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Kobik se paseaba por los mohosos pasillos de la base Hydra, contando cada una de las grietas que se pintaban en las paredes, solía hacerlo cuando estaba aburrida, lo que sucedía en muchas ocasiones, pues, Johann sólo la mandaba a llamar cuando necesitaba que utilizara sus habilidades. Sin embargo, ella no era estúpida, sabía que la mantenía vigilada; Johann desconfiaba de ella, lo cual era algo gracioso, ya que ella nunca se pondría en su contra.

De pronto, unos ruidos llamaron su atención, eran gritos de dolor. La curiosidad la hizo caminar en aquella dirección, llegó a uno de los laboratorios, generalmente ella no entraba allí ya que era donde hacían a los nuevos soldados, algo desagradable de ver.

"No funciona" escuchó decir al doctor Selvig cuando entró "Al parecer el gen del suero es recesivo en su cuerpo, Ni siquiera los rayos gamma logran activarlo."

Johann maldijo y pateó una mesa, luego se fue contra el doctor Selvig, agarrándolo por las solapas.

"¡Haz que se active, Quiero que el hijo de Rogers haga parte de mi ejército y tu lo vas a conseguir!" rugió, empujando al hombre a un lado y dirigiéndose a una máquina, que Kobik no había notado, de la que sobresalía una cabeza.

Kobik parpadeó, se trataba de alguien muy joven, tenía los ojos vendados, pero aun así lo reconoció, lo había visto en los recuerdos del capitán Rogers, era su hijo.

Johann encendió la máquina, los gritos de dolor comenzaron nuevamente. La cabeza se agitaba de un lado a otro mientras la venda se humedecía por las lágrimas, luego el chico vomitó. Eso no le gustó a Kobik, así que salió del laboratorio antes de que notaran su presencia.

Sólo había un sitio en donde se sentía cómoda, allí donde mantenían criogenizado al amigo del capitán Rogers. Al llegar, se sentó al pie de la cámara y apoyó la cabeza sobre ella. No entendía muy bien a los humanos; ellos eran raros y guardaban muchas cosas negativas dentro de sí.

Kobik no era humana y ella lo sabía. Era la manifestación corpórea de un cubo cósmico, un tipo de energía muy poderosa con la cual Johann Schmidt se había topado hacía ya un tiempo. Cuando la hubo descubierto, Johann se olvidó del suero del super soldado y concentró todos sus esfuerzos en fusionarse con el cubo; pero algo salió mal y ocurrió una explosión de la cual emergió la pequeña niña, a quien llamaron Kobik.

Para Koibk, Johann era algo así como lo que los humanos llamarían su padre. Gracias a él, ella había podido manifestarse, y era por eso que accedía a utilizar sus habilidades en pro de la causa de Johann; Kobik no conocía más nada fuera de la base y había asumido que las cosas que sucedían allí estaban bien, que eran correctas; pero, desde que había modificado los recuerdos del capitán Steve Rogers, algo la hizo dudar, y ahora que había visto lo que le hacían a ese chico, se daba cuenta de que eso no podía ser nada bueno... Algo no estaba bien allí.

Levantó la cabeza hacia el soldado que estaba criogenizado y sonrió, desde que lo habían traído sintió gran interés por el humano; siempre bajaba y charlaba con él, aunque no la escuchara, se entretenía contándole cada cosa nueva que aprendía sobre la raza humana y el mundo en el cual vivían.

No sabía porque lo mantenían allí dormido, tampoco era como si le informaran las cosas, Kobik sólo obedecía órdenes, sin embargo, tampoco tenía prohibido nada y por eso fue que pudo burlar al doctor Selvig y robarle el expediente del Sargento James Buchanan Barnes, así se llamaba su criogenizado amigo. Era un super soldado, de ese proyecto si había escuchado hablar, lo habían utilizado para obtener el suero, suero que ahora estaban modificando.

Ella había hurgado en sus recuerdos y visto su vida. Creció en una casa hogar junto a Steve Rogers, su amigo de toda la vida, era alguien que se preocupaba y cuidaba de los suyos, era algo así lo que Kobik quería para sí. Aunque no fuese humana, quería que alguien la cuidara y se preocupara por ella, no como Johann que sólo la utilizaba.

RESILIENCEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora