Entrada la noche las nubes se posaron de manera desafiante en el cielo. Por fin empezó a llover. Las gotas de agua rebotaban contra las paredes del hospital generando un pequeño ruidito continúo que se fusionaba con los intermitentes y sórdidos truenos de la tormenta.
Ella permanecía tan inmóvil, tan serena, tan ajena a la tormenta que en cierta parte me daba envidia. Desde pequeño no me han gustado nunca las tormentas, me ponen los pelos de punta. Ella lo sabía y años atrás me arropaba en las noches de tormenta manteniéndose a mi lado para tranquilizarme. En sus brazos nada ni nadie podía hacer que yo sintiese miedo. Sin embargo, ahora era yo quién debía cuidar de ella.
Decidí salir de la habitación para estirar las piernas. De todas formas, no iba a ser capaz de dormir. No sabía qué hora era, y ni siquiera me importaba, el tiempo aquí no tiene valor ninguno. De un momento a otro puedes pasar de estar a no estar, así de simple, así de crudo, así de real.
Nunca solía pensar en que ocurriría si algún día las máquinas de mi habitación se apagasen. Pero aquella noche lo hacía, cada uno de mis pasos era cómplice de la idea de lo terrible y liberador que sería que aquellas máquinas se apagasen. Pero no, ese era el camino fácil, no el mejor camino. Los médicos habían planteado esa posibilidad, pero para mí no era ni siquiera algo que pasara por mi mente más que unos pocos segundos.
Al girar el pasillo en dirección a mi habitación me encontré con el chico de barba apoyado sobre la máquina de café. Parecía no haberse percatado de mi presencia y continuaba sentado en el pequeño banco del pasillo, con la mirada hacia abajo, los codos sobre las piernas y la cabeza apoyada sobre sus manos. ¿Qué estaría haciendo él aquí a estas horas? Hacía aproximadamente dos semanas que no le veía. Parecía tener la barba más recortada, más arreglada. Qué fea quedaba aquella bonita barba en una cara tan triste como la que pude observar cuando al pasar por su lado levantó la vista para saludarme.
–Buenas noches –dijo su voz grave.
–Buenas noches –dijo mi voz suave.
Recorrí el pasillo lentamente, sin variar el paso que llevaba hace unos minutos, pero cuando estaba a punto de llegar a mi habitación me di la vuelta y me acerqué de nuevo al joven.
–Creo que esta vez se te ha caído esto –dije sacando un paquete de pañuelos de mi bolsillo y ofreciéndole uno de ellos.
El chico levantó la vista, sonrío y entonces una lágrima recorrió su mejilla.
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TONO GRIS. (#GAY) (#LGBT)
Teen Fiction"Me encontraba de pie mirando por la fría ventana de la habitación. Hacía días que las nubes cubrían el cielo y el sol solo aparecía de vez en cuando al encontrar un hueco entre ellas. Aun estando así el paisaje, hacía semanas que no llovía, las mal...