En su habitación, Dulce no podía conciliar el sueño tampoco. La experiencia vivida esa misma tarde y luego la llamada de su acosador la habían dejado alterada. Por si fuera poco no podía pasar por alto que en la sala dormía nada más y nada menos que Chris Macfadden.
Si diez años atrás alguien le hubiera dicho que aquello estaría sucediendo, que volvería a reencontrarse con él y se convertiría en su guardaespaldas, hubiera dicho que estaba loco.
Su presencia, su cercanía la inquietaban. Sin contar con la manera en que Chris la miraba, provocando que su corazón acelerase su ritmo en cuestión de segundos. No podía olvidarse de quién era él, el muchacho que se había burlado tan cruelmente de ella durante cuatro largos años. Le parecía inconcebible que Chris no la recordara, había cambiado y eso era evidente pero ni siquiera se había inmutado cuando ella le dijo su nombre completo, quizá si le hubiera mencionado que venía de Lockwood él habría atado cabos y sabría quién era ella en realidad.
¿La había olvidado tan fácilmente? ¿Dónde habían quedado las burlas y las risas a sus espaldas que tanto daño le habían hecho? Se negaba a creer que Chris Macfadden hubiera cambiado tanto en diez años; debía quedar en él algún vestigio de su maldad solo que ella no podía verlo.
Tras dar varias vueltas en la cama y resignada a que no podría conciliar el sueño, decidió bajar por un vaso de leche tibia. Se puso su bata encima de su pijama que consistía en unos pantaloncitos cortos y una camiseta sin mangas y salió rumbo a la cocina.
Bajó las escaleras sigilosamente por temor a despertar a su huésped; cuando pasó por la sala vio que él dormía plácidamente a pierna suelta.
Dulce se quedó unos segundos allí, contemplándolo. Chris se había quitado la camisa y su torso desnudo apenas cubierto con la manta era un espectáculo digno de ver. Una fina línea de vello oscuro descendía por su abdomen que parecía estar tallado en roca; uno de sus brazos, de bíceps fuertes y musculosos descansaba por encima de su cabeza mientras el otro caía laxo por uno de sus lados.
Dulce se mordió el labio inferior. No debería estar allí, espiando a Chris, deleitándose con la sensualidad de su cuerpo; pero la tentación era muy difícil de resistir. Ella observó la mesita del centro en donde él había puesto su chaqueta y su camisa, faltaba sus pantalones por lo que dedujo que aún los llevaba puestos.
De repente, Chris se movió hacia un lado y Dulce temió ser sorprendida; sin hacer el más mínimo ruido se introdujo en la cocina y cerró la puerta tras de sí. Se apoyó en ella y de sus labios brotó un suspiro. Sacudió la cabeza. No era posible que estuviera sintiendo aquellas cosas. Chris Macfadden era atractivo, pero ella conocía muchos hombres que lo eran; sin embargo había algo en él que la atraía sobremanera. No sabía si era el negro de sus ojos o el lunar en su mejilla, quizá era el sonido aterciopelado de su voz o el modo en que le hablaba. Podía ser una mezcla de cosas, aún así Dulce sabía que no podía darle cabida a tales sentimientos cuando lo había odiado los últimos diez años de su vida.
Caminó hacia la nevera, sacó la botella de leche y sirvió un poco en una cacerola que luego puso a calentar. Se estiró un poco para alcanzar un vaso en la alacena y fue en ese preciso momento que la puerta de la cocina se abrió.
Chris se quedó impactado ante la imagen que inundaba sus pupilas. Dulce de puntas de pie, con el brazo estirado intentando alcanzar algo dentro de la alacena y la bata que llevaba puesta que se había levantado y revelaba buena parte de sus muslos. Tragó saliva mientras sentía como los músculos de su estómago comenzaban a tensarse. Su mano aún continuaba en el pomo de la puerta y sin dudarlo la cerró. Se acercó a ella justo cuando Dulce se daba vuelta con la taza en la mano.
Dulce tuvo que apretar la fina taza de porcelana con fuerza cuando se enfrentó a Chris. Él llevaba solo sus pantalones vaqueros y sus botas. Su torso desnudo que ya había admirado de lejos se mostraba ahora ante ella en todo su esplendor. No pudo evitar recorrer con la mirada aquella parte perfecta de la anatomía masculina y poco le importó que él se diera cuenta hacia donde apuntaban sus ojos azules. El cinturón de sus pantalones estaba desprendido y dejaba a la vista un pedazo de la tela de su ropa interior. Dulce reconoció la línea azul de inmediato. Era un Calvin Klein. No pudo evitar imaginárselo usando aquella prenda y un calor intenso subió por su cuello.
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Tu Admirador Secreto Vondy (Adaptada)
Novela JuvenilDulce Gibson se ha vuelto famosa de la noche a la mañana y por lo tanto también se ha vuelto vulnerable al acoso de un admirador secreto. Pero esa admiración rápidamente se convierte en obsesión y siente que su vida corre peligro. Christopher Macfad...