Capítulo 6. Giros inesperados

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—Hola preciosa, despierta... —las suaves palabras dan paso a un dulce beso en la mejilla, antes de que el peso de su padre en la cama la hagan bascular en su dirección, haciendo que Patricia le mire a la cara, momento en el cual tras sonreirle una vez más, levante los brazos en busca de un nuevo beso. Una escena que aunque se repetía con frecuencia sobre todo los fines de semana, es tal vez el recuerdo más bonito y emotivo que Patricia conserva de aquel primer año.

Porque es curioso que tras el mismo en aquel nuevo país, el balance del mismo según se le pregunte a uno u otro puede ser distinto. Tal vez para sus padres como adultos cualquier nueva situación pueda resultar más traumática, puesto que uno siempre tiende a añorar lo que ha dejado atrás, pero en el caso de los niños, estos rápido se acostumbran a los cambios, más cuando les resultan de alguna manera atractivos, como es el caso de Andreas.

Pero estos cambios que precisamente uno puede considera como buenos, es posible que para otros como es el caso de sus padres no sean así, entendiendo a sus ojos que son los más peligrosos, un asunto por el que una vez llegadas las vacaciones de verano decidieron tomar parte, aunque a la vista de los resultados, esta claro quien llevaba la voz cantante. Así que una tarde tras llegar su padre de trabajar todo dio un giro inesperado, el primero de los que después siguieron, una tarde donde Roberto y Marian pidieron que tomaran asiento en el sofá del salón.

—Chicos, papa tiene algo que deciros —fueron las primeras palabras que su madre soltó antes de retirarse a un discreto segundo plano, como si la decisión de aquellos acontecimientos solo hubiera sido tomado por él, excluyéndola o en todo caso oponiéndose a lo que Roberto tenía que decir. 

Y aquella situación era rara o al menos era la primera vez en la cual su madre mostraba disconformidad ante algo, un sentimiento que reflejaba en su rostro mientras los chicos la prestaban mas atención a ella que lo que su padre tuviera que decir, aunque siempre había alguien dispuesta a atender las palabras de aquel hombre, Patricia.

—Chicos, nos mudamos —fue la bomba que su padre soltó en medio del salón, y como todas las bombas que impactan en cualquier población, lo primero que uno puede rápidamente escuchar son los lamentos y quejidos de los damnificados.

—Y que ocurre con mis amigos, o con el instituto... —fueron las primeras frases de Andreas, antes de que su padre continuara haciendo caso omiso a sus palabras, momento en el cual su hermano se levanto del sillón como un muelle, maldiciendo, gesticulando con exagerados aspavientos que le conferían cierto toque cómico, o al menos era lo que pensaba Patricia. Todo antes de que abandonara el salón, seguido por la troupe, es decir, por Lars y su madre al tiempo que esta decía «te lo dije». 

Y como sucede tras la explosión de la bomba cuando el humo desaparece y el silencio se adueña del lugar, lo que uno es capaz de ver tal vez no sea más que un paraje desolado donde  apenas quedan dos o tres supervivientes, que heridos intentan comp...

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Y como sucede tras la explosión de la bomba cuando el humo desaparece y el silencio se adueña del lugar, lo que uno es capaz de ver tal vez no sea más que un paraje desolado donde  apenas quedan dos o tres supervivientes, que heridos intentan comprender que ha ocurrido, si bien en este caso Patricia lejos de contagiarse por la reacción de sus hermanos lo que hizo fue acercarse hasta su padre con intención de que este le contara donde iban a ir, que es lo que iban a hacer, pero sobre todo lo más importante saber que maravillas la esperaban.

Saga Vecinos: Patricia      (publicando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora