El Rey

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Walter se encontraba sentado en una banca mirando el monumento. El día era gris y gélido, igual al día en el que él había muerto. Pero a pesar de los años la estatua seguía ahí, perenne. De alguna forma él seguía guiándolos después de haber partido. En pocas semanas se cumplirían los diez años desde la muerte del rey. Aun recordaba lo mucho que le había dolido. Más que un rey había sido como un padre para él. Lo había acogido durante su niñez y lo había criado como un hijo. Siempre lo había mantenido bajo su ala y al necesitar un ayudante no pensó en nadie más que él. El rey siempre había peleado por las causas del pueblo, de su gente. A pesar que muchos no lo conocieron, todo lo pueblo lo veneraba. Había sido él quien peleo con los ricos para ayudar a los pobres. En su juventud derrocó a cualquier tirano que intentará quitarle la libertad al pueblo. Fue gracias a su lucha y dedicación que tras años de trabajo llegaron a un momento de paz. Había logrado hacer alianzas con los reinos vecinos. La economía se había disparado a las nubes y los pobres tenían comida todos los días. Fue en contra de lo que todos los reinos hacían y ofreció educación para los trabajadores. Era el primer rey que había levantado tanto la nación. Incluso diez años después de su muerte todos seguían cargando sus ideales. Todos seguían trabajando en el sueño que él había tenido. Un reino prospero donde nadie tuviera que sufrir. Y aun cuando Walter sentía que no era un digno sucesor seguía ese camino. Se lo debía a él por haberlo hecho un hombre. Por salvarle de la pobreza. Visitaba el monumento a diario para nunca olvidar la deuda que tenía con su padre. Y fue sólo cuando divagaba en estos pensamientos que un súbdito se le acerco. Arrodillado ante su majestad dijo: "Señor perdonadme que lo moleste a pesar de lo que usted ha ordenado, pero siento que es necesario que vea esto". El hombre le mostro la caja que traía consigo. "Tal como lo ordenado, estaba limpiando su habitación. Al mover un poco la cama, esto se cayó, creo que le pertenecía a su padre señor." Walter tomo la caja. Era simple y sin relieves, a primera vista no parecía guardar ninguna relación con el rey. No fue hasta abrirla que supo que era de él, que la imagen de su padre se destrozó. Dentro había varias fotografías. Provenían de un artefacto que había salido algunos años luego de que su padre lo acogiera. En las fotos aparecía su padre, pero no era aquello lo que más lo horrorizaba. Sino su acompañante en cada foto. En todas salía un niño acompañándolo, pero ese no era el rasgo que más resaltaba. Era la ausencia de ropa que había hecho que Walter empezara a llorar. Lentamente paso de una fotografía a otra, observando la crueldad que cada una presentaba. Algunas lo eran más que otras, varias le hicieron querer irse de ahí. Ir hasta la tumba de aquel que había considerado su padre y preguntarle porque. ¿Por qué había hecho todo eso? Pero más que todo, la duda que lo estaba comiendo por dentro era si había hecho semejante cosa con él. Un acto de tortura que él no recordara. Un tormento que se pudiera haber extraviado en su memoria. Entre lágrimas y escalofríos el súbdito le pregunto "¿Deberíamos mostrarlas al pueblo mi señor? "

Por más que se sintiese traicionado Walter tuvo que cerrar la caja. El reino no había visto tanta prosperidad desde sus inicios. Por primera en mucho tiempo el futuro se miraba prometedor. La gente sabía que estaba luchando por algo noble. ¿Qué sentirían al saber que su más grande héroe era un monstruo? ¿Lo aceptarían o se pondrían en marcha para destruir lo que el monstruo había creado? No podía arriesgarse. Por más dolor que aquello le provocara tenía que olvidarlo. Se levantó y le dijo: "Yo me encargaré de esto, ni una palabra de lo que has visto hoy. Es mejor que todos sigan un ideal, es más valioso que la persona que lo creo." Sin decir nada más se marchó. Fue a la habitación de calderas, donde las fotos arderían en el fuego igual que su padre en el infierno.

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