Ashley.
La habitación tendría que estar en penumbras, si no fuese por la lámpara que estaba en la mesa de luz junto a mi cama. Ninguno de los dos hacía algo más que mirarnos y su escrutinio me había hecho muy consiente de mí misma, de mis piernas desnudas y de mis pezones, que amenazaban con hacer hoyos en la musculosa que utilizaba de pijama. Mi corazón palpitaba con tanta fuerza que resultaba inevitable para mi quedarme sentada en la cama. Por lo que me levanté y caminé hasta donde aquel hombre se encontraba, lentamente, midiendo cada paso que daba.
Era una osadía, claro está, y no sé qué estaba pasando por mi mente, porque en otras circunstancias jamás habría tenido el valor para quitarme la prenda de ropa que cubría mi torso y exponer mis pechos, ofreciéndoselos para que él los degustara.
Pero estaba tan cansada de ocultar mi deseo, que simplemente elevé mis manos, sin apartar la mirada de su rostro, y pellizqué mis pezones como sabía que me gustaba. Los estiré y no pude evitar el seductor gemido que escapó de mis labios. Él arrugó el rostro, como si mi simple sonido le causara dolor y sólo cuando estuve frente a él, se animó a moverse y salió de las sombras, dejándome ver su cuerpo completamente desnudo.
Puta madre.
No era nada a como me había imaginado que sería. Había más tatuajes en sus caderas y palabras que en la sombra yo no podía descifrar, porque para hacerlo, tendría que arrodillarme frente a él. Ganas no me faltaban, por supuesto, pero primero tenía que ver cuáles eran sus intenciones.
—Tan pequeña. —murmuró con su voz mucho más ronca de lo habitual y acarició uno de mis pezones ya erguidos, con sus nudillos.
Gemí, porque su tacto mandaba locos cosquilleos por todo mi cuerpo, que luego de hacerme estremecer por completo, se concentraba en mi centro, en donde algo comenzaba a hervir. Estaba casi al límite y lo jodido de la situación es que él sólo había rozado mi cuerpo y sólo eso bastó para encenderme por completo y un poco más que eso.
—Pruébame. —me animé a susurrar y alcé mi rostro en busca de sus labios, pero él se alejó y se puso de rodillas frente a mí, sonriéndome como lo había hecho más temprano en el pasillo, excepto que esta vez no ocultó su sonrisa para mí, sino que la intensificó, logrando que sus ojos se hiciesen más pequeños.
Sonreí de vuelta, pero mi sonrisa se perdió en el momento en el que su lengua conectó directamente con mi clítoris, lo cual me hizo gemir en voz alta y fruncir el ceño al mismo tiempo.
¿Cómo había hecho para sacarme mis shorts?
Su lengua fue un poco más profundo y ahora daba leves lengüetazos, aquí y allá, tentándome y distrayéndome de la situación, sin embargo, fue mi propio gemido el que me hizo abrir los ojos y darme cuenta que era yo la que tenía la mano debajo de mis pantalones del pijama, y que de hecho, había introducido un dedo en mi interior, mientras que mis pechos estaban fuera de la musculosa, con los pezones tan duros que dolían como la mierda. Jadeé, para nada sorprendida de mi sueño y durante algunos segundos me debatí entre continuar con lo que había empezado y tener un final medianamente feliz, o levantarme, darme una ducha e ir a la cocina por un café.