02/09/16
Practicando hoy con mi violín, unos ejercicios básicos, recordé como fue mi primera clase del instrumento, donde mis pensamientos empezaron a cambiar. Recuerdo tres partes muy importantes de ese día que definitivamente hacen una diferencia muy grande en quien soy hoy.
La primera parte es que estaba muy emocionada de empezar a tocar violín. Creo que muy pocas veces había estado emocionada en mi vida antes de eso, y en esas veces cuento la vez que conocí a J y el leer un libro por primera vez, pero definitivamente con el violín era diferente. Se sentía mucho más especial.
La clase de violín empezó a las dos y algo de la tarde. La dictó el profesor Eduardo y aquí viene la segunda parte importante. Me gustó como profesor al instante y sabemos que para que eso suceda es complicado.
-*Yo más que nadie lo sé*
La ignoré.
Empecé a tenerlo en cuenta, empezó a hacerse mi amigo. El profesor Eduardo es de tez blanca, con cabello marrón oscuro enrollado y corto, era realmente muy delgado, bajo de estatura y vestía pulcramente. Era serio pero a la vez sonriente, con una especie de humor negro.
La clase consistió en aprender a agarrar el arco y el violín en las posiciones correctas. Debo admitir que las posiciones me resultaron difíciles, pesadas e incómodas en ese momento, pero el profesor Eduardo tenía razón. Decía que eso era solamente al principio mientras el cuerpo se adaptaba al violín y al arco. Ya hoy en día el instrumento es parte de mí.
Luego de eso, colocó a los demás niños de la clase y a mí a ver un video sobre la historia del instrumento. En ese video pude observar quien creo el violín, de donde proviene, en qué país se inventó y muchas cosas que iba anotando en un block de notas que mi mamá me dio antes de llegar a la academia.
-*M, quien este leyendo esto debe estarse aburriendo, adelántate a la parte buena de ese día*.
La volví a ignorar.
Toda la experiencia me pareció fascinante pero la tercera parte de ese día fue, la que en su momento, logró captar mi atención completamente. En realidad algo no... Alguien.
-*¡A eso me refería!, aquí viene la parte genial. ¡Hasta yo participo!* - Alargó el brazo para alcanzar un tazón de palomitas y se sentó atentamente a escuchar mientras comía, como si fuera una película.
Antes de ingresar a la clase de violín tuve que esperar sentada frente al escritorio de la coordinadora, que se llama Carmena, para que ella me indicara quien era mi profesor y donde iba a recibir la clase, pero, antes de mí, estaba esperando otro niño. Era regordete, de tez blanca quemada, ojos marrones que tenían forma de ojos de peluche, labios gruesos y cabello marrón oscuro, crespo y abundante y algo más alto que yo (sí, era y soy muy observadora. Es algo que hago mientras no hablo). Tenía una cara de fastidio que se le notaba a kilómetros, quizás porque ya tenía esperando mucho rato.
Yo estaba sentada justo al lado de él, verdaderamente muy cerca, y pues, he de suponer que hubo un momento en el que me movía mucho por la emoción de mi primer día y mi silla hacía mover la suya, porque dirigió su mirada hacia mí. Recuerdo que me dijo hostilmente: "¿Puedes quedarte tranquila?, no es un columpio la silla". Quedé petrificada por la manera en que me miró y se dirigió a mí, así que dejé de moverme al instante, pero al mismo tiempo me enfadé. Pensé: *¿Quién se creía este niño para hablarme así?, como si yo tuviese culpa de sus males, ¡JA! Es un niño tonto seguro* y la otra M lanzó su respuesta: *A lo mejor esta tan nervioso como tú. No juzgues" y como mi hobby es ignorarla lo hice. Cuando al fin la coordinadora (señora Carmena) decidió aparecerse, le dijo al niño tonto que en ese momento no había un profesor de piano y lo que podía ofrecerle era entrar a la cátedra de fagot que estaba apenas comenzando. Le decía para convencerlo que era un instrumento de viento-madera extrañamente majestuoso, con un sonido grave muy hermoso y peculiar a lo que él simplemente contestó: "bueno, puedo probarlo, yo solo quiero hacer música" y una señora que estaba a su lado que no había visto y que supongo era su madre dijo: "Todo lo bueno que se pueda aprender en esta vida, vale la pena". Tras las respuestas que dieron, la coordinadora lo guio hasta su profesor y yo lo seguí con la mirada pensando en lo malo que es no poder tocar el instrumento que quieres, pero a la vez pensando con malicia que por andar con aires de superioridad, que se le notaba cada vez que hablaba, no pudo conseguir lo que quería.
Cuando estaba a punto de quitar la mirada de él, logré observar una sonrisa de forma casi imperceptible que apareció mientras lo miraba... Él me miraba a mí. Luego de eso dio media vuelta y se fue con su profesor, dejándome realmente desconcertada.
-*¿Estás pensando lo mismo que yo?* - preguntó la otra M.
-*No solemos pensar igual pero ilumíname* - le dije sarcásticamente.
-*Sus ojos y su sonrisa se parecen mucho a las de J* - Me paralicé.
Era una de las pocas veces que estaba de acuerdo con la otra M.
Intenté olvidarme de todo eso ese mismo día que pasó, pero hasta el sol de hoy sigo pensando en ese niño. Él ya es todo un chico, realmente hermoso y amado por todas las chicas de la academia, no solo por su belleza sino también por su talento. El problema para mí es que verdaderamente es muy parecido a J.
Ese mismo día hace seis años descubrí su nombre gracias a que la coordinadora se sentó a hablar conmigo, o bueno, hablaba ella sola. Empezó a decir lo mal que se sentía el no poder complacerlo con el instrumento que él quería por no existir los medios en la academia. Y ahí lo dijo.
"Su nombre es A..."
HOLA!! aqui esta el capítulo cinco, y lo interesante de este es que empiezan a aparecer nuevos personajeeeeees!!!....sabran más del profesor Eduardo y del misterioso A pronto!!; BESOS!!

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Yo...y alguien más
Ficção AdolescenteM es una chica de diecisiete años solitaria y muy desconfiada, por culpa de situaciones que le ha tocado vivir. Una de esas situaciones y la más problemática es que otra M vive en su cabeza y es totalmente diferente a ella. Sí, extrañamente dos per...