CAPÍTULO 8

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UN SUEÑO

*

La mansión de Aaron Meyer estaba iluminada en todo su esplendor. Una larga fila de autos de lujo esperaba para entrar por las rejas de acero forjado, mientras un par de guardias de seguridad recogían las invitaciones y revisaban a cada uno de los invitados.

Miré por tercera vez el reloj y acomode la manga de la  blanca camisa de mi esmoquin. La espera estaba siendo larga. Ansiaba ya estar en la mansión y así poder buscar una excusa para retirarme temprano. Lancé un suspiro y miré a Martha a mi lado.

- Aaron ha tirado la casa por la ventana. - comentó mi esposa tomándome de la mano - y no es para menos, no todos los días tienes entre tus clientes a un actor de la talla de León Harrison.

Sujete su mano oprimiéndola apenas dándole la razón. No podía hablar todavía. Mis cuerdas vocales no respondían. Mis nervios estaban a punto de estallar y yo con ellos.

-¡Me emociona conocerlo en persona! - exclamó emocionada y se acercó aferrándose a mi brazo. - Estoy segura que es un hombre encantador y muy educado. Me hubiera gustado que tú te encargarás de su asunto y no otro de los socios menores, era para ti. Pudiste hablar con Aaron y pedirle ser el abogado, yo estaría ahora a cargo de la recepción y ya sabes que me gusta siempre agasajar a todos tus clientes.

Sus ojos verde pálido me miraron con reproche. Era consciente de que Martha estaba molesta por haber dejado pasar el hecho de no obtener la cuenta de León Harrison. Ya habíamos discutido sobre ello durante la semana y lo único que salió de ello fue lo mal que se sentía ella sobre no ser ella la anfitriona de la recepción a el famoso actor de Hollywood.

- Lo sé Martha, eres la perfecta anfitriona en nuestro circulo íntimo.

- ¡Claro que lo soy! - Acomodó su cabello semi recogido mostrando el par de aretes de perlas y diamantes que había heredado de mi madre y que eran sus favoritos para ese tipo de reuniones. - No voy a negar que Hilda es buena anfitriona, pero nadie ha podido ganarme en estos últimos años.

Ella levantó una ceja bien arreglada retándole a negar lo dicho.

- Desde luego. 

Asenti y miré por la ventana ahumada del mercedes negro que sólo usábamos para eventos especiales. El chofer que Martha había contratado para la ocasión se acercó a la cabina de vigilancia entregando la elegante invitación.

- Voy a tener que pedirles que salgan del auto, por favor.

El guardia abrió la puerta del lado de mi esposa ayudándola a bajar. Mi puerta se abrió, esta vez era el chofer. Salí dando gracias en silencio por la brisa que calmó un poco el calor que sentía en toda mi humanidad.

Nos revisaron, en busca de artefactos peligrosos como armas o algo que sirviera como una de ellas y cámaras o teléfonos móviles que rompieran las reglas de intimidad que se le había prometido al invitado especial.

El chofer nos dejó frente a las puertas abiertas de la mansión de la familia Meyer.

Aaron con su esposa Hilda y sus dos hijas menores elegantemente vestidas nos dieron la bienvenida.

- Me alegro que vinieran. - Hilda besó las mejillas de Martha con un dejo de suficiencia. - Pidan lo que quieran, y disfruten de esta noche tan especial.

- Gracias Hilda. - Asintió Martha con una falsa sonrisa.

Después de los obligados saludos tomé a Martha del brazo guiándola con firmeza al salón de eventos en donde un grupo selecto de personas departía alrededor del invitado estrella de la noche.

DESPERTAR (Julio 2014)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora