Capítulo 6: Carta para el Amado de mi Alma

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"Ponme como un sello sobre tu corazón, como una marca sobre tu brazo..."

Cantares 8:6

Con pasos lentos me dirigía hacia la entrada, abrumada por el temor de encontrarme con mi Rey. Mi nerviosismo era tan intenso que a cada paso, mi corazón latía con mayor rapidez. La ansiedad que sentía me hacía pensar que en cualquier momento mi corazón estallaría. El miedo era tan profundo que por un instante temí desfallecer. Observaba mi alrededor; todo en mí era un desastre. Al acercarme a la entrada, vislumbré una figura ante mi puerta. Armándome de valor, continué mi camino, pero me detuve, estupefacta, al ver la silueta desde una considerable distancia.

Mi intuición me urgía a escapar de aquel lugar.

El temor de no saber quién esperaba me paralizaba. Pronto las lágrimas comenzaron a brotar de mis ojos y, cuando pensaba que ya no quedaban más, caían como una cascada.

Solté un leve suspiro y, acomodando un mechón rebelde de mi cabello, proseguí hacia la entrada. Un incómodo silencio acompañaba cada paso. Me detuve en el pasillo, observando la silueta de un hombre que, sin percatarse de mi presencia, levantaba su mano para tocar suavemente la puerta.

Al escuchar el sonido de sus golpes, sobresaltada, avancé hacia el desconocido. Su indumentaria me reveló que no era de este lugar. Un hombre alto se encontraba frente a mí; al ver que no era mi Amado, me tranquilicé.

—Tenga paz, princesa —dijo, bajando su rostro en señal de respeto.

Yo, cruzando los brazos, lo miré con desdén desde la distancia, sin atreverme a acercarme más. A la luz de la lámpara cerca de la entrada, pude verlo acercarse.

—No tengo paz —repliqué con un nudo en la garganta. —Y no soy una princesa —murmuré, con dolor y remordimiento en mis palabras finales.

Mi enojo hacia mí misma era evidente, y sentía un deseo de extender ese resentimiento hacia los demás. El hombre se detuvo y me miró, confundido.

—No soy digna de visitas, y si vienes del Rey, te pido que salgas por esa puerta —dije, elevando mi mirada hacia él.

Di unos pasos hacia atrás para ocultarme, deseando no ser vista. Sin embargo, él se acercó a donde me escondía.

—El Rey te envía este obsequio —dijo, mostrando lo que llevaba en sus manos.

Observé los obsequios con desinterés, pero en mi interior sentí pena. Lentamente, me acerqué a él.

—No temas. El Rey me ha enviado para decirte que te prepares. Él está por regresar. Sabe lo que está sucediendo, pero aquí está. —deja una gran caja color dorada en el suelo. —También quiere decirte que, sin importar lo que hayas hecho, te da una oportunidad más. Así dice mi Señor, tu Amado y Salvador: 'Prepárate, que la boda está casi lista, novia mía.'

Lo miré, sorprendida. Entonces, el hombre se dio la vuelta para marcharse, pero lo detuve.

—Espera, espera —exclamé, sintiéndome angustiada.

Corrí hacia mi habitación para tomar una pluma y un papel y comencé a escribir una carta de mi puño y letra.

Amado mío, mi novio,

A través de esta carta, confieso que no me siento digna de ti ni de tu amor. He fallado gravemente, dejándome seducir por personas malvadas que destruyeron aquello que tanto cuidaba. Me dejé envolver por los placeres de esta terrible ciudad, olvidando por momentos que te estaba esperando.

El Regalo de mi Novio: El Regreso | Novela CristianaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora