autoridades del instituto y me explicó que el estaba aquí ya que su papá era empleado del mio y se había  enterado en la empresa. No se cuántos trabajos me enviarán para poder equilibrarme para estar al nivel de los demás en el instituto, seguramente muchos,  lo bueno, es que los doctores me han dicho que solo me quedan dos semanas más aquí.

Al día siguiente el doctor Melbourne entra a mi habitación con enfermeras, me revisa como siempre y se sienta a mi lado en la cama.

- Veo que has mejorado mucho estas dos últimas semanas Victoria, estoy impresionado y orgulloso con tu progreso. Seguramente ya querrás estar en casa ¿No?- El doctor Melbourne es no tan común doctor que se preocupa mucho por sus pacientes, he llegado a considerarlo un amigo.

- Si, ya sé que me ha dicho con anterioridad que me quedan dos semanas, pero ya que mi progreso va rápido me preguntaba si no podría irme a casa antes- digo con pena pues no quiero sonar tan desesperada como me siento. Melbourne me da una sonrisa de oreja a oreja.

- Pues te tengo una buena noticia, gracias a tu progreso ¡Podrás irte mañana! Solo que te tendrás que ir  con una enfermera que te ayude cuando lo necesites y para tu  terapia. Ahora mismo tus abuelos estan alistando el papeleo para que te puedas ir.- lo dice con mucha emoción, este tipo es un poco raro- Bueno, dicho esto, descansa, tendrás un día agitado mañana- Se levanta de la cama y se va, dejándome petrificada, no imaginaba que esas dos semanas en donde trabaje duro dieran frutos en tan poco tiempo, aunque también me da nostalgia mi mamá se queda aquí mientras yo me voy, pero la visitaré cuando pueda, eso seguro.

Mis abuelos entran unas horas después que el doctor, traen buena cara, los recibo con un abrazo y un beso.

- Ya veo que te dieron la enhorabuena cariño, nos alegramos que te vayas de aquí y vayas con nosotros a casa- mi abuela me da un ramo de rosas, mis favoritas.

- Gracias, no se hubieram molestado.

- Como crees, eres nuestra nieta preferida- me dice con un guiño.

- ¿Será porque soy la única?- todos damos unas carcajadas, es la primera vez que me río así desde que estoy aquí, la sensación es gratificante. Cuando cesan el ambiente se torna más serio.

- Tenemos que decirte algo Victoria- dice mi abuelo preocupado agarrando la mano de la abuela.

- Pues diganlo ya, no me mantengan en suspenso- les doy una sonrisa para aligerar el ambiente pero no funciona.

- Cuando salgas de aquí no te irás con nosotros de una vez... ¿Te acuerdas que tu madre dijo que tú padre te tenía que decir algo importante?- dijo nervioso. Supongo que temía por mí reacción, ya que no hemos hablado nada sobre el accidente. Asiento con la cabeza. ¿Quién les dijo que mi padre me tenía que decir algo? Y en tal caso, ¿Quién me va a decir lo que quería hacer?

- Van a venir empleados de tu padre a recogerte para llevarte a su casa, cuando terminen te llevarán a la nuestra, no te preocupes si quieres salir de ahí antes, solo tienes que decirlo- me dice con gesto tranquilizador, mi abuela hace una mueca, se nota que está enojada.

- Es... ta esta bien- no se lo que me espera mañana, solo sé que si quiero dejar toda esta historia atrás tengo que atar los cabos sueltos.

...

La mañana llega, voy saliendo del hospital, una enfermera empuja la  silla de ruedas, mis abuelos estan junto a mi, lo único de mi aspecto que alude a lo que pasó son los moratones de mi cara y el collarín, espero no usarlo tanto tiempo. No sé quién llegará para llevarme a la casa de mi padre, mis abuelos se completaron extraños hoy en la mañana cuando me prepararon para irme, el abuelo estaba serio, y la abuela más enojada de lo normal. En el pasillo el doctor Melbourne se encuentra sonriéndome con sus manos metidas a sus bolsillos.

- Me alegra tanto que ya estés bien- su sonrisa contagiosa característica sale a la luz y me da un abrazo- tal vez esté mal lo que estoy a punto de hacer, una de las reglas entre médicos y pacientes es no involucrarse- dice susurrandome al oído- pero... He llegado a quererte como una hija Victoria, aquí está mi numero; espero que me llames- se aleja y me da un papelito discretamente.

- Yo también lo he llegado a querer doctor Melbourne, y tenga por seguro que lo haré.

- Doctor Melbourne muchas gracias por hacer que nuestra pequeña se recuperará-el abuelo se acerca y le tiende la mano.

- No fui yo, fue ella la que se mantuvo fuerte- mira hacia mi dirección y le estrecha la mano a el abuelo.

- Bueno basta de despedidas. Qué te recuperes por completo Victoria, no olvides venir a tus revisiones- se va alejando poco a poco por el pasillo.

- ¡Adiós Doctor Melbourne!- decimos al unísono mis abuelos y yo.

Mientras más nos acercamos a la entrada siento que mi corazón se va a salir del pecho. No sé porque me encuentro tan nerviosa, tengo el presentimiento que lo que estoy a punto de saber no me va a gustar.

La Reina Plebeya Donde viven las historias. Descúbrelo ahora