CAPÍTULO X

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La cara del señor es increíble, sé que me necesita y que es urgente. Velozmente me subo a uno de los autos que están allí y mis amigas junto al señor George en otro. En el trayecto le cuento todo lo que puede suceder si no hacen algo rápido y él me dialoga el posible plan que se va a efectuar.

Ante la negativa de liberar a Vicente Delgado el ejército militar iniciará el rescate. Tienen que salvaguardar la vida del Presidente y al cabo de una hora el objetivo se pone en práctica.

Nosotros trataremos de ingresar al hospital. Al salir de la reunión con Humberto, nos encontramos con Joseph quien se ha escapado de su grupo y reúne con nosotros. Es un alivio que después de todo se encuentre bien, pero el enojo se apodera de mí y lo regaño.

—¡¿Cómo es posible que sabes lo que te puede pasar y aun así estás fuera?!

—No estoy en el lugar donde me hieren —contesta—. Además quiero saber qué hacen, no puedo quedarme sin hacer nada.

—¡Eres un tonto!, estarás a salvo cuando todo termine. Ahora regresa de inmediato con tus amigos y maestros.

—Me alegra que te preocupes por mí —dice sonriendo—. Pero es mi decisión si quiero tomar en cuenta tu advertencia, es mi vida y yo decido por ella.

—Pues cuando tus padres te lloren metido dentro de un ataúd espero que no me echen la culpa —replico molesta.

En realidad será mi culpa si él muere tratando de ayudarme a prevenir todo esto. A veces no lo entiendo. Le agrada estar envuelto en este dilema, si yo fuese él a penas me dicen que voy a morir en un lugar a tal día ni siquiera saliera de casa en un mes. Mas él es así. Tonto, intranquilo, aventurero, inteligente, valiente y guapo.

Con maniobras e intentos de camuflaje ingresamos al hospital. Tantas películas de espías han servido para algo. A hurtadillas caminamos por los pasillos, subimos escaleras y bajamos a la vez. El Primer Mandatario está en una habitación motivando a las personas que están afuera marchando a su favor.

—Pensé que ya no te iba a ver. Estuve en un grave error. ¿Dime qué puedo hacer ahora? —me dice al verme.

—Tome mejores decisiones y no le busque problemas al país —digo indiferente.

—¿Cómo sabías de todo esto?

—Ya le dije. Intuición femenina. Ahora prepárese que lo vienen a rescatar. Y no vuelva a buscarme.

¡Luzco genial!, yo hablando seriamente con el Presidente y decirle sus verdades sin que me meta presa es el mejor sentimiento. Luego de decirle algunas frases para que le dé cargo de conciencia me retiro dignamente.

Alrededor de 900 efectivos participan. Ellos son recibidos con francotiradores en su contra, tan solo quieren rescatar a Delgado. Es un cruce de balas donde trincheras improvisadas salvan las vidas de los inocentes mientras dentro del hospital el pánico se hace presente.

Las personas que están en el interior del edificio tratan de evadir ser heridas con alguna bala o algún corte por los pedazos de vidrios rotos de las ventanas. Al igual que ellos nos acostamos en el piso. Nuestros corazones están a punto de salirse y de explotar de algunos que gritan y lloran del pánico.

Nunca pensé estar en una situación así, jamás lo había soñado. Si mi mamá se enterara de esto seguro toma el primer avión y entre tanto caos llegaría aquí a protegerme. No sé cómo lo hace, pero a veces creo que es inmortal, esquiva las cosas o en este caso el peligro para llegar a nosotros.

Una vez Ignacio estaba enfermo y había vomitado en el colegio con una fiebre elevada y ella desde su trabajo, que queda desde el otro lado de la ciudad, apareció a pesar de que había tráfico por el paro de los trabajadores de una empresa. Mamá esquivó las llantas quemadas, palos, gritos, golpes, a las personas en general para llegar al colegio. Por eso pienso que es inmune.

Las fuerzas del orden aseguran el lugar para evitar que francotiradores impidan el rescate, finalmente el Presidente es evacuado con un gran grupo de escoltas militares. En el escape, el cabo que protege el vehículo presidencial es alcanzado por un proyectil y cae de la baranda. Pedro Martínez es herido en el tórax y muere poco después al tratar de recibir ayuda.

—¡No, eso no es posible! —grito al escuchar rumores de su deceso—. ¡En mis sueños no vi que él muriera! —empiezo a desesperarme.

Anhelo salir a ayudarlo. No quiero creer que alguien muera en un plan tan perfecto, además que es algo que nunca he visto en mis visiones.

Todos tratan de detenerme, es algo estúpido que salga y me exponga en un ambiente como ese, pero yo me siento culpable.

—¡Escúchame Isabel! —exclama Joseph—. Muchas personas han muerto en este día. ¿Vas a ir por todo el país a ayudarlos? Esto no es tu culpa, tú hiciste lo posible para evitar esto. Si aquí alguien es el culpable pues ese al que todos llaman Presidente.

Tengo un nudo en mi garganta, Joseph tiene razón.

Ahora comprendo que ese hombre ha muerto en lugar de Joseph. En mis sueños era él quien iba a ser disparado y fallecer, pero al advertirle de lo va a pasar, y como él se salvó, otra persona tomó su lugar.

Luego de ese infierno el mandatario es rescatado y custodiado por el Grupo de Intervención y Rescate, Grupo de Operaciones Especiales y el Ejército.

Aunque ha partido la caravana presidencial los disparos no cesan y los heridos son evacuados en los hombros de sus compañeros.

A las 22:00 Vicente Delgado llega al Palacio Presidencial y se dirige a la población concentrada en ese lugar. "No habrá perdón ni olvido", dice y las horas pasan haciendo cese al fuego.


 "No habrá perdón ni olvido", dice y las horas pasan haciendo cese al fuego

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