Capítulo V

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Hay una camioneta negra que está parada en la entrada del hospital hay un hbre vestido de traje negro que está sosteniendo la puerta trasera que está abierta, supongo que es un guardaespaldas, había visto que mi padre llevaba unos cuantos las veces que salíamos. La enfermera para de empujar la silla de ruedas, se retira hacia adentro del hospital y el abuelo se mueve para estar frente a mí.

- Recuerda, puedes irte cuando lo desees, Vic- dice en tono preocupado.

- Si, lo sé. Gracias- mi abuela se acerca junto a el abuelo, me aprieta la rodilla en un gesto cariñoso.

- Se fuerte Victoria, te amamos- la voz se le quiebra y se le humedecen los ojos, está melancolica, lo noto.

- ¿Por... Qué?- dejo la frase a medias, el hombre vestido de traje negro viene a mi encuentro y los abuelos se van hacia un lado para que pueda estar frente a mí.

- Señorita Campbell, seré su chófer que la llevara hacia su destino. Permítame ayudarle- sin que me deje decir apenas una palabra agarra la silla de ruedas, la acerca a la puerta del auto, me carga, me mete dentro y cierra la puerta. Me quedo mirando a mis abuelo en la entrada a través del vidrio polarizado, el abuelo está abrazando a la abuela, pareciera que tienen cierta reticencia al dejarme ir.

Noto un movimiento y el sonido de alguien tecleando en una laptop en el otro asiento, ahí es cuando me doy cuenta que no estoy sola, hay alguien más, es una mujer, creo es mayor que yo, tiene el pelo castaño y está súper concentrada en lo que hace.

- ¿Hola?- digo un tanto insegura- ¿Quién eres?- quedamos un minuto en silencio hasta que cierra la laptop de un solo tirón sobresaltandome.

- Lo lamento, no me había dado cuenta que ya había llega Alte.... Seño.. señorita Victoria-tartamudea y se frota las manos nerviosa- ¡Pero que grosera soy! No me he presentado. Soy Samantha Ward, era asistente personal y manejaba a los medios en la empresa de tu padre- una mirada de tristeza cruza por sus ojos cristalinos- Un gusto conocerte- me tiende la mano para que la apriete, estiró la mano y se le devuelvo el apretón.

Su voz y su nombre se me hacen conocidos, no sé de dónde, pero en algún lugar los he oído. Rápidamente me olvido de ese detalle cuando me percato en lo joven que es para ser una asistente personal.

- ¿Cuántos años tienes?- la pregunta sale de repente sin que la haya siquiera procesado. Una risa divertida sale de su garganta.

- Creo que todos me miran demasiado joven para el puesto- deja de hablar sea tomar una botella de agua y tomarla- Por cierto, tengo 19 años, solo dos más que usted.

- En primer lugar ¿Cómo sabes eso? En segundo, no me hables de usted me siento demasiado vieja cuando se refieren a mi de esa manera, y en tercero ¿Quien quiere hablar conmigo en la casa de mi padre? Cuarto. ¿Por que vengo sola y no acompañada por mis abuelos?- la última pregunta es más por curiosidad, si ella fue la asistente de mi padre ha de saber algo al respecto.

- Lo sé porque su padre siempre hablaba de usted, aunque haya sido en lo más mínimo casi siempre sacaba a aludir alguna cualidad suya. En cuanto a lo segundo, me temo que me será imposible, tengo órdenes estrictas de tratarla de esa manera Señorita Victoria. Para la respuesta de la tercera pregunta, tampoco tengo permitido decírselo, tendrá que esperar a averiguarlo cuando estemos allá. Y para la última, la persona quién la cito a usted en la casa de su padre, ha dicho que no quiere hablar nada más que con usted, si se preocupa por su seguridad no hay por que temer aquí estará segura- me dice volviendo a teclear en la computadora.

-¿Y puedo saber quién le da esas órdenes? Y ¿Quien me garantiza que estaré segura?- me estoy comenzando a irritar, nadie me dice nada, voy a un camino sin saber su rumbo y eso me irrita.

La Reina Plebeya Donde viven las historias. Descúbrelo ahora