Dios

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Click. El frio metal de la pistola me helaba la mano. Su peso, me resultaba casi imperceptible. Tac tac. Mis pasos eran cortos. En aquel pasillo largo reinaba la oscuridad. Sin embargo, desde aquella extraña habitación a la que yo tenía intención de ir a parar, surgía una espectral luminosidad. Boom. Podía escuchar el ruido desde lejos. En la ciudad. Quizá en el distrito central o en un recóndito lugar. Pero en algún espacio de aquella selva de edificios, un desastre se estaba llevando acabo.

Zas. La puerta cedió con facilidad. Pero la luz. Aquel tétrico elemento, no parecía provenir de ahí. No. Las ventanas de aquella habitación, no eran más que puertas, que dejaban entrar al demoniaco invitado, con un amable afán. Pero no era esto lo que me asustaba. Aquello no me podía lastimar. Sin embargo, la sombra. Aquella presencia, para quien la luz era imprescindible, era lo que llamaba mi atención. Observaba. No sé exactamente el que. Pero yacía ahí parado. Mirando algo distante, que yo parecía no poder entender.

Clap. Mis manos juntaron. De apretar el gatillo, la bala seguramente lo atravesaría. El sonido. Aquel ser pareció notarlo. Pero al voltear, no se miraba sorprendido. A pesar del cigarrillo en su boca, estaba seguro que, en su rostro se dibujaba una sonrisa al verme. La pistola tembló. Su mano se había elevado, para coger lo que tenía entre sus labios. El humo, salía tan natural de él, que me extrañaría que no tuviese siempre uno encendido. Miró su reloj, mientras inspiraba nuevamente. Frunció el ceño. "Tardaste más de lo que esperaba, pero supongo que no es un problema" dijo mientras se volteaba nuevamente.

Tac. Me acercaba lentamente. ¿Esperaba? ¿Sabía que venía por él? ¿Por qué no huir a donde no podríamos alcanzarlo? Podría haber sido el crimen perfecto. El caso jamás habría sido resuelto, habría vivido hasta los ochenta quizá, con la certeza que nunca lo atraparíamos. Pero ahí estaba. No fue hasta que me estuve frente a la ventana, que pude entenderlo. No todo. Sólo una pizca. Lo suficiente para saber, porque se había quedado. Aquel espectáculo de sangre y violencia que brotaba por toda la ciudad, la incertidumbre de un mañana, el extraño presente del cual él mismo era la causa, se había quedado a contemplar el macabro producto de sus acciones. Triz. Algo se quebró. En lo profundo de mi ser. Alguna pieza funcional de mi conciencia racional. Observar aquello me hacía dudar de mi propia realidad. "¿Por qué?¨ alcancé a tartamudear, sin apartar mi vista de aquello.

"¿Por qué?" murmuró. Estábamos en el piso diez del edificio. Desde ahí, los carros chocando eran visibles. Las personas luchando. El fuego de múltiples incendios que no solo quemaban casas y locales, sino también la voluntad de los hombres, para creer que quizá aquello no era el fin de una vida que habían creado. La persona a mi lado había hecho todo eso. Mas aquello sólo era la punta del iceberg. Mis manos bajaron a mi costado. Quizá no debía bajar la guardia. Pero sentirlo tan tranquilo. La calma del olor del humo de tabaco, me hacía dudar de su peligrosidad. "He tenido una pesadilla últimamente" mencionó suficientemente fuerte, para que se pudiese escuchar sobre los gritos de desamparo.

"Si, eso es. Un sueño aterrador. Ya debe conocer usted la facultad de los sueños. Esos extraños lugares a donde vamos a dormir. Un país desconocido para la razón, donde el presente y la fantasía se mezclan en una sustancia tan homogénea, que resulta difícil diferenciar lo uno de lo otro, creando así una nueva realidad alejada de esta. Podríamos decir entonces, que he estado atrapado en un mal sueño. Al principio la ilusión parecía inverosímil. Pero a media me adentraba en más en esta, más la entendía. Más se volvía mi realidad. ¿Ha tenido usted uno de esos sueños detective?"

Sus palabras terminaron siendo como un viento, que causaba conmoción en mi ser. ¿Qué tenía que ver un sueño con todo aquello? ¿Cómo algo tan insignificante podía causar la muerte de tantas personas? ¿Qué horror era capaz de mostrar la verdad de la naturaleza humana? Las dudas no dejaban de asaltar mi mente. Pero aquella figura no se conmovía, incluso los actos más banales, causados por las feroces intensiones de la humanidad, parecían serle indiferentes. "¿De qué era el sueño?" pregunté mientras lamentaba no haber podido reprimir mi curiosidad. Un pequeño temblor nos asaltó a ambos. Una bomba había detonado en el edificio. Más aquello no era suficiente para sacarnos de ahí.

RelatosWhere stories live. Discover now