Capítulo VI

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Hace nueve años...

Estábamos en un restaurante en el centro de la ciudad, por mi, nos sentamos en una mesa junto a la ventana para que yo pudiera ver el exterior, era tarde, ya se estaba ocultando el sol y estaba lloviendo; un paisaje digno de admirar y con el cual estaba fascinada, no paraba de verlo. Según mamá, papá tenía diez minutos de retraso, cosa que yo apenas había notado ya que me había distraído mirando el paisaje, jugado con mis muñecas todo ese tiempo y disfrutando de mi helado de chocolate. Era la primera vez que miraba a mi padre en nueve años, mi mamá nunca me había explicado porque se habían separado, cada vez que tocaba el tema se ponía de mal humor, y prefería dejarlo ahí.

Otros minutos pasaron y mi madre me tocó el hombro, cuando la voltee a ver tenía una sonrisa forzada en su rostro, esa era la que ponía cada que tocábamos el tema sobre papá y quería disimular su disgusto.

- Tesoro, mira quien llegó- su uña carmín me señaló la entrada del restaurante, un hombre en traje negro arrugado y sin corbata, había entrado  y se dirigía a nuestra mesa, en su mano llevaba una docena de rosas rojas, tenía el pelo negro alborotado y un poco húmedo por la lluvia, se miraba un poco desaliñado y fuera de lugar en el restaurante de comida rápida con ese atuendo. Su sonrisa blanca que llegaba hasta sus ojos marrones que me miraban directamente, iluminaban toda la estancia.

Mi mamá y yo nos levantamos de las sillas justo cuando él se detuvo delante de mí y se inclino un poco hacia abajo para quedar de mi altura.

- Lamento ser tan maleducado de llegar tarde a la cita que tengo con una hermosa princesa. ¿Será tan gentil de disculpar a este caballero por tal descortesía?- me ofreció el ramo de rosas y lo agarre.

Con ese trato para los que  me conocieran en  aquella época dirían  que ya me tendría  comiendo de su mano porque a pesar de tener siete años estaba obsesionada con las princesas y reinos desde que tenía memoria. Aunque no fue así... Hace un tiempo me di cuenta de que me hacía falta un padre... No es que despreciara a mi  madre, pero ver a mis otras compañeras teniendo a sus dos padres, me daba envidia, quería lo mismo que ellas, un padre amoroso que las quisiera a ellas y a su mamá, aunque en algunos casos estaban separados, a los padres en días importantes los miraba con ellas...Las cartas del día del padre, los actos dedicados para ese día... Siempre estaba mi mamá allí, pero de alguna manera siempre sentía un vacío, aunque nunca estuviera conmigo, ni mi madre hablara sobre él, sabía que existía y sentía mucha curiosidad de saber cómo era él y como seria tenerlo en mi vida.

- ¡Por supuesto que sí! Usted esta disculpado, señor caballero- fue tan espontáneo que nadie lo esperaba, ni yo. Le di un beso fugaz en la mejilla y lo abrace como si lo conociera de toda la vida, como si siempre hubiéramos estado juntos. Mi padre tardo un poco en reaccionar y rodearme con sus brazos. Pasaron minutos creo... Tal vez más, hasta que finalmente me aparto y me miró a los ojos, los tenía cristalizados...

- Después de comer... ¿Podríamos ir a jugar a mi casa?- pregunté un poco insegura, después de todo nos acabábamos de conocer y no sabía si estaba ocupado. Su sonrisa se borró por un momento y me vio extrañado, pero después volvió a invadir su rostro.

- ¡Claro que sí! Te prometo que jugaremos a lo que quieras...- ahora el fue el que me abrazó y con la voz entrecortada murmuró contra mi oído- También prometo no dejarte otra vez...- se me llenaron los ojos de lágrimas, había soñado con ver a mi papá muchas veces, pero... Cuando lo viví, fue mejor que en todos mis sueños.

Recuerdo ese día como si fuera ayer, fue uno de los más felices que tuve. ¿Por qué precisamente llega eso a mi mente ahora? ¿Por qué atormentarme más? Mi mirada había quedado fija en el ventanal delante mio la que ahora sabía que era mi otra abuela, se había quedado en silencio un buen rato. Entonces... ¿Eso era lo que mi padre me quería decir? ¿Qué pertenecía a la realeza o perteneciamos...? ¿Por qué mentir? Y como si me estuviera leyendo la mente, Helena empieza a hablar.

La Reina Plebeya Donde viven las historias. Descúbrelo ahora