El sol se estaba ocultando. El día en el desierto era amargo. El agua estaba escaseando y la temperatura no hacía más que aumentar. Sin embargo, cuando la oscuridad de la noche se apoderaba de él, no podía hacer más que pensar en su hija. A kilómetros de su hogar tenía una familia que lo esperaba. Su niña había cumplido ya tres años la semana pasada y, aunque había prometido estar ahí, esto era más importante. Pues, que podría ser más primordial que asegurarle un futuro. Su familia era todo lo que el tenia, pero si estar aquí significaba luchar por ellos estaba dispuesto a todo. Cuando se enlistó, el discurso del presidente lo había conmovido.
Y, ¿Cómo no iba a tener razón? No simplemente habían sido humillados, sino que también usados y pisoteados. No eran tratados como seres humanos. Eran considerados peor que esclavos, escoria. Maquinas que podían ser utilizadas y desechadas. Peones en un juego de ajedrez del cual no tenían elección. Y ¿en qué sentido se sentían ellos superiores para hacerlo? Nadie los había nombrado monarcas. Nadie los había profetizado como dioses. Eran tan mortales y naturales como ellos. Y siendo así como ellos, ¿Qué esperaban como respuesta? ¿Sumisión? Esto sólo podía responderse con justicia. Ellos estaban cortando las cadenas que los ataban a sus enemigos. Ellos no querían ser más que ellos. Pero deseaban ser tratados como las personas que eran. Ellos les habían enseñado el arte de la violencia, ahora era su turno de ejecutar la venganza. O al menos esto se decía a si mismo todos los días.
A veces era difícil no perder la vista del objetivo. Sabía la causa, sabía el ideal que tenía que defender, pero en ciertas ocasiones el sufrimiento parecía mutuo. En ciertas ocasiones, los soldados a los que hería, aquellos a los que mataba, parecían ser sólo un reflejo de él. Peleando por ideales mayores que ellos. Luchando una guerra que quizá no les pertenecía. En esos momentos sólo podía dudar. Sufría por gente que nunca había conocido y jamás lo haría. Se lamentaba la perdida de aquellos que quedarían atrás. Porque quizá aquella no era la forma de alcanzar la igualdad. ¿Qué tal si la guerra sólo engendraba más violencia? Todo aquello lo hacía sentirse tan diminuto pero ahí estaba. Fue entonces cuando escucho el primer disparo.
Justo cuando el ultimo rayo de sol se escondía. Poniendo guardia lo habían tomado desprevenido. El primer disparo formo un hueco en su pierna, el segundo en su corazón. Y lentamente observo como aquel soldado se acercaba. Debía tener unos 20 años, mucho menor que él. Y aun con todo lo que sabía sobre la guerra, sólo pudo preguntarse si ese soldado sentiría su muerte. Si él también se lamentaría. Y mientras una oscuridad que a cada segundo se acercaba a él, sólo pudo pensar en su hija. En aquel primer llanto al nacer, en aquella primera sonrisa, en su felicidad al verla. Sonrió esperando volver a verlas otra vez.
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Relatos
Short StoryConjunto de varios cuentos, todos ellos experimentos narrativos de un escribidor novato.