Capítulo IV: "Café y rosquillas".

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Los días pasaron. Enero no es precisamente lo que yo llamaría cambio.

Mis vacaciones llegaron a su fin y tuve que volver al trabajo. No tenía ánimos de hacerlo, si te soy honesta, pero el solo pensar en quedarme en casa a seguir hundiéndome en mi soledad me aterraba; al menos en la oficina me distraería un poco. Sin embargo, me tomé la envidiosa libertad de extenderme una semana más. Imagino que mi teléfono debió estar sonando como loco. Lo imagino, porque lo apagué desde el primer día de este nuevo año. No recibí llamadas de mi equipo, ni de tu familia, afortunadamente.

Aunque Sarahí vino a verme después del incidente no me mostré. Llamó a la puerta, pero no abrí. No abandoné el departamento en ninguna ocasión, ni siquiera para hacer las compras o sacar la basura; hubiese muerto de hambre si el restaurante de comida japonesa no hiciera entregas a domicilio.

Volví al trabajo, aunque hoy por la mañana, cuando dejé al fin la comodidad de mi aislamiento, desconocía si aún tenía mi puesto.

El guardia se alegró al verme llegar al edificio y se quitó su gorra de policía para saludarme, como lo hacía siempre. Llegué muy temprano, quería ordenar un poco antes de ver a los demás, para así hacer sentir mal a Tony si me despedía.

Usé mi llave. La recepcionista aún no estaba, siempre se aparecía, ojerosa y con café en mano, a eso de las siete y media. Traía la cara echa una novela de terror, pero después de un ritual prolijo de maquillaje estaba lista para recibir a las personas con una de las sonrisas más encantadoras que he visto. A penas eran las siete.

Subí las escaleras al segundo piso y luego tomé el elevador. Me sentí extraña. Un montón de veces recorrí ese camino, pero en ese momento me percibía ajena, tan fuera de lugar. Las puertas se abrieron y recorrí ese largo pasillo, tapizado de "arte", que hemos creado. Alguien olvidó regar las plantas, estaban muriendo, pero a nadie parecía importarle.

La oficina de Tony estaba cerrada, pero podía ver su característico escritorio desordenado a través de las paredes de cristal. Tenía hojas en el piso y todos los dardos del juego que le regalamos en su cumpleaños estaban clavados.

Llegué a mi oficina y usé mis llaves una vez más. Estaba desordenada y había mil cosas sobre mi escritorio, a pesar de que antes de ausentarme lo dejé bien limpio. La pantalla de mi computadora estaba girada y el mouse estaba arrumbado. Se notaba que habían sufrido mi ausencia. ¿Acaso Suazo y Olivia no pudieron limpiar un poco...? También es su oficina.

Ordené. Devolví los libros y catálogos al librero en la pared y a las repisas. Saqué las plantitas muertas y limpié mi escritorio. También ordené el de Suazo y solo pasé un trapo húmedo por el de Olivia, el cual era el más decente.

De prontoe entró mucha hambre. Olvidé que había olvidado desayunar. Sí, por estúpido que suene. Entonces recorrí todo el camino de regreso a la entrada y de nuevo el guardia y yo nos dirigimos la palabra. Es un señor agradable. Fui a la cafetería que estaba a la vuelta de la esquina, compré cinco cafés, una caja de rosquillas y una cajetilla de mis cigarrillos favoritos. Con un descafeinado dulce por las mañanas Tony siempre se pone de buenas, tenía que utilizar todos mis recursos. Regresé y obsequié un café al guardia, también una rosquilla. Él se mostró muy contento con mi gesto. Platicamos y me contó que todos estaban preocupados por mí ya que nadie sabía qué había ocurrido conmigo. Le dije que había estado indispuesta, mientras bebíamos. Terminó de darme la bienvenida y regresé a la oficina.

A eso de las ocho, unos ojos curiosos se asomaron por la puerta, me imagino que al verla abierta, mientras yo revisaba los cambios que habían hecho a mi computadora. Olivia me sonrió de oreja a oreja y corrió a abrazarme. —¡Lyudmila! ¡Lyudmila! —exclamaba—. ¡Pensamos que te había pasado algo!

Cenizas, nieve y Lyudmila.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora