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Tyler entró a su casa con una enorme sonrisa, feliz, orgulloso de sí mismo, dispuesto a contarle a su madre las buenas nuevas sobre su nuevo empleo en el famoso L'art du ciel, pero su sonrisa se borró brevemente al ver a su madre recostada en el viejo sillón individual.

-Madre - habló y se acercó a ella. -Madre despierta.

Tyler sacudió el cuerpo de su anciana madre y la miró con pena, era una señora ya mayor y enferma, de unos sesenta y pico de años ya, la había tenido a los cuarenta y cuatro años en un extraño caso de la naturaleza. Su padre no estaba con ellos, había muerto de un terrible cáncer de próstata durante los años dorados de la pareja, y nueve meses después había nacido Tyler. Todos los días su madre se dedicaba a recordarle el bello milagro que era, y lo parecido que era a su padre, la misma pasión y adoración por las cosas, todo lo que Tyler conocía de su padre lo hacía gracias a su madre.

La anciana mujer abrió los ojos para ver a su hijo, y sonrió ampliamente formando arrugas debajo de sus ojos grises.

-Madre, lo he conseguido- murmuró Tyler contento. -El empleo es mío, mío, mío.

-Oh, mon fils, sabía que lo conseguirías- sostuvo su mano y la besó débilmente. -No sabes lo orgullosa que estoy de ti, y tu padre también lo estaría.

-Lo sé. No sabes lo feliz que estoy.

-¿Ya se lo contaste a tu noviecito ese...? ¿Cuál era su nombre?- suspiró agotada.

Tyler se incorporó poniendo los ojos en blanco.

-Te acuerdas de todos los nombres menos el de mi novio.

-Es que no me agrada ese Jorge, mon fils, ya te lo he dicho.

Tyler rió suavemente y puso los ojos en blanco.

-George, mamá, no Jorge.

L'art du cielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora