"Café Aurelio"

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Salí del enorme edificio de piedra y bajé las empinadas escaleras de mármol.

El frío y la humedad de junio me abrazaron y me arrastraron al mismo viejo y solitario bar-café de siempre.

<<Ya harás amigos>> repitió la voz dentro de mi cabeza. <<Pronto>>, intenté asegurarme.

La puerta se abrió tras un crujido y el viento pegó varias hojas en los vidrios del lugar.

Las mesas de madera oscura se contaban con los dedos de las dos manos pero las que estaban ocupadas, apenas con una. El olor a café me despertó de mi estado 'zombie' y caminé rápido hasta la larga mesada. Mis botas de cuero oscuras con taco se movieron estratégicamente hasta subir al taburete. Mis jeans ajustados y mi tapado azul oscuro me impedían sentarme con una pierna debajo de mi, como de costumbre, así que simplemente las dejé enganchadas en las patas del asiento.

Exhalé y el vapor salió de mi boca disparado.

Miré mis manos pálidas por la mala circulación y acomodé mis anillos dados vuelta.

Pestañee por debajo de mi cerquillo recto y acomodé mi cabello liso largo y negro hacía atrás. Una vieja radio sonaba de fondo con música que las personas han dejado de escuchar. Un hombre de pelo blanco y risa contagiosa hablaba con dos hombres de mucha experiencia en la esquina de la mesada, mientras secaba algunos vasos. La puerta del local volvió a abrirse y unos pasos secos pararon junto a mí para sentarse en el taburete de al lado. 

No quise mirarlo demasiado, pero el chico sacó su celular, lo dejó sobre la mesa y este empezó a vibrar, sin embargo no atendió. El hombre de pelo blanco me miró sin acercarse demasiado y me preguntó que llevaría. 

-Capuccino aromatizado -comencé a decir. 

-Chocolate, acompañado de la tarta como siempre.

-Exacto- sonreí. El chico me miró con ambas cejas arriba y volvió la vista al hombre del otro lado de la mesada. Noté sus ojos oscuros y su barba candado. Su pelo atado en un rodete en la cima de su cabeza. 

Cruzó ambos brazos sobre la mesa y vio como a su celular se le encendía y apagaba la pantalla, pero no lo tomó. 

-¿Tú que llevarás? 

-Café negro, por favor.

-¿Crema? 

-No, gracias.- parecía molesto y sus palabras no sonaron lo suficientemente cálidas como para ganarse credibilidad. Se tiró hacía atrás, sobre el pequeño respaldo de su taburete y me miró con las cejas juntas.  

-Enseguida-le dijo el hombre de pelo blanca y baja estatura.

Apreté mis labios y lo observé con recelo. Quité parte del cerquillo que me molestaba con un gesto y fijé la vista sobre la mesa.

-¿Capuccino aromatizado?- me preguntó con voz ronca casi en un susurro.

-Si- Asentí.-¿Qué pasa? 

-Eso no es café.-Me hundí en mis hombros y me relajé al mismo tiempo que exhalé en una sonrisa falsa. -Aunque debería probarlo alguna vez.

-Deberías.-Se sentó defrente a mí. Vestía unos jeans negros con borcegos negros y una camisa de jean por debajo de un sobretodo negro. 

-Algún día le haré caso a tus ojos azules.- sonreí y lo miré tratando de quedarme seria, no lo logré. 

-Tal vez mañana, cuando salgas de la facultad...

-¿Esta facultad? Yo no vengo...-lo interrumpí.

-Oh, creí...-Me corregí- Bueno, algún día, si vuelves, prueba este café. Es el mejor de todo Montevideo. 

Emma  & GenaroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora