En el Fin del Mundo

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Estaban juntos los dos, tomados de la mano, presenciando el fin del mundo. Después de haber escuchado tanta palabrería, tantas noticias falsas para llamar la atención, pensaron que solo se trataba de falsos profetas. Los habían escuchado ya, años atrás, y no era algo nuevo para ellos. Sin embargo, esta vez era real, estando en la calle, todo colapsaba a su alrededor. No había a donde huir, ni un tan solo lugar donde esconderse. Sin importar a donde fuesen, el final los alcanzaría.

Por ello, sin saber qué hacer, decidieron tomar un largo paseo. Las manos de ambos estaban sudorosas de nerviosismo, y de no ser por el fuerte agarre de él, ya ambos se habrían separado. Pero nadie quiere estar solo, no en el fin del mundo. A donde quiera que fuesen, podían observar como todo se derrumbaba. El café donde tuvieron su primera cita, el parque donde leían juntos, incluso el cine al que solían asistir, todo aquello no era más que una pila de escombros. Aquellos lugares, que habían sido testigos mudos de su amor. Preciosos espacios, que ahora no existían más que en sus recuerdos.

De pronto, pasaron por un vecindario que se les hacía conocido, a pesar de todo el desorden que había. Sin haber caminado mucho, se encontraron enfrente al hogar ella. Sus padres, seguramente estaban adentro cuando todo sucedió, pero ya no había nada que hacer. Ahora, él jamás podría volver a entrar a aquella casa, donde tantas diversiones, había pasado. Nunca volvería a tratar a los padres, que a pesar de haberles temido un poco, les tenía tanto afecto. Sin derramar ni siquiera una lagrima, ella siguió caminando con él, apretando su mano fuertemente. Estando los dos un poco cansados, decidieron sentarse en el duro pavimento de la calle un momento. Los carros hacía tiempo habían dejado de andar, y estar ahí no era un peligro.

Charlaron de todo un poco. Poniéndose al día, no pensaban dejar nada atrás. Después de estar tanto tiempo, juntos, los recuerdos les parecían algo difusos, situaciones distantes, que para su memoria era difícil alcanzar. Hablaron un largo rato, y a veces durante algunos segundos, sentían que eran unos completos desconocidos. Como si lo que conociesen, fueran máscaras, de personas con un rostro totalmente diferente al pensaban. Había tanto que él no conocía de ella, tantas cosas que ambos habían ocultado. Misterios, con los que pensaron podían morir. Pero nada permanece enterrado por siempre, al menos no durante el fin del mundo.

Luego de sentirse descansados, decidieron continuar su recorrido. Está vez tuvieron que acelerar su paso, pues incluso el suelo se estaba sosteniéndolos, se venía abajo. Juntos, ascendieron un por una gran colina. La recordaban bien, quizá como la palma de sus manos, pues era aquel lugar donde se habían dado su primer beso. Al llegar a la cima, pudieron contemplarlo todo. Podían mirar como el fin se acercaba a ellos. Como todo estaba ya perdido. Como cualquier intento de cambiar las cosas era fútil. Sin nada que hacer, sellaron todo en un abrazo. Sus sentimientos, pensamientos, ideales para un futuro, todas aquellas promesas que habían hecho, todo aquello quedaba en aquel último acto de amor. Un pacto que duro hasta que la oscuridad se cernió sobre ellos.

Al despertar, él se encontraba en su cama, como todos los días antes de ese. Sus padres, al igual que siempre, estaban tomando el desayuno en la misma mesa de todas las mañanas. Sin embargo, tenía un amargo sabor en la boca del cual no podía escapar. No importaba cuanto jugo bebiese, ni cuantas veces se cepillase los dientes. Aquella nefasta sensación se arrastraba incluso hasta sus entrañas. Caminó, por todos los lugares donde había estado antes. Pero todo le parecía distinto, como si un velo hubiese cubierto sus ojos y cambiado su perspectiva. Los parques, los centros, los restaurantes, todo había perdido cierto en canto. La luz, ya no llegaba a ellos de la misma forma en que lo había hecho antes. Incluso en el fin, todo aquello había tenido cierta magia. Solo, continúo su camino hasta la cima de la colina. Pero al llegar, incluso aquel lugar donde el cielo había sido espectador de tantas pasiones, parecía fúnebre y apagado. Entendió entonces, lo que era el final. Lo que significaba estar sin la presencia de un amante, sin un acelerado corazón palpitante, sin el éxtasis ni la euforia de sentir el roce de unos labios, ni el tenue calor de un abrazo. En aquel lugar, yacio arrodillado, presenciando un nuevo mundo sin ella.

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