Pasaron cinco días desde que llegué al campamento de los Insurrectos. No tenía ninguna labor fija asignada, simplemente aceptaba órdenes de Yutema y en alguna que otra ocasión tuve que atender a algún guerrero herido. Nada grave: cortes con puñales, quemaduras o astillas incrustadas en la piel. No sabía quién era el doctor que había atendido a Kael, pero estaba segura que no era muy bueno. Nadie, en su sano juicio se pondría su vida en las manos de un extraño sino supieran que la alternativa no era mejor. Aun así, no pregunté. No estaba bien que yo, una desconocida, opacara las labores de un everial. No quería crearme enemigos.
No podía quitarme de la cabeza la conversación que había tenido con Yutema. ¿Kael había nacido en Everial? ¿Y por qué no me dijo nada? No entendía nada, sabía que mis respuestas la encontraría en su tienda, pero no estaba preparada para enfrentarme a aquellas respuestas.
"Hasta que todos los sublevados no muramos, Everial no habrá muerto."
Parecía que aquella frase se me había grabado a fuego en el cerebro. Sabía que estaba postergando lo inevitable. Tarde o temprano debía de acercarme a su tienda y exigirle respuestas, pero no me encontraba con las fuerzas suficientes. Aun así, ya habían pasado cinco días desde que le operé y debía de echarle un ojo a su herida. Yo había sido su médico, era mi deber supervisar su avance y ya había sido demasiado negligente. El deber era el deber por mucho que me pesara.
Terminada la cena y lavadas las cacerolas, decidí ausentarme mientras el resto terminaba con su comida. Tomé un cuenco de estofado y fui directa a la tienda donde descansaba Kael de su herida.
—No quiero que me traigan la cena — me espetó sin necesidad de levantar la mirada de su escritorio.
— Lo sé, pero la señora Yutema me ha dicho que no has comido mucho últimamente— dejé el cuenco de comida sobre la mesa—. También me contó que eras de Everial.
Aquel hombre despegó la mirada del mapa y me enfrentó con la mirada.
—Y no mintió.
—¿Quién eres? —demandé saber—Sé cómo te llaman, pero no sé quién eres realmente.
—¿Acaso importa? Eso fue una vida que ya dejé atrás.
—Everial nunca se deja atrás.
—Kelya, muchas gracias por la comida, pero ahora mismo desearía estar a solas.
En este momento, mi cabeza lidió con dos opciones: tratar de dialogar cordialmente con él o enfadarme y exigirle de muy malas maneras que respondiera. Comprendí que con la última opción ninguno de los dos ganaría nada, por lo que me armé de valor.
— Mentí cuando dije que fui la única sobreviviente.—confesé.
— Explícate.
—Sobrevivieron unos pocos niños y una mujer embarazada, nada que asegurara la longevidad de Everial y mucho menos que le interese a usted, señor.
—No me llames señor.
—Pues no te voy a llamar Kael— contraataqué.
—Mi pasado no es de tu incumbencia—afirmó con hastío.
—No te he preguntado por tu pasado, te pregunto por tu nombre.
—¿Y acaso hay alguna diferencia? Solamente te hace falta saber mi nombre para saber todo de mí. Los muertos están mejor alimentando a la tierra, y es ahí donde deben quedarse ¿no te lo repitieron las suficientes veces en tu hogar?
Respiré profundamente, no le iba a dar más vueltas al tema del nombre porque me aburría insistir. Suspiré.
—Nos pillaron desprevenidos—dije calmadamente—. Éramos meticulosos, borrábamos nuestras huellas y nos movíamos constantemente. Era imposible que nos descubrieran sin ningún tipo de ayuda. Llevaba unos días teniendo unas terribles pesadillas y me despertaba antes que todos, entonces aprovechaba para darles algún té o alguna infusión a los vigilantes. La mañana del ataque, cuando fui a hacer lo mismo que todas las mañanas, descubrí que a Marza le habían matado de un flechazo en el pecho. Salí corriendo, y una flecha voló a escasos metros de mi cabeza — aparté el pelo de mi rostro para que pudiera ver la fina cicatriz de mi pómulo izquierdo —. Entonces grité que nos estaban atacando y fue cuando el caos se apoderó de toda la aldea. Los pocos soldados que quedaban salieron de sus improvisadas tiendas y lucharon contra el ejército real. Lucharon bien, mataron a más de la mitad, pero había hombres en los árboles disparando. ¡Les daba igual matar a tres de sus hombres con tal de matar a un everial!
—Fue un ataque planeado...
—Nos delataron— dije demasiado alto por culpa de la rabia que empezaba a correr por mis venas.
—¿Qué paso con los niños y las mujeres?
—Las mujeres también lucharon. Luchábamos mano a mano con los hombres, guardándonos las espaldas y matando a soldados, pero cayó Manila. Yo me agaché a su lado y me dijo: "Hemos perdido, salva a los niños". La batalla todavía no estaba terminada, y los soldados luchaban como bestias porque sabían que su rebelión estaba terminando, pero que se irían llevándose a todos los bastardos que pudieran. Yo corrí en dirección a donde debían de estar resguardados los niños, y me encontré a dos soldados violando a Trasta. ¡Les maté y si hubiera sido por mí, les hubiera torturado hasta que me suplicaran que parara! pero tenía que resguardar a los niños. Tenía a Trasta en brazos, no podía correr todo lo rápido que podía pero así lo hice y les escondí en una cueva que habíamos encontrado días atrás. Era húmeda y pequeña, la entrada estaba medio tapada por un derrumbe, pero era perfecta para esconderse hasta que aquellos hombres se marcharan— estaba hiperventilando, revivir aquella situación me estaba alterando —. Mi mejor amiga, estaba de parto y aunque me hubiera gustado ayudarla, no pude. Escuché voces fuera y con los gritos que daba, iba a atraer a más soldados todavía. Salí corriendo, haciendo ruido y desviando la atención de los dos soldados que estaban en la zona. Dejé que me capturaran una vez que estuvimos lo suficientemente lejos de allí y me llevaron atada de nuevo al campamento y fue entonces cuando lo escuché... — sonreí al recordarlo —... En el viento había navegado el primer llanto de un recién nacido, y fue entonces cuando lloré. Lloré de felicidad, lo cual malinterpretaron mis captores, creyeron que no era una mujer guerrera como el resto y me vendieron a un esclavista que a su vez me vendió a Milo.
—¿Quién os pudo haber delatado?
—No lo sé— confesé—. Supongo que fue algún everial al que capturaron y torturaron hasta que habló. Aunque también es posible que uno de nosotros nos vendiera a cambio de dinero o tierras, pero prefiero no creerlo.
—Pero no te parece tan descabellada la idea.
—No, no me lo parece — anduve hacia un rincón con cojines y mantas y me senté—. Hubo un tiempo en el que todos sabíamos que nuestra rebelión ya no tendría futuro. Quedábamos pocos y a cada ataque moríamos más. Pero nadie se atrevía a decirlo en alto.
—¿Quién era la mujer embarazada?
—No importa ya. Everial ha muerto, y aquellos niños comenzaron una nueva vida en el momento en el que los soldados Asher arrasaron con fuego nuestro campamento — me quedé pensativa durante un momento, mirando a nada en particular, escuchando únicamente mis pensamientos — Tal vez les hicimos un favor. Llevo años durmiendo con un cuchillo bajo la almohada, sobresaltándome con cualquier ruido pequeño y lamentándome por todas las personas que dejé atrás. Me pregunto si merecerá la pena toda esta lucha. No tenemos ningún resultado, no tenemos nada.
—Si hay everial todavía vivos, significa que Everial no ha muerto — comentó de nuevo el guerrero.
—Tú mismo has borrado tu pasado. Lo rechazas. ¿Por qué ellos tienen que soportar un pasado del que tú mismo te has desligado? ¡No seas tan hipócrita!—exclamé cansada mientras veía cómo aquel hombre se acercaba a mi lado cojeando.
—No he renunciado a nada. Lidero a estos hombres que luchan cada día para debilitar a la monarquía Asher.
Se sentó a mi lado tras soltar un profundo suspiro y me miró con aquella profunda mirada verde que tan enamorada me tenía años atrás. Ya no era el mismo niño de hace diez años atrás, pero ninguno de los dos lo seguíamos siendo. A veces dudo si tuvimos una infancia.
—Soy Azay, Kelya.
—Lo sé.
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La furia de los olvidados
Short StoryTras el golpe de estado, la familia Asher se adueña del trono y comienza una década de conquista y terror en los que los gritos de insurrección no tardarán en escucharse. Después de una serie de ataques en el norte del continente, los soldados ash...