III

187 12 1
                                    


La gata Nami podría ser considerada de cierta forma una persona más, puesto que incluso a pesar de ser una gata callejera desde que nació, nunca había comido pájaros, ratas, ratones u otros animales que se le pasaran por en frente.

Pero, quizá en su infancia, cuando era más bebé y no tenía mucha consciencia de sí misma, hubiera comido alguna de esas cosas, o incluso insectos. Aunque ella no lo recordaba, ni le interesaba recordarlo.

Al día siguiente, la gata Nami volvió a captar aquel mismo aromade ayer. Y contra todo pronostico, decidió ir al parque nuevamente para ver si tenía la misma suerte que el día pasado, y así poder asegurase más días sin sufrir tanta hambre —incluso si de cierta forma ya estaba acostumbrada.

Encontró al mismo chico en el mismo lugar y con la misma porción—o más— de salchichas de ayer. La gata Nami se puso a reflexionar que aquel chico debía tener un estómago de goma para comer la misma cantidad en dos días. Ella había notado que el resto de los humanos podían sobrevivir con un simple pedazo de pan y aquel líquido negro por el resto del día. En cambio aquel chico parecía ni siquiera notar que era parte de la raza humana por su exagerada alimentación.

Igualmente, luego de observarlo más tranquila, decidió, como ayer, acercarse a él sólo que un poco más confiada que antes. El chico ni siquiera notó cuándo ella le volvió a arrebatar de un salto otra de sus salchichas ya que ni siquiera se inmutó por ello, o simplemente no le interesó tanto como la vez pasada.

Difícilmente se podría decir que él hubiera querido que le robaran una de sus salchichas, porque eso era lo que menos quería. Pero al ver a la gata otra vez —incluso si el día anterior sólo la pudo observar en plena fuga luego de que le robara—, flacucha y no muy bien alimentada —sólo pongamos el clásico "callejera"— decidió que, ante todo, no sería malo dejar que se alimentara—incluso si le estaba robando.

Miró curioso hacía donde ésta había salido corriendo y sonrió un poco para luego seguir con lo suyo: simplemente comer.

Y en cuanto a la gata Nami, ella no podía estar más feliz y bien alimentada en menos de dos días.

Cat and PersonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora