Capítulo 8

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Dos hombres cruzaban el bosque con la torpeza clásica de los citadinos poco experimentados en los terrenos irregulares del bosque.

—Maldita sea Rodrigo, te dije que teníamos que acampar más abajo, está parte está llena de animales salvajes.

—Deja de ser un bebé, Marcus, ¿te asustan los animales pero no los vampiros?

—Sabes que los vampiros no son reales ¿Verdad? No pueden llegar a comernos de la nada como lo puede hacer un animal.

—Ya te dije que si existen y tengo contactos que me dijeron que hay uno por estos terrenos, vamos a cazarlo y a demostrarle al mundo que son reales.

—Estás loco. De verdad viejo, si sigues con estas cosas, me iré yo solo de regreso a la civilización.

—No vas a ir a ningún lado, cobarde, ya llegaste hasta aquí y si quieres regresar seguro que te perderás si no estás conmigo.

—Cállate, solo quiero descansar y comer algo, estoy hambriento!

—Bien!— Contestó exasperado por la actitud de su compañero de viaje.
Ambos hombres se sentaron en un pequeño claro que dejaba entrar la luz de la luna y con torpeza lograron armar una casa de campaña, era lo suficientemente amplia para que ambos pudieran dormir ahí. Marcus encendió una fogata con ramas y hojas secas que había encontrado mientras avanzaban y se internaban en el bosque.

—¿Porque comenzaste a creer en esas historias de vampiros, Rodrigo? Tu eras el que se burlaba de mi por leer esas novelas clásicas de vampiros.

—Ya te dije que ví a uno, con mis propios ojos y sé identificar cuando hay uno en la zona, ¿no recuerdas al par de chicos que nos encontramos? Pálidos y sin recuerdos de cómo fue que se quedaron dormidos y completamente agotados.

—Estamos en un bosque, Rodrigo, cualquiera puede agotarse, solo mírame, no estoy hecho para este tipo de lugares.

—Nosotros no, hasta hace poco no sabíamos cómo armar una casa de campaña, pero esos chicos sabían lo que estaban haciendo, puedes notarlo en su equipaje gastado por el uso y no serían tan tontos la dormir al aire libre con animales rondando por el bosque.

—De verdad comienzas a preocuparme, amigo.

*******

Ferenc hizo aparecer un lindo vestido color azul que descendía hasta sus tobillos, marcaba cada curva de su cuerpo y dejaba ver lo suficientemente bien sus pechos, pero no era lo único que se lograba ver, su piel marcada por la tortura del vampiro le daban un aspecto un poco más salvaje. Isabel sintió una suave brisa al momento del cambio

—¿Ya puedo abrir mis ojos?

—Dame un momento más, quiero verte tal y como estás ahora antes de que talvez quieras rasguñarme la cara— Bromeó con ella, comenzaba a sentirse cada vez más cómodo y aunque aún no logrará controlar del todo sus emociones y reacciones de su cuerpo, sentía felicidad y dicha.

Cuando Isabel escuchó su broma le dió más curiosidad saber que había hecho Ferenc en ella, así que sin pedir su permiso abrió sus ojos. Cuando se vió en aquel hermoso vestido, simple, pero la hacia ver elegante se ruborizó, nunca había usado una prenda como tal, en realidad nunca había usado una falda y se sentía un poco desnuda con ella, su vergüenza pasó a segundo plano cuando pudo notar que en los ojos de Ferenc se asomaba una flama que amenazaba con consumirlo a él de manera espontánea.

—Gracias, pero no me veo para nada atractiva en este trapo— Quiso cortar la tensión sexual que había en el ambiente, pero fue un intento fallido hasta que ella fue conciente de las marcas de su cuerpo y ahora en realidad no sé sentía atractiva.

—No te hagas esto, Isabel. Estás hermosa y no lo digo sólo para quedar bien contigo, si te atreves a entrar un poco más en mi mente, podrás ver cómo te miro yo, la única en todo el mundo para mí.

Sabía que podía entrar en su mente, pero decidió no hacerlo, la hacia sentir incómoda invadir su mente así como cuando él invadía la suya.

—Ven, vamos a salir, hoy la luna está más radiante que nunca y quiero compartirla contigo— Ferenc, como hombre de viejo mundo extendió su mano para que ella la tomara, no había vacilación en los movimientos de Isabel cuando tomó su mano, pero si existía en sus ojos.

—¿A dónde quieres llevarme?

—Sólo daremos un paseo, no te preocupes por las niñas, estarán bien seguras aquí en la cueva, nadie puede entrar o salir sin que yo lo permita— Un suspiro de alivio salió de Isabel y confió una vez más en las habilidades especiales de Ferenc.

—Está bien, has tu truco e iré contigo.

Ferenc no espero más, la saco de la cueva y una vez afuera protegió la entrada con poderosas salvaguardas. Mientras él trabajaba Isabel se había quedado perpleja mirando al cielo estrellado y la enorme luna que se alzaba sobre este mismo, pensó en cuanto tiempo había pasado dentro de una cueva, sin poder ver la luz de la luna con admiración y detenimiento. De improvisto sintió el brazo de él rodear su cintura.

—¿Nos vamos?

—Sólo, si vas a volar, recuerda que soy un jaguar que no tiene alas, así que no me sueltes o te haré pagar si lo haces— Fue inevitable no reír ante aquella clara amenaza y solo fue capaz de dejar un beso en su frente para intentar calmar su miedo a las alturas.

—No sería tan tonto como para enfrentarme a tu ira.

—Yo pensaba justo lo contrario— Ferenc notó en desafío de su voz y alzó el vuelo un poco rápido solo para reprenderla un poco.

—¡Eres un vil tramposo!—Fue lo único que pudo gritarle antes de perderse en la hermosa vista que él le estaba ofreciendo.

Se sentía libre de nuevo, el aire corriendo por sus mejillas y su cabello onduladose al ritmo.

—Quiero enseñarte todo lo que me has regalado, Isabel, soy capaz de ver los colores gracias a ti, soy capaz de sentirme feliz y completo porque estás aquí conmigo.

Que él dijera esas palabras y con la Luna siendo la única testigo de ellas una sensación de cosquilleo se acento en su estómago, no era vértigo sino algo más que solo pudo apaciguar al unir sus labios con los de Ferenc, él no reaccionó con sorpresa alguna, en realidad lo había deseado desde hacía unas horas o más. Cuando ella se separó, casi sin aliento se atrevió a sonreírle.

—Ferenc, quiero correr en el bosque—Él supo a lo que se refería y con extrema delicadeza descendió hasta que sus pies tocaron la tierra, una vez ahí Isabel no perdió el tiempo, su forma comenzó a cambiar a la de un jaguar y Ferenc imitandola, cambio su apariencia a la de un felino similar para seguirla con la misma eficiencia cuando comenzará a correr. La euforia estalló en ella y sus patas comenzarán a moverse, primero con lentitud hasta que poco a poco comenzaban a llevarla más rápido, primero en un trote hasta terminar en una carrera por el bosque donde Ferenc la seguía. El jaguar estaba feliz y el juego la llevo a olvidarse de cuidarse en su entorno, la misma euforia invadía a Ferenc que estaba tan unido a su mente, que sin darse cuenta, entre risas de emoción y el intento de poner fin a la persecución los llevo a un pequeño claro del bosque donde dos hombres acampaban y hablaban acaloradamente. Cuando vieron a los dos jaguares uno de ellos desenfundó rápidamente una pistola 9 mm.

—¿Que estás haciendo, Rodrigo? ¡Haras que nos maten, déja que se vayan solos!— Gritó alarmado uno de los hombres.

—No son jaguares normales, Marcus. Nunca se acercan a las personas y tampoco son cachorros de jaguar, solo ve sus desarrollados cuerpos—

—Ahora resulta que eres un experto en jaguares— dijo en un tono irónico su compañero.

Ferenc no quiso arriesgarse a que el hombre se asustara y disparará contra ellos e intento controlar su mente, aunque únicamente quedó en eso, en un intento y supo que aún siendo un cazador experimentado, podía cometer errores.

Encuentro OscuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora