Capítulo 11.

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Christian.

Al fin me había confesado con Liam; no era el mejor momento o el mejor lugar, pero tenía que decirlo.

Odiaba que cada vez que intentaba ser bueno con él, siempre me tratara de la mierda, como alguien inferior. Entendía que me odiara por lo que le hice, lo que no entendía era por qué se cerraba tanto. El poco tiempo que llevaba de conocerlo me fue suficiente para entender que levantaba murallas para mantener alejadas a las personas y tal vez, el que yo me esforzara más que otros para derribarlas, era lo que más le molestaba. Quería derretir la capa de hielo que cubría su corazón, pero parecía que cada vez que lo intentaba, aquello se volvía más duro, más frio.

Liam estaba inmóvil frente a mí, con los ojos abiertos sin saber qué decir ante lo que le dije. Yo estaba nervioso, esperaba que Liam dijera o hiciera algo, pero solo estaba ahí, petrificado.

—Por favor, di algo. —supliqué en un susurro.

Dejé que pasara un rato con la esperanza de que Liam por fin hablase, pero nada. El ambiente que se formó en la habitación era el mismo de cuando yo intentaba dormir sumido en la oscuridad y el silencio, y ya no lo soportaba.

Decidí dejar a Liam para que intentara procesar lo ocurrido; tomé la perilla de la puerta y la giré para salir, pero en ese momento la mano de Liam se posó sobre la mía, deteniéndome. Me volteé para observarlo y me di cuenta de que su mirada tenía un brillo especial. Solté la perilla y tomé su mano, esperaba que me rechazara, pero no lo hizo.

—¿Por qué? Si es que sientes algo por mí, ¿por qué hiciste lo que hiciste antes?

—Porque sabía que si te molestaba pensarías en mí.

—¿Acaso tienes ocho años para hacer esas cosas? —de sus labios escapó una risa sarcástica.

—Tal vez no era la mejor opción, pero...

No pude terminar la oración porque Liam me había callado posando sus labios sobre los míos. Al principio me quedé inmóvil, sorprendido, pero después de unos momentos comencé a corresponderle el beso; puse mis manos sobre sus mejillas y él coloco las suyas en mi pecho. La piel de Liam era tersa, sus labios suaves, todo en él era perfecto ante mis ojos.

Nos separamos un poco y pude ver una sonrisa formándose en el rostro Liam. Nunca antes me había sonreído así, nunca antes lo había visto así. No pude evitar la sonrisa que se dibujó en mi rostro.

—Eres un estúpido por haberlo intentado de esa forma.

Yo sólo me reí por su comentario y volví a besarlo. Tal vez no terminaría borracho con el alcohol de la fiesta, pero sí con los labios de Liam.

Instintivamente comenzamos a caminar lentamente en dirección a la cama sin separar nuestros labios, pero, debido a que Liam estaba bastante ebrio, tropezamos y terminamos en el suelo. Para mi fortuna caí sobre Liam, quien amortiguó mi caída. Ambos comenzamos a reír; me levanté y estiré mi mano a Liam para ayudarlo a levantarse. Hice que se sentara en la cama para que se recuperara un poco.

—Iré por agua para ti, no te muevas, espérame aquí.

—No eres quién para decirme qué hacer. —intentó levantarse, pero en cuanto lo hizo estuvo a punto de caer. Lo sostuve mientras volvía a dejarlo en la cama.

—Hablo en serio, Liam, estás demasiado ebrio.

Me torció los ojos como hacía siempre que lo fastidiaba.

—Pues ya qué.

Me dirigí a la puerta y, antes de salir, miré por última vez a Liam, que estaba observando la ventana. Salí cerrando la puerta detrás de mí, al llegar a las escaleras me di cuenta de que ya todos ahí estaban ebrios.

Ojala me amaras como me odias...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora