Capítulo 5: ¿Regalo Perdido?

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"Por tanto, amados míos, como siempre habéis obedecido, no en mi presencia solamente, sino mucho más ahora en mi ausencia, labrad vuestra salvación con temor y temblor."

Filipenses 2:12 RVR1960

Estaba sumida en llantos. El dolor me consumía, incomprensible y abrumador, como si estuviera viviendo una pesadilla. Mi alma se sentía oprimida y desesperanzada, intentaba aferrarme al poco sentido que quedaba en mí para entender qué hacer en esos momentos tan confusos. Recordé entonces las palabras que mi Amado me había dicho tiempo atrás: "Yo te doy paz, no turbes tu corazón ni tengas miedo". Sin embargo, evocar sus palabras solo intensificaba mi dolor.

Mi corazón se desgarraba en pedazos ante el peor dolor que jamás había sentido, acompañado ahora por un profundo vacío. Mi apatía crecía sin cesar. A pesar de mis lágrimas, me di cuenta de que mi amor por Él no había muerto, seguía vivo en mí. Este reconocimiento avivaba de nuevo la pasión en mi corazón, más ardiente que nunca. Estaba verdaderamente arrepentida.

Me había dejado envolver por los placeres mundanos, olvidando lo que Él había hecho por mí.

¡Me olvidé de Mi Amado!

¡Cielos, cómo pude dormirme!

"Ingrata", "Falsa", me acusaban mis pensamientos, cruelmente sinceros.

Deseaba morir, no quería continuar viviendo de esta manera, cargando con este peso en el alma. En mi quebranto y soledad, grité al caer al suelo.

¿Por qué le fallé de esta manera a mi Amado?

Me enfocaba de nuevo en lo sucedido, deseando que todo fuera solo una pesadilla.

¿Por qué confié ciegamente?

¿Por qué permití que las distracciones me alejaran de Él? ¡¿Por qué?!

Recorrí el desastre que había creado en mi hogar. Al enfrentarme a la fuente de mi dolor, tomé en mis manos el vestido que debería haber sido blanco, ahora manchado y rasgado. Temblaba de miedo y angustia mientras abrazaba el vestido dañado, aferrándome a la cruel realidad de mi error.

Mi vestido estaba manchado, contrariando el deseo de mi Señor de que estuviera listo, sin manchas ni arrugas, y ahora también roto.

¿Cómo pudieron ser tan crueles?

Pensé que eran amables, pero fue un engaño. Me dejé seducir por las falsedades de esta ciudad, creyendo al principio que era parte de ellos, solo para ser destruida, rompiendo así mi relación con mi Amado.

Pero, ¿por qué quise integrarme a ellos, sabiendo el daño que me causaban?

Habían arruinado los planes que mi Amado tenía para mí y, lo peor de todo, era que todo era culpa mía. Ahora, ya no podría casarme con Él, por lo que lloraba amargamente, sabiendo que ya no estaría a su lado.

Todo parecía perdido, incluso mi regalo se había extraviado en el desorden.

Deseaba que todo fuera una pesadilla. No quería seguir viviendo solo para enfrentar el rechazo de mi Amado.

No quería permanecer en esta ciudad destruida, aunque me lo mereciera. Estaba cansada de luchar, mi corazón se llenaba de amargura y repudio hacia mí misma.

No podía creer lo que había hecho, ni mucho menos que esto realmente había sucedido.

Estaba tan confiada. ¿Cómo pude estarlo?

Había perdido todo por las distracciones. Ahora, mi Amado podría volver en cualquier momento y, si eso sucedía, todo sería irrecuperable.

Entonces, recordé lo que había dicho un día cuando estaba a mi lado:

—Cuéntame una de tus historias —le dije, ofreciéndole una pequeña sonrisa tímida mientras caminábamos juntos por el bosque

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—Cuéntame una de tus historias —le dije, ofreciéndole una pequeña sonrisa tímida mientras caminábamos juntos por el bosque.

Él tomó mi mano y continuamos el paseo en silencio. Noté su expresión seria y callada, como si algo le preocupara. Sin embargo, se giró hacia mí y sonrió.

—Bien, te contaré una historia —respondió, y yo lo abracé emocionada mientras asentía con entusiasmo. —¹Había diez novias; cinco de ellas eran despreocupadas y cinco previsoras. Las despreocupadas llevaron sus lámparas pero no llevaron aceite para rellenarlas; en cambio, las previsoras llevaron botellas de aceite además de sus lámparas. Como el novio tardaba en llegar, todas se sintieron cansadas y finalmente se durmieron. Cerca de la medianoche, se oyó un grito: "¡Ya viene el novio! ¡Salgan a recibirlo!" Todas las muchachas se levantaron y empezaron a preparar sus lámparas. Entonces, las cinco despreocupadas dijeron a las cinco previsoras: "Danos un poco de su aceite, porque nuestras lámparas se están apagando". Pero las previsoras contestaron: "No será suficiente para todas; mejor vayan a comprarlo ustedes mismas". Mientras las cinco fueron a comprar aceite, llegó el novio, y las previsoras entraron con él en la boda y se cerró la puerta. Más tarde, llegaron las otras muchachas, diciendo: "¡Señor, señor, ábrenos!" Pero él respondió: "Les aseguro que no las conozco".

 Más tarde, llegaron las otras muchachas, diciendo: "¡Señor, señor, ábrenos!" Pero él respondió: "Les aseguro que no las conozco"

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Ahora podía entender a qué se refería. Desde hacía tiempo, Él sabía que algo así podía suceder.

De repente, el sonido de muchos caballos acercándose a la ciudad rompió el silencio, acompañado por el estruendo de trompetas. Me levanté de entre los escombros de mi desastre y me acerqué a la ventana, temblando de miedo, con el deseo de esconderme como la cobarde que me sentía.

"¿El Rey ha regresado?", me pregunté en voz baja.

Justo entonces, vi cómo muchos caballos y personas se detenían frente a mi casa. De repente, la puerta se abrió. Abrí los ojos de golpe, llena de sorpresa y espanto, y por un momento deseé morir de una vez por todas.

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¹ Mateos 25:2-12

El Regalo de mi Novio: El Regreso | Novela CristianaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora