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La vida de Ginger no podía ser más común.
Duró poco en la academia y cuando se fue decidió que lo que necesitaba era seguridad. Una vida cómoda, lejos de cualquier cosa anormal, lejos de su familia y principalmente lejos de Shawn.

Recupero a la segunda persona que había logrado soportar las pequeñas rarezas que Ginger dejaba ver, y tras algunos años de relación, se casaron.
Tenía la vida más normal que Ginger hubiese podido pedir; empleos estables y una casa lo suficientemente grande para la familia que nunca pudieron tener. Perecía simple, normal y totalmente incorrecto. Cada mes Ginger escribía cartas que nunca enviaba con todas las cosas que habían pasado por su mente durante todo ese tiempo.

Algunas cartas eran para su hermano y Celeste, a quienes había visto por ultima vez en su graduación. Otras eran para Axel y Elisur, ni siquiera estaba segura de si estaban juntos o no pero esperaba que en algún momento se dieran cuanta de lo mucho que se necesitaban.

Las cartas para Lara y para su madre eran siempre las más cortas, no tenía idea de qué decirles más que disculparse por todos los problemas que ocasionó.
Sin embargo la mayoría de las cartas eran para Shawn. En cada una, sin falta, le pedía perdón una y otra vez por haberse ido y no haber echo absolutamente nada por estar com él, siempre le confesaba lo mucho que lo amaba aún después de tantos años y lo difícil que era seguir intentando olvidarle.

Esa mañana, Ginger encontró el montón de cartas abiertas sobre el desayunador junto a los papeles de divorcio y una pequeña nota que decidió no leer, lo menos que quería era sentirse peor de lo que ya.

Sᴡᴇᴇᴛ Dʀᴇᴀᴍs; s.mDonde viven las historias. Descúbrelo ahora