La muerte.

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Aquella oscuridad siempre nos está rodeando. Ataca cuando uno no está preparado y menos a las personas que creemos.
Cuando esta oscuridad llamada muerte se presentó en mi vida fue en la muerte del padre de la amiga de mi madre a los cinco años; aún recuerdo detalladamente aquel día del funeral. Un baúl grande en donde se hallaba su cuerpo, luces con formas de llamas y el olor la flores recién compradas en una florería. El camino de alfombra en el que podía verse su rostro por última vez.

— Está durmiendo.— la voz de un mayor me susurró. Aunque sólo tenía cinco años sabía lo que estaba pasando, sabía qué era la muerte. Miré el rostro de aquel hombre en el baúl, estaba pálido y frío, su cabello canoso y sus ojos cerrados; pero lo que más me capté en él fue su lagrima recorrer por sus ojos para salir.« ¿Por qué lloraría? Está muerto, nada más. » su imagen permanece en mi mente cada vez que pienso en la oscuridad de la muerte, en especial en su lágrima que recorrió en su rostro.

La segunda vez que volví a ver esa oscuridad fue con mi abuela paterna, a los once años. Mi padre llorando mientras manejaba y mis hermanos mirando las estrellas con leve melancolía en la ventana del auto mientras viajábamos a la ciudad en donde toda la familia se reúne para la despedida de ella. La última imagen que tuve fue que estaba postrada en su cama con su rostro leve hinchado y pálida, aunque siempre ha sido blanca; parecía que simplemente estaba durmiendo. No lloré, y si lo hice es porque veía a mucha gente llorando. Mi abuela materna hace poco me dijo que a ella le encantaba la playa y estar descalza para correr en la orilla por las noches. Me hizo imaginarla, pero no su rostro. Sólo su risa, corriendo en la playa que más le gusta debajo de la luna y el mar oscuro pero en la orilla un color especial que tocaba sus pies.

La tercera vez que se presentó fue con mi prima a los trece años. Recuerdo haber tenido un sueño en el que escribí en donde estaba ella. En donde estábamos los tres en el acto del auto.
«Estaba sentada en el asiento detrás del auto, ella venía durmiendo y su novio manejando. Una luz que parecía fuego se topó con nosotros en frente, cerré los ojos por inercia y cuando los abrí ya no estaba en el auto sino parada frente aquella llama y aún lado estaba ella recostada en la autopista aún con sus ojos cerrados y su novio llorando tratando de despertarla. Mi corazón se detuvo y de golpe desperté con los lloriqueos de mi hermana mayor.
Cuando bajé al primer piso encontré a mi padre llorando y muchas personas consolándolo. No sabía que hacer aún estaba paralizada por lo que soñé.»

Recuerdo haberla visto en el baúl también, su rostro estaba algo rasguñado y sus brazos también, pero aún así se veía bonita. Tal vez aún el rojo de su sangre o del maquillaje pero no la vi tan fría y pálida. Mi madre se desahogó en un mar de lagrimas y gemidos fuertes que salían desde su pecho, pues mi madre la conocía desde muy pequeña. Está vez aquella muertes me había afectado un poco, pues se suponía que la semana siguiente ella se iba a casar y quería que pronto tuviera hijos; eso es lo que pensaba antes.

La muerte en mi vida se ha presentado así en tres ocasiones en la cual no sabría cómo sentirme. Pero, es no es todo, realmente no, esa oscuridad que nos une como seres vivos siempre está presente. Hace un tiempo estaba en frente de nuestra casa, en el vecino que siempre miraba por la ventana de su segundo piso, en la abuela que vivía en la esquina de la cuadra de nuestra calle, y en la casa de al lado. En ese momento pensé que la muerte se está avecindando entre nosotros y es que es cierto, tal vez ya este debajo de mis narices esperando que me caigo en lo más hundo del agujero, esperando ansiosamente mi caída.

Aquella oscuridad la sentí suavemente en día de ayer. Estaba con mis amigos, y a pesar de que estaba disfrutando de sus risas y chistes, me sentía intranquila. Quise caminar para escuchar un poco más fuerte el río y me acerqué a la orilla sentada en cuclillas con mis brazos abrazando mis rodillas. El sonido del río me relajaba suavemente pero me colocaba melancólica. Toqué el agua de aquel río y creí que estaría frío, congelado como el de la ciudad de Vallenar. Pero no, estaba frío sí, pero a una temperatura normal. Subí la manga en donde estaban mis cortes, mis heridas que las hice cuando sentía que ya no podía escribir más, cuando me dio un ataque de pánico, cuando empecé a sentirme usada y mucho más. Algunas ya estaban cicatrizadas y otras un estaban rojas, algunas eran pequeñas y otras eran la mitad de mi antebrazo. Mojé un poco mis dedos con el agua y lo pasé por las heridas, sentía un dolor suave y a la vez un poco insoportable, como que me ardía. Al mirar fijamente el río sentí una presencia de alguien atrás mío, pero no era un persona sino algo negro que me tapaba la mayoría de mi vista. Comencé a no escuchar el río sino a los latidos fuertes de un corazón, no sé si podría decir si eran los míos. Al estar un poco asustada bajé la manga de mi suéter tapando mi brazo y levantándome a golpe. Lo único que podría repetir mi mente hasta ahora es que estoy loca y rota como un vaso de vidrio.

Crepúsculo interminable.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora