Capítulo 2

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Querida Una,

¡Ya estoy instalada! No esperaba encontrar trabajo en una granja, pero tampoco esperaba terminar siendo la ayudante de un hombre frío como el hielo. ¡Pero esto no va a desanimarme! Por fin siento que soy yo la que está tomando las decisiones de mi vida. Escríbeme a esta dirección.

Tu amiga, Eve

Eveleen se levantó muy temprano y con muchas ganas de empezar ese nuevo día. Le había costado dormirse, pero una vez lo consiguió, durmió como un bebé.

Después de lavarse y ponerse el uniforme, se dirigió a la cocina. Molly y Devany se encontraban allí desayunando.

-¡Eve, qué madrugadora eres! Aún falta media hora para que todos despierten. Bueno, ya que estás levantada, ven y desayuna con nosotras –exclamó el ama de llaves.

-Gracias, Molly. Estoy acostumbrada a madrugar –dijo acercándose y sentándose.

-Bueno, jovencita, Molly me ha dicho que eres de Dublin. ¿Qué hacías antes de venir aquí?

-¡Devany, no seas indiscreta!

-No, no se preocupe. Es normal que quieran conocerme un poco mejor. Bueno, pues, en Dublin trabajaba pero, digamos que no era lo mío –respondió la joven sin profundizar.

-Devany, ¿por qué no miras si el lechero está a punto de llegar? –sugirió Molly antes de que se lanzara a hacer más preguntas.

Era obvio que Eveleen no quería contar más de lo necesario.

-Lo siento, Eve. Devany es un poco cotilla, pero es buena persona –se disculpó el ama de llaves cuando la cocinera abandonó la cocina con una mirada de "no vez que estoy en medio de un interrogatorio".

-No se preocupe, Molly.

Mientras desayunaba los huevos fritos y el bacon con pan que Devany le había servido, llegaron los demás. El señor Nolan, Bridget y Erina, que se sentó junto a ella sonriéndole. Poco después, llegó Nigel, el que repartía la leche, un chico de unos dieciséis años que, cuando la vio se la quedó mirando sin ningún tapujo.

-¡Muchacho, cierra esa boca o te entrarán moscas! –bromeó Devany cuando se acercó al joven para recibir dos botellas de leche fresca-. Ya creíamos que no vendrías.

-¡Buenos días! –dijo Eveleen al ver que el joven no apartaba la vista de ella.

-Será mejor que dejes de sonreír de esa forma o no se despegará de ti –le susurró Erina al oído.

-¡Tonterías! Sólo me mira porque soy nueva aquí.

-Si tú lo dices –respondió Erina con sarcasmo.

-¡Vamos, Niles, piensas quedarte aquí todo el día! Aún te queda mucha leche por repartir –regañó Molly al muchacho –Eve, ya van a ser las ocho.

-¡Oh! –exclamó la joven levantándose- Gracias, por el desayuno.

-¡Cuando vuelvas trae la bandeja del desayuno del señor! –voceó Devany.

Un apagado "Sí, señora" vino del pasillo cuando Eveleen desapareció por la puerta de la cocina hacia el despacho del patrón.

-¡Es muy bonita! –declaró Niles cogiendo el casillero de leche que había traído con él.

-Es una flacucha con cara de niña. No tiene nada de bonita –intervino Bridget nada contenta, hasta ahora Niles sólo había tenido ojos para ella.

-Bueno, ya está bien. No estamos aquí de cháchara. Todos tenemos trabajo –exclamó Molly-. Venga, todos a lo suyo. Y tú, Niles, no quiero verte por aquí hasta mañana por la mañana.

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