Capítulo 1. En casa extraña

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Sus ojos se abren, un rayo de luz se cuela por el resquicio de la persiana, un pájaro trina más allá de la ventana, un ruido seco golpea la puerta, de nuevo cierra los ojos, el susurro de varias voces se escucha en la estancia... una mano se apoya en su frente, de nuevo las voces hablando entre ellas, un nuevo ruido más cerca, antes de oírse la puerta, para una vez más hacerse el silencio en aquel lugar.

Ahora consciente cuenta hasta diez antes de abrir una vez más los ojos, para fijarse en la estancia, para darse cuenta de que al final de la misma en una silla, dos ojos extraños la observan antes de levantarse en su dirección. Como si pudiera librarse de una pesadilla vuelve a cerrar los ojos, antes de sentir una vez más aquella mano en su frente que la retira el pelo de forma suave y cariñosa, como cuando su madre lo hacía de pequeña.

—Hola —le dice aquella persona de forma dulce antes de hacerse el silencio, antes de oír el chirriar de la persiana subiendo lo suficiente para que un chorro de luz matutina ilumine aquella habitación. 

—Te he dejado un caldo en la mesilla, te vendrá bien —la dice aquella voz de nuevo, antes de ver como le da la espalda para en dirección a la puerta salir de la estancia, momento en el que ella se incorpora a duras penas en la cama.

Confundida mira alrededor consciente de que está en un lugar extraño, una habitación que no es la suya por mucho que intente recordarlo, el dolor de cabeza amenaza con tumbarla de nuevo en la cama si bien observa un par de píldoras junto a la taza, que recoge junto a esta para con pequeños sorbos tomarse ambas. Algo más centrada se acomoda en el colchón mientras observa con más atención algunos pequeños detalles, un precioso galán junto a un aparador de madera color caoba sobre el que se encuentra una fotografía, en la cual aparecen dos personas que sonriendo se encuentran detenidas frente a la orilla del mar, una de ellas la mujer que hace poco ha salido por la puerta, una estampa de ensueño de la que seguro los protagonistas disfrutaron según puede observar en su rostro.

Pese al caldo la sensación de tener la boca seca y pastosa no le desaparece, es más, el dolor de cabeza lejos de remitir parece que aumenta, por no mencionar la terrible sensación de haber dormido durante meses, todo antes de cerrar de nuevo los ojos un instante, ojos que abre cuando su cuerpo se queja por las molestias y dolores que siente en sus brazos, que observa entre alarmada y asustada, justo cuando de nuevo el picaporte gira para abrirse la puerta.

«Pero que...?» se pregunta mientras levanta la vista en dirección a la recién llegada, como si  buscara  respuestas, respuestas que expliquen porque sus brazos están marcados por cigarrillos, porque las laceraciones de las muñecas son tan profundas, mientras alterna su mirada entre las mismas y aquella mujer que se aproxima hasta ella.

—Te duele? —le pregunta esta antes de asentir—, hasta ayer los tenías tapados, pero es mejor una vez ya cicatrizado que le dé un poco el aire —le dice si bien su cabeza se nubla, incapaz de prestar atención ante las palabras de aquella mujer que y...

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—Te duele? —le pregunta esta antes de asentir—, hasta ayer los tenías tapados, pero es mejor una vez ya cicatrizado que le dé un poco el aire —le dice si bien su cabeza se nubla, incapaz de prestar atención ante las palabras de aquella mujer que ya cerca se sienta en la cama, justo en el instante en el que le coge las manos de forma cariñosa para decirle su nombre, «Claudia», momento en el que su mente se aclara como un rayo de sol en un día nublado para recordar el suyo.

Saga Vecinos: Patricia      (publicando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora