Intro: El Pacto

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—Dime, mírame a los ojos y dime —solicitó Isabel, centrando su mirada en los ojos de su amado novio

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—Dime, mírame a los ojos y dime —solicitó Isabel, centrando su mirada en los ojos de su amado novio.

A medida que lo observaba, su corazón se apretaba, pero también se enamoraba más de él. Saber que tendría que esperar a que regrese, partía su corazón en mil pedazos. El miedo de perderlo aumentaba con cada segundo que pasaba, temiendo que él olvidara el amor que le tenía.

—Te prometo que siempre te amaré, Isabel —dijo él, tomando su rostro entre sus manos para mirarla profundamente.

Los ojos de Isabel se llenaron de lágrimas, dificultándole creer en las palabras de su amado. Al ver la duda en su corazón, él, algo dolido por la incredulidad de su novia, la soltó lentamente. Las lágrimas empezaban a borrosar su vista.

—Isabel, por favor, no dudes —suplicó él.

Con lágrimas en los ojos, Isabel se acercó para tomar sus manos.

—¿Y si tardas mucho? ¿Y si me olvidas? —sus palabras eran un sollozo doloroso al imaginar una vida sin él. —¿Por qué no puedes llevarme contigo ahora? —exclamó con la voz alterada.

Él bajó la cabeza, sabiendo la respuesta, pero también sabía que ella no entendería. Debía cumplir con una responsabilidad que su padre le había encomendado. Era tiempo de volver, y eso significaba que debía dejarla atrás, aunque le doliera.

—Escucha —dijo él, abrazándola y besando su mejilla con delicadeza.

La voz de él era tranquila, capaz de apaciguar cualquier tormenta.

Con ese abrazo, Isabel comenzó a sentirse segura. El cálido beso en su mejilla la hizo sentir profundamente amada.

—¿Qué? —preguntó Isabel, más calmada y abrazándolo fuertemente.

—Tengo un regalo para ti —anunció él.

Isabel, confundida e intrigada, lo soltó y lo miró fijamente a los ojos.

—¿Un regalo? ¿Para mí? —preguntó perpleja. —¿Pero por qué?

Él la miró con amor, encendiendo una chispa en el corazón de Isabel al ver sus ojos.

—Porque te amo, eres mi novia y este es nuestro pacto.

Ella abrió sus ojos con sorpresa y tomó sus manos, asintiendo como en un acuerdo. Él sonrió y se acercó para besar su frente; luego, buscó el valioso regalo que estaba a punto de entregarle.

—Antes que nada, conseguir este regalo casi me cuesta la vida, pero todo es por ti, mi amada novia —dijo, mirándola a los ojos. —Este es nuestro trato. ¿Quieres escucharlo?

Isabel asintió, intrigada.

—Este regalo que te entrego debes cuidarlo, es una muestra de nuestro amor —continuó él. —Es para que recuerdes lo que hice por ti. Cuídalo bien, por favor, no lo pierdas, no lo vendas, no lo regales. Es solo tuyo. Pero debes saber que intentarán quitártelo y destruirlo. No lo entregues. Este regalo es crucial para nuestra boda. Solo acéptalo.

El brillo en los ojos de Isabel creció con cada palabra, alimentando su sueño de casarse con el hombre que amaba su alma.

—¿Nos vamos a casar? —preguntó con los ojos llenos de lágrimas y felicidad.

—Sí, pero a condición de que cuando regrese tengas el vestido de las fiestas listo y el regalo bien cuidado en tus manos. De lo contrario, sabré que no me amaste lo suficiente para cuidar lo más preciado que di por ti.

La sonrisa de Isabel se desvaneció, remplazada por un temor palpable.

—¿Y qué pasa si lo pierdo y no está listo el vestido?

Él bajó la cabeza, entristecido.

—Entonces te dejaré, y los que te persiguen seguirán siendo tus perseguidores, y te matarán —dijo, tomando su rostro entre sus manos. —Isabel, no quiero perderte. Quiero que estés bien. Te daré todo para que seas feliz a mi lado, pero debes pasar por esto para que veas que la espera valió la pena. No te desesperes. Te escribiré cartas. Siempre estaré contigo, aunque no me veas. Estoy en tu corazón, así que solo te pido que confíes en mí y que me seas fiel. Haz lo que has aprendido de mí. Volveré pronto.

Le entregó una pequeña caja desde su chaleco. Isabel, temerosa, la tomó y la abrió, maravillándose ante lo que veía. Era un corazón de cristal que brillaba intensamente, llenando su ser de regocijo.

—Esto es realmente hermoso —dijo con sinceridad, abrazando su regalo y volviendo su atención a él con los ojos llorosos. —Pero tengo miedo. ¿Qué tal si no lo logro?

—¿Me amas? —preguntó él.

—Sabes que sí, te quiero —respondió Isabel, mirándolo al alzar la cabeza.

—Confía. ¿Me amas? —insistió él en un suspiro.

Isabel lo abrazó fuertemente, aspirando su perfume único que llenaba su corazón de vida.

—Claro que sí, te quiero tanto y lo sabes bien.

—No dudes. ¿Me amas? —repitió él.

Con los ojos llorosos, Isabel se alejó de él, comprendiendo el motivo de sus repetidas preguntas.

—Claro que te amo. Te amo tanto que no quiero soltar tu mano. No puedo imaginarme una vida sin ti. Te amo tanto que lo daría todo por ti, como tú lo diste todo por mí. Ahora sé que te vas y no puedes llevarme contigo, pero aunque me dejaras de amar, mi Amado, yo seguiré amándote. Te amo y quiero superar todo esto solo porque te amo.

Él sonrió y, sabiendo que era tiempo de irse, le dio un último abrazo y besó su frente con cariño y delicadeza.

—No te olvides de mí, porque yo nunca me olvidaré de ti.
Mi Ruah estará sobre ti.

El Regalo de mi Novio: El Regreso | Novela CristianaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora