Había pasado más de nueve días desde mi pelea con Azay y ninguno de los dos había hecho el esfuerzo de hablar con el otro. Los dos éramos orgullosos y tozudos como mulas, tanto que ni si quiera me habló para retirarle los puntos de la pierna. Llamó a ese estúpido del doctor Ciro, que no era más que un soldado que creía saber de medicina pero que no sabía ni si quiera vendar una herida en condiciones. Pero decidí no darle más vueltas al asunto. Si Azay se pensaba que iba a consumirme en mi tristeza, estaba más que equivocado. Hablé con Lian y él me ayudó a incorporarme en aquel grupo de hombres. No fue fácil, porque ellos me veían como una mujer débil a la que tendrían que proteger, pero poco a poco se dieron cuenta que mis conocimientos de medicina y botánica eran muy valiosos. Tuve que conocer sus costumbres y adecuarme a sus rutinas, pero no fue complicado. Lo realmente complejo era conciliar el sueño, y por falta de pilusa, trataba de despejarme dando paseos por los alrededores del campamento. Aquel sitio estaba lleno de vegetación, había decenas de desniveles que hacían imposible llegar a caballo y era muy fácil perderse, por eso no me alejaba más allá de los límites donde los guardias pudieran vigilarme.
—Deberías tener un poco de cuidado — asustada, volteé hacia quien hablaba. Era Silas, el hombre que había sido capaz de apaciguar a Ezra y Milo —. He tenido que borrar tus huellas.
— Creía que no hacía falta, siempre las borro cuando vuelvo a casa.
—Siempre hace falta si quieres vivir en incógnito.
—Habló el que frecuenta la ciudad y habla con los enemigos—comenté con sorna.
— Culpable — sonrió, mostrando una elegante pero traviesa sonrisa—. Me llamo Silas.
— Kelya.
—Lo sé, los hombres no paran de hablar de ti.
—Espero solamente para cosas buenas.
—Salvaste a mi señor del carnicero de Ciro, le colocaste el hombro a Lian y evitaste que se quedara lisiado para el resto de su vida... —hizo como si tratara de recordar más cosas, a medida que recortaba distancia conmigo—Creo que a partir de ahora, los hombres solamente dejarán su vida en tus manos.
—¿No hay más doctores en el campamento?
—Solamente unos hombres que dicen saber de medicina pero que hemos comprobado que sobrevaloraban su talento, si se puede llamar talento a eso que hacen.
Estábamos muy cerca el uno y el otro. Todavía no estaba oscuro, pero faltaba poco para que el sol se escondiera del todo. Aun así, había la luz suficiente para darme cuenta de que sus ojos no eran oscuros como en un principio había pensado, sino verdes.
—Perdona por haberte tratado como una esclava.
—Era una esclava— recordé que mis papeles no estaban destruidos y no quería ni que pasara una noche más sin asegurarme sin que desaparecieran—. Pero ya da igual, debemos volver al campamento antes de que anochezca.
—Te acompaño.
Anduvimos en silencio, y cuando llegamos al campamento, todavía había cierta actividad. Estaban terminando de dejar todo preparado para la noche, los guardias planeaban sus turnos de vigilancia y yo, aproveché para ir a la tienda de Azay antes de que anocheciera y se enfadara por no acatar su orden de no pasar la noche allí. Pero una vez que llegué, no había nadie.
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La furia de los olvidados
Cerita PendekTras el golpe de estado, la familia Asher se adueña del trono y comienza una década de conquista y terror en los que los gritos de insurrección no tardarán en escucharse. Después de una serie de ataques en el norte del continente, los soldados ash...