CAPÍTULO 4

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DUERME VELA

*

El lugar era muy moderno, pequeñas mesas altas y sillas de diseño. Luces frías neón, modernas esculturas, gente bella y joven mostrando su energía y la música de rock ligero a un volumen moderado para poder charlar; era todo lo que mis ojos podían resumir del bar.

León Harrison parecía estar en casa. Desde el momento en que entramos tuvimos que detenernos varias veces para que él saludara o firmará algún autógrafo. Las mujeres se acercaban insinuantes, sin embargo León las alejaba con el pretexto de mi compañía.

Al fin llegamos a la mesa más alejada del público en general, el mesero acostumbrado tal vez a ese tipo de celebridades se mostró solicito en atender nuestras necesidades..

- Cerveza. - Ordenó León, - ¿Te gustaría alguna marca en especial? ¿Inglesa, irlandesa?

- Lo siento, no bebo. - respondí acomodándome en el estrecho asiento. - Agua mineral con limón, por favor.

- ¡Vamos! Tenemos que brindar por un futuro de gratos negocios entre mi productora y tú firma.- Se inclinó hacia mí. - No puedes negarte.

Un ligero estremecimiento recorrió mí columna ante el tono ronco y ligeramente insinuante. Me aparté por reflejo aunque algo en mi deseaba estar más cerca de él.

- Yo..., soy alérgico a la bebidas alcohólicas-, le anuncié con la boca seca, pues detestaba mentir a pesar de que en ese momento era necesario -. Apenas puedo probar una copa de vino y ayer lo hice. Lo siento.

- Esta bien -. Asintió despidiendo al mesero con una mano. - Bueno, ¿Qué te ha parecido Los Ángeles?

- Un lugar muy caluroso -, le respondí mirando hacia las mesas y la barra del bar -. Mucho movimiento y gente.

- ¿ En Londres no hay acaso movimiento y gente? - preguntó colocando ambas manos morenas sobre la escasa superficie de la mesa.

Mis ojos se posaron de inmediato en esas manos, de uñas cuadradas y largos dedos. Unas manos elegantes, capaces, incluso mostraban en las venas que se mostraban bajo la piel daban una profunda fuerza. Por un momento sintió deseos de sostenerlas entre las suyas.

Parpadeó volviendo a la realidad del momento.

- Por supuesto, sólo que a veces la lluvia nos obliga a estar más tiempo en casa.

- Entiendo. - Asintió sin dejar de mirarme. - ¿Vives solo o tienes pareja?

- Soy casado. - le dije mostrando mi anillo. - Desde hace dieciocho años.

la mandíbula cuadrada de León cayó ante la sorpresa. Por un momento me sentí extraño por su actitud. Intenté no sonrojarme demasiado cuando el calor se incrementó en sus mejillas.

- ¡Por Dios! - exclamó a punto de caerse de la absurda silla. - Realmente no creí..., pensé que tú...

- ¿Hay algún problema con eso? - Demandé con el ceño fruncido ante la actitud del actor.

El bochorno se convirtió en enojo, Fruncí las cejas y lo miré.

- No, desde luego que no. - Miró a su alrededor algo incomodo. - Pareces más joven.

- Tengo treinta y cinco años, - levanté los hombros aún molesto, le informé con voz seria . - Me casé muy joven.

León se quedó pensativo un par d segundos.

- ¿Diecisiete años? - levantó el tono de su voz y pasó una mano por su cabello.- Nadie debería tomar una decisión así con esa edad.

Sonreí un poco mientras pasaban por la cabeza los motivos que me llevaron a permanecer casado por todo este tiempo, emo enfado estaba pasando con demasiada rapidez, moví la cabeza tomando una servilleta de papel en mis manos.

DESPERTAR (Julio 2014)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora