Capítulo 6

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Nerea

El alta tuvo lugar pocos días después, aunque los resultados de los análisis no fueran los esperados, llenando así  mi cuerpo de pastillas. Cualquiera se pensaría que soy una drogadicta. Me dieron cita para que volviera a la clínica dentro de cuatro días para obtener los resultados definitivos y saber lo que me paso. El médico ya me había dejado bastante claro que algo no iba bien en el funcionamiento de mi cuerpo pero no quería alarmarme tan pronto. Solo quería que todo esto acabase y pudiera disfrutar del verano que tanto me merecía  y había deseado. Tenía todo planeado, desde la escapada romántica con Cesar, de la cual se encargaba el o eso me dijo, hasta el viaje con mi familia.

Salí un poco del hospital a cuestas porque mi cuerpo aún tenía que estirarse después de diez días ahí metida. Me alegraba mucho poder respirar de nuevo aire fresco y no con un ligero olor a cerrado y medicamentos. Cesar estaba a mi lado cogiéndome del brazo para que me fuera más fácil moverme y sostenerme en pie. No se había separado de mí en los días que estuve allí. Había estado sufriendo mucho y por su mirada, aunque quiera aparentar estar bien, aun lo seguía estando. Y lo entendía por eso decidí no decir nada. Me monté en el coche de mi madre y condujo hasta casa a una velocidad bastante lenta la cual me estaba haciendo el viaje eterno. No era culpa suyo si no del médico que la había dicho que podría marearme con facilidad y mi madre era como era y sinceramente por mucho que sea ella y esté preocupada sabía que me iba a atosigar de más y a cansarme un poco. Pero solo un poco. Los años de experiencia hacen que este acostumbrada.

A los treinta minutos, a velocidad normal veinte, llegamos a casa por fin. Baje del coche despacio y me puse en marcha para entrar por la puerta cuanto antes.

-          Cariño, deberías ir más despacio. El medico ha dicho...

-          Mamá me da igual ahora mismo lo que haya dicho el médico. Lo único que quiero ahora mismo es tirarme en el sofá y ver algo que no sea el telediario. – mi madre comenzó a reírse – Porque te recuerdo que mi compañero de cuarto no ponía otra cosa.

Mi mirada parecía de enfado pero realmente era de felicidad al verla sonreír después de todos estos días. No podía juzgarla ni enfadarme con ella. Volví a comenzar a andar mientras los demás sacaban de sacar todas las cosas del maletero. Llegue a la puerta y me di cuenta de que estaba abierta. ¿Habían entrado a robar? Empuje la puerta poco a poco algo asustada. Cuando estuvo abierta de par en par observé que estaba todo a oscuras, persianas bajadas, cortinas cerradas. Como si nadie hubiera estado allí durante días y me era muy extraño. Con valentía y diciéndome a mí misma que no había nadie en casa, entré y encendí la luz del hall. En cuanto lo hice un montón de personas saltaron a mi encuentro,

-          ¡Bienvenida a casa!- gritaron todos animadamente.

Yo pegue tan grito y brinco del susto que casi me caigo al suelo. En ese instante sentía una mezcla de emoción y de querer matar a todos por aquel detalle que habían tenido. Sé que todos habían estado preocupados por mí culpa, mi madre me lo había hecho saber el día que desperté. Lo primero que recordé fue el día de mi graduación y todos celebrándolo, después de eso todo se volvió muy negro y se desvaneció.

Las primeras que vinieron hacia mi fueron mis amigas. Corriendo como locas por mi casa llegaron como locas a abrazarme y a hacerme saber lo mucho que me habían echado de menos todos estos días. Me besuquearon, mimaron e incluso aplastaron de tal forma que tuve que pedir auxilio a Cesar. Pero el capullo de él se reía de mi desde la lejanía y leyendo sus labios averigüe que decía "Sal de ahí tu solita". De esa me vengaba y bien que él lo sabía pero no podía negarme a mí misma que me encantaba verle sonreír así y disfrutar al igual que a mis amigas. Ahora estaba realmente feliz.

Cuando estas se alejaron los demás invitados se acercaron a mí para ver que tal estaba, felicitarme por mi graduación y desearme lo mejor. Me encantó ver a familiares que hacía años que no había visto por problemas de distancia. De verdad que estaba súper feliz.

-          Deberías sentarte un poco en el sofá – una voz dulce me susurro al oído a la vez que me agarraba de la cintura.

-          Es mi deber mantenerme firme y demostrar que estoy perfecta – me di la vuelta y le di un beso en los labios.

-          Pero ambos sabemos que no lo estas. Conozco tu cuerpo, tus movimientos, todo cariño y sé que estas agotada.

-          Es imposible engañarte ni un poquito – me reí – Y si estoy machacada, agotada, para el arrastre pero déjame un poquito más disfrutar. Por favor

Le puse esos pucheritos que sabía que no podría resistirse. Cesar me lo consentía todo.

-          Está bien, tú ganas señorita pucheros pero volveré en un rato a por ti. Tu madre ha solicitado mis servicios para ayudarla con tu equipaje. – se acercó a mí y me dio un beso en la frente – No tardaré.

Vi cómo se alejaba y subía las escaleras. Deje de verle.

Me sentía muy culpable por mentirle de esa forma pero no quería preocuparle más después de todo pero yo misma sabía que no estaba bien y que mi propio cuerpo no me podía sostener en pie mucho más. ¿Qué me estaba pasando? ¿Por qué me sentía tan cansada, me dolía tanto los huesos, las articulaciones, todo? No eran unas simples agujetas y no me hacía falta ser médico para saber que los resultados médicos no iban a ser buenos del todo.

 ¿Qué me estaba pasando? ¿Por qué me sentía tan cansada, me dolía tanto los huesos, las articulaciones, todo? No eran unas simples agujetas y no me hacía falta ser médico para saber que los resultados médicos no iban a ser buenos del todo

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Espero que os guste este capítulo aunque sea algo simple pero ¡dentro de poco averiguaremos que le pasa a Nerea! Se que he tardado mucho pero he acabado el curso hace poco y estoy retomándolo ya de nuevo. Así que os pido disculpas de verdad. Un besito enorme. Paula.

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⏰ Última actualización: Jul 06, 2018 ⏰

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