Amanecía nuevamente en Rihn. El rocío sobre la grama y los árboles se dejaban deslumbrar por los primeros rayos de sol. Elizabeth se levantó bien temprano esa mañana para hacerle el desayuno a su hermano y a su abuelo. La familia desayunaba junta otra vez después de un mes de la ausencia de Michael, quien se marchó a la capital junto con sus hombres para atender asuntos oficiales. A pesar de sus veinticinco años, Michael Purewell era considerado un prodigio entre las filas de Eiloden, sus superiores tenían puestas grandes expectativas en él; tal y como su padre y abuelo, estaba destinado a un gran cargo como era de esperarse de la familia Purewell; la cual poseía un linaje militar no menos que respetable. Tan pronto terminaron de desayunar, Michael le pidió a Elizabeth que lo acompañara afuera, al parecer tenía algo que decirle; ambos caminaron un rato por los senderos de Rihn, la gente del pueblo saludaba a la joven una y otra vez reconociendo la increíble hazaña que había logrado la pequeña. Los hermanos continuaron caminando, Elizabeth se preguntaba a donde la llevaba su hermano y no podía ocultar su curiosidad.
—Oye Michael. ¿A dónde vamos?
—Espera y lo veras.
— ¿Y cuándo vamos a continuar con mi entrenamiento? Me prometiste que tan pronto volvieras de la capital seguiríamos practicando.
—Hay una cosa que se me olvido darte con todo el alboroto de ayer.
—¿Una cosa?
— ¿Ayer fue tu cumpleaños no? Vamos a buscar tu regalo, le pedí a Albert que le diera unos toques personales. En la capital lo hubieran hecho, pero me pareció mejor que se hiciera aquí en casa.
— ¿Qué es? Dime, dime.
—Lo veras cuando lleguemos, ten paciencia.
Cuando entraron a la herrería, Michael le pidió a Elizabeth que esperara mientras él iba a buscar a Albert, luego de unos minutos ambos salieron desde la parte trasera del lugar de trabajo del herrero.
—Aquí esta, espero que te guste pequeña, feliz cumpleaños de mi parte también —dijo el viejo herrero terminando con una risa mientras colocaba una especie de lo que parecía ser un objeto alargado envuelto en una tela azul zafiro en la mesa delante de Elizabeth.
—Feliz cumpleaños hermanita —dijo Michael acompañado de una sonrisa.
Cuando Elizabeth tomo aquel objeto sintió inmediatamente su peso, su dureza, aún estaba tibio en un punto cerca de uno de sus extremos; seguramente por obra de Albert. La chica se hacía una idea de lo que podría ser y comenzó a desenvolverlo de la suave y llamativa tela hasta que sus sospechas se confirmaron, era una espada. Los ojos de Elizabeth se iluminaron como dos luceros encendidos cuando exploraba cada detalle de aquella obra de arte, la espada era del mismo modelo que usaban los soldados de Eiloden: una espada recta de doble filo y empuñadura mediana. El balance era perfecto, el peso estaba bien distribuido, definitivamente era la obra de un artesano con años de experiencia.
—¡Gracias Michael! —dijo la pequeña mientras abrazaba a su hermano con todas sus fuerzas.
—La espada fue forjada en la capital, pero lo más importante fue el toque que Albert le dio, mira la empuñadura. Tú no lo recuerdas, pero esa espada es idéntica a la que tenía papá —le confesó Michael.
En la empuñadura había una medalla con el escudo de la familia Purewell: una espada apuntando hacia abajo de la cual brotaban rosas y envolvían el arma hasta su empuñadura y justo arriba formando un arco había cuatro monedas de oro.
—Wow... ¡Gracias Albert! —exclamó mientras le daba un gran abrazo.
—Jajaja, de nada pequeña, que bueno que te gustara —le agradeció el artesano del metal.
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Hidden Light
FantasyElizabeth Purewell, una joven chica con sueños de grandeza y aventura se abre paso por un mágico mundo lleno de misterios y peligros. Es la hija menor de la Casa Purewell, un clan al servicio del reino de Eiloden y su sueño siempre ha sido convertir...