Ferenc no sabía que era lo que iba a encontrar una vez que llegara a el lugar de donde venían los llantos, solo esperaba niños aterrados y al casi borde de la muerte a causa de las acciones de Alex. Quitó las defensas que cubrían la entrada de la cueva, no fue difícil pues conocía el modo y el trabajo del vampiro, el movimiento de sus manos era perfecto y armonioso. Entró en la forma de pequeñas partículas de niebla, no quería encontrarse con más trampas preparadas por el vampiro, pero había algo más, algo que lo apresuraba a avanzar, se sentía ansioso pero ¿como era posible que tuviera dicho sentimiento? Fue cuando recordó que también fue capaz de sentir algo en la batalla con su antiguo amigo, la misericordia y la pena por su amigo, sus dudas se resolvieron en el momento en el que vio algo que le hizo perder la concentración y casi perder su misma cordura. Quedó tan desestabilizado que perdió su forma de neblina, quedó ciego por los colores que aunque eran pocos, ahora lo atacaban con cada matiz y tono.
Una chica, no, era más que eso, era su compañera. La bestia dentro de él rugió y tenía ansias de destruir todo lo que estuviera a su paso, sabía que ahora ya había acabado con el responsable de provocar tanto daño en ella, pero pudo haber causado más dolor en el vampiro si el hubiera tenido conocimiento de tales acciones hacia su compañera.
Las niñas que estaban ocultas detrás de los cuerpos en putrefacción, saltaron en el momento en el que vieron que Ferenc perdió su estabilidad, aunque eran pequeñas un pequeño hilo de valentía surgió de ellas para defender a Isabel del recién llegado. Ahora tapaban un poco la visión que Ferenc tenía de su compañera, aquellas niñas hicieron que su autocontrol trabajara a marchas forzadas y estabilizara la ira que recorría en todo su cuerpo, era algo abrumador el hecho de sentir ese sentimiento de una manera tan clara y vívida. Las pequeñas frente a el temblaban, era claro que podían ver al depredador en él, sus ojos de color verde brillaban por la ira que poco a poco disminuía y la mantenía en un rincón de su mente, las niñas eran las que lloraban y gracias a ellas, le llevaron hasta su compañera, la mujer que había estado buscando durante siglos, pero no era carpatiana, pensó que podría ser humana.
—¡No te acerques a ella!— Dijo la niña que parecía ser la mayor de ambas, Ferenc recuperó su postura y si acostumbrada calma, pero sus ojos ardían y aun eran lastimados por los colores dentro de la cueva.
—No voy a lastimarla, las ayudaré a todas a salir de este lugar—
Ambas chicas se miraron y luego voltearon a ver a Isabel, parecían verla como si ellas fueran sus hijas, Isabel las había defendido tanto que ahora era imposible para las niñas no verla como una madre que estaba sacrificando todo por ellas, eso es lo que Ferenc podía ver en sus mentes cuando buscó la información que necesitaba, pero no pudo ver más, las mentes de las niñas parecían tener barreras naturales para evitar la invasión de sus mentes, aunque estaban debilitadas y apenas podían mantenerse de pie, la más pequeña parecía tener especialmente problemas para conseguir eso.
—No tienen otra opción y tampoco les dejaré negarse—
Avanzó mientras hablaba, utilizó su voz lo mejor que pudo para controlar a las niñas y para brindarles la seguridad que esperaban tener con él, pero no único que quería era llegar a ella, saber que podía sanarla y sobretodo, unir su alma con la de ella para amarla y cuidar de ella, no dejaría que nada en la tierra la dañara de nuevo.
Solo necesitó un movimiento de su mano para liberarla de sus ataduras, su cuerpo no cayó al suelo, él la tomó en sus brazos, con delicadeza, con amor, incluso estaba feliz de poder tenerla en sus brazos, aunque quería que fuera en diferentes circunstancias.
—¿A dónde las vas a llevar?—
—Vamos todos, iremos a un lugar seguro para ustedes— Ferenc se movió de manera fluida hacia la salida, las niñas no se habían apartado de él y una de las niñas trataba de no apartar a mirada del rostro de Isabel y se su pecho, vigilando que respiraba y que no las había abandonado
—Ella estará bien, ahora que estoy aquí, todas ustedes están más seguras—
— Isabel va a despertar ¿verdad?— La pequeña se detuvo unos cuantos pasos detrás de Ferenc, que no pudo evitar sentir un poco de tristeza por lo que debieron de haber pasado esas niñas. Era incomodo que después de tantos años de vivir en un mundo gris ahora pudiera sentir, aunque fuera un poco, gracias a que estaba ahí su compañera, de que la tenía en sus grandes y fuertes brazos para protegerla de todo, daría la vida por ella, pero no pudo evitar notar en todos los rasguños, los golpes en su cara y que recorrían todo su cuerpo, las terribles marcas del vampiro sobre su cuello y su cintura. Nunca en su larga vida había imaginado encontrar a su compañera en tales condiciones, tal vez no sobreviviría si no hacía algo pronto, pero también estaban en el juego esas niñas.
Evaluó los daños que cada una de ellas tenían, su compañera se había llevado la mayor parte, había protegido a las niñas y eso le hizo sentirse orgulloso, era una mujer guerrera, protectora, pero jamás dejaría que volviese a correr tal riesgo, no cuando él estaba ahí para protegerla.
— Tenemos que ir a otra cueva, la necesito para curar a Isabel ¿Entendido?—
No fue difícil notar el temblor que recorrió el cuerpo de las niñas, otra cueva era lo único que no querían volver a pisar ¿y si él solo las había engañado para llevarlas a otro sitio? ¿Y si realmente era igual de malvado como el vampiro que las había torturado? Ferenc vio todas esas dudas en sus rostros, tal vez fueran unas niñas, pero ya habían visto cosas que deberían dejar en una locura total al hombre humano más serio de la faz de la tierra.
—Confíen en mi, si quisiera hacerles daño, no estaría preocupado por salvarla, estoy seguro que se preocupa mucho por ustedes y que al despertar quisiera ver que están a salvo—
Se miraron en silencio las pequeñas y una de ellas asintió con la cabeza.
—Me llamo Celia y mi hermanita es Carol, creemos en ti — Era una buena respuesta para él y no tenía tiempo que perder, no cuando la vida de su compañera comenzaba a rendirse a la lucha de permanecer ahí con él.
—Iremos a mi modo— Fue todo, una orden dictada por un hombre que a lo largo de su vida solo sus decisiones eran acatadas y escuchadas. Dejó cuidadosamente a Isabel en una pequeña alfombra de hojas suaves que hizo aparecer y su cuerpo se transformó al de un poderoso dragón con escamas que brillaban bajo la luz de la luna como piedras preciosas, esmeraldas a la espera de ser extraídas de la piedra. Las niñas no pudieron ocultar su sorpresa cuando vieron que el dragón tomaba con el mismo cuidado a Isabel en una de sus patas y hacía descender una de las alas para ayudar a las niñas a subir a su lomo.
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Encuentro Oscuro
RomanceUn hombre a punto de perder su alma, a punto de rendirse ante la inminente muerte o corrupción total, Ferenc no espera que un verdadero milagro aparezca en el último momento.